Durante muchos años, occidente nos ha dicho que China, ese gigante asiático, es una nación a la que no le interesan los temas ecológicos. Sobre todo ha sido una narrativa que impusieron los Estados Unidos. La realidad, sin embargo, es muy distinta, pues China desde el año 2015 firmó el famoso “Acuerdo de París”, que versa sobre acciones concretas para la lucha contra el cambio climático.
En cambio, es hasta la presidencia de Joe Biden, que el 19 de febrero del 2021 EU formalmente firmó este acuerdo, aunque en 2016 ya se habían “adherido”.
Un punto importante es que desde el año de 1978 en la constitución de China existe el compromiso: “el Estado protege el medio ambiente y los recursos naturales, y previene y elimina la polución y otros peligros públicos”
Además de que en 2020 el presidente de dicha nación Xi Jinping firmó con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) un acuerdo para que “China aumentará sus aportaciones voluntarias para que las emisiones de CO2 disminuyan para 2030 y se convierta en un país neutro en carbono para 2060.”
Para ello se ha comprometido a la implementación de distintas políticas medioambientales que frenen al cambio climático. Desde la reducción del uso del carbón, y el aumento del uso de las energías renovables, tanto en la vida industrial y como en el ámbito doméstico.
También el uso de elementos de fabricación con materiales renovables y menos contaminantes, fomentar el uso de transporte eléctrico público, impulsar tecnologías para combatir la contaminación, el manejo de la basura, la protección de grandes áreas verdes y lo más llamativo: una ley impositiva para la protección ambiental.
Por todo lo anterior, no resulta extraño que China abrace con entusiasmo la utilización de combustibles sostenibles (SAF por sus siglas en inglés) en su aviación.
Un ejemplo de ello es Cathay Pacific, la décima aerolínea más grande del mundo, asentada en Hong Kong, cuya directora de sostenibilidad, Grace Chung, declaró que a pesar de los altos costos de SAF para la industria aeronáutica, esta línea aérea se encuentra actualmente trabajando en conjunto con el gobierno de China para conseguir una forma más económica de fabricar este combustible sostenible.
Por lo pronto, es a través de la empresa estatal State Power Investment, que se busca fabricar SAF en cuatro plantas, que serán capaces de producir entre 200 mil a 400 mil toneladas, para el año 2026.
Por tal motivo la fabricante de aviones chinos COMAC, está utilizando combustible el SAF en su avión C919, el modelo con el que se busca competir con Boeing y Airbus. El combustible se lo está proporcionado Sinopec (China Petroleum & Chemical Corporation), una de las principales petroleras de China, que ya se encuentra fabricando SAF.
La Administración de Aviación Civil de China (AACC) aprobó a principios de año a un proveedor para la fabricación del SAF, dejando serias pruebas de que poco a poco China se está involucrando en este tema, que actualmente es de mucha importancia para la aviación.
Sobre todo por las metas que se tienen trazadas para la descarbonización de la industria aeronáutica a nivel mundial para el 2050. Sabemos que si el gigante asiático se suma a la producción de SAF, algo que parece un sueño posible de alcanzar, comenzará a verse como una posibilidad que el mundo sí cumpla con la meta.
Además del SAF, en el hidrógeno existe otra alternativa en cuanto a combustibles “limpios” o amigables con el medio ambiente. La aviación es una industria que deja una importante derrama económica en cada uno de sus países, y si además ofrece ser un transporte rápido y eficiente, que contribuya a combatir el cambio climático, el panorama de oportunidades mejora muchísimo.