No se cobran

Punto por punto:

1. Las vacunas contra el covid son gratis, es decir, en ningún lugar del mundo están a la venta.

2. Ya se demostró que las personas vacunadas —ni siquiera quienes se aplicaron la Sputnik— fueron castigadas por el diablo con la aparición de colas de marrano en la nariz ni de antenas de marciano en el ombligo.

3. Todas las vacunas —hasta las chinas, rusa y cubana— ayudan bastante a no enfermar gravemente de covid.

4. El único inconveniente real de las vacunas no es un problema de todas, sino solo de las no autorizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA).

Las columnas más leídas de hoy

5. Tal problema es el de estar inmunizado o inmunizada y no poder viajar a muchos de los países ricos, donde sus autoridades exigen un certificado de vacunación, pero no cualquier certificado de vacunación: en general solo confían en las inyecciones neoliberales de BioNTech/Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen/Johnson & Johnson.

6. Es decir, quienes fueron inoculados con las maravillas de ciencia antineoliebral de Rusia, China y Cuba, tristemente, son personas no vacunadas para las autoridades migratorias de no pocas naciones ricas y poderosas —que, hablemos con sinceridad, son las que más se antoja visitar; a veces sí dan ganas de viajar para comparar los baches mexicanos con los de cualquier ciudad de Latinoamérica, pero son más agradables las carreteras razonablemente bien pavimentadas de Estados Unidos, Alemania, Países Bajos, etcétera—.

Pavimento, baches, bicicletas y retina

Aprovecho para una sugerencia a Claudia Sheinbaum, quien realmente hizo muy buen trabajo con la campaña de vacunación en la Ciudad de México, reconocido inclusive en el extranjero.

Señora jefa de gobierno: Con respeto te suplico convenzas a los alcaldes y las alcaldesas para, en alianza con tu administración, pavimentar, así sea por encimita, todas las calles de las ciudad de México.

Me gusta pasear en bicicleta y he encontrado algunas rutas en Santa Fe y en el Bosque de Chapultepec para hacerlo con relativa seguridad. El problema es que ya no debo hacerlo, no ahí.

No debo, en efecto. Por recomendación de dos oftalmólogos competentes, los doctores Juan Manuel Paulín Huerta y Rodrigo Matsui Serrano, el primero experto en cirugía de cataratas, cirugía faco retroactiva y presbicia, y el segundo en mácula, retina y vítreo.

El exceso de brincoteo entre los tantísimos baches, sobre todo en las bajadas —cuando se rueda a más velocidad—, me puede complicar, y debo evitarlo, un malestar en mis ojos que con la edad me atacó, el desprendimiento de vítreo.

Espero que no llegue a mayores, pero para no tentar al desprendimiento de retina, mucho más peligroso, mejor me traslado a pedalear a los únicos 4 kilómetros bien pavimentados de la CDMX, los del Autódromo de los Hermanos Rodríguez.

Seguramente el pavimento del autódromo capitalino está en tan buenas condiciones por exigencia de la Fórmula 1; no encuentro otra explicación al hecho de que aquí pueda uno rodar en lo lisito, mientras que en cualquier otro lugar de la capital mexicana —y de todas las ciudades de nuestro país— una bicicleteada dominguera a 15 por hora implique un sufrimiento similar al de recorrer a toda velocidad los 54 kilómetros de adoquines en la París-Roubaix, que es la carrera clásica de clásicas en el ciclismo.

Sé que no es culpa tuya, Claudia. Así de te dejó la ciudad el hoy senador Miguel Ángel Mancera, quien nada hizo por las calles de la CDMX; estas sí habían recibido mantenimiento —nunca el que se requiere— en las administraciones de Marcelo Ebrard y, sobre todo, de Andrés Manuel López Obrador. Pero…

Ni hablar, doctora Sheinbaum, pavimento es civilización, y una metrópolis que en más de un sentido se distingue por su cultura y su respeto a los derechos humanos, necesita pisos con muchísimos menos pozos y alcantarillas en mal estado.

Pienso que algo se tendrá que hacer, ya en esta administración, para financiar un proyecto de dimensiones gigantescas para mejorar las avenidas capitalinas.

Y, estoy seguro, el próximo gobierno federal, llegue quien llegue a la presidencia, deberá convertir el rescate de las calles de la Ciudad de México —más las de Monterrey y Guadalajara— en la principal de sus obras públicas.

El pavimento es cultura y también erudición para la mejor coexistencia comunitaria. Urge que ya contemos con una infraestructura vial que nos invite a ser mucho más educados al convivir en los espacios públicos.

¿Por qué gente que tiene en sus países acceso a todas la vacunas, sobre todo a las de primer nivel, las rechaza?

La respuesta es una: por ignorancia. O por ideología o religión, que cuando se llevan al extremo representan casos especiales —y muy severos— de ausencia del más elemental conocimiento acerca de lo que debe hacerse para vivir en sociedad sin generar conflictos.

En el caso de las personas antivacunas con estudios profesionales cabe decir de ellas que han sido contagiadas por el virus, terrible, de la ignorancia supina, es decir, la que se niega por simple necedad a entender lo que puede y debe entenderse.

Según Helena, colaboradora de un sitio chileno de etimologías, esta clase de ignorancia raya en la absoluta estupidez.

Citigroup

Uno de los grandes bancos de Estados Unidos, Citigroup Inc., ha sido el primero en imponer una obligación a sus trabajadores y trabajadoras: vacunarse contra el covid o perder los empleos.

Tienen hasta el 14 de enero para inocularse quienes no lo haya hecho ya; si no lo hacen, primero perderán el salario —se les dará una licencia sin goce de sueldo— y después el trabajo.

Quienes sufran el despido podrán defenderse en los tribunales, y en una de esas derrotarán al banco —lo que considero improbable—, pero incluso en el mejor escenario para quienes demanden a Citigroup les costará pagar un juicio largo, y qué bueno que así sea: les resultará carísimo no haber aceptado la vacunación gratuita.

Macron

El presidente francés dijo que quiere mear a quienes no se hayan vacunado. No es literal, no se abrirá la bragueta cada vez que vea a un o una antivacunas, pero sí hará todo lo que pueda —y tiene apoyo político para ello— en el sentido de complicar la vida a quienes han rechazado las vacunas sin costo. Pagarán un alto precio por no ser suficientemente listos y solidarios, ya que, aceptémoslo, la vacuna protege a quien la recibe, pero también al resto de la sociedad.

Djokovic y el hotel piojoso

El campeón de tenis Novak Djokovic ha gastado demasiado dinero y tiempo buscando que se le conceda una excepción al requisito de vacunación para visitar Australia, donde se celebra el primer Grand Slam del año.

Consiguió la excepción de una autoridad local, pero al aterrizar en ese país, los guardias de fronteras —del gobierno nacional— le impidieron la entrada y, antes de deportarlo, lo encerraron en un hotel piojoso, según ha dicho la familia del tenista.

Ya lleva varios días en un cuarto del feo e “infame” Park Hotel Melbourne dando golpes de derecha y de revés cada dos minutos a las pulgas y garrapatas que lo atacan, insisto, de acuerdo a lo que han dicho el padre y la madre de Djokovic.

Lo más probable es que del “infame” establecimiento salga Djokovic contagiado de covid o de cualquier otra cosa, ya que tal hotel se utiliza para confinar a refugiados que llegan a Australia en malas condiciones sanitarias que ahí se agravan.

El campeón Djokovic va a pelear y, para ello, contrató abogados caros. Estos ya lograron, para el próximo lunes, una audiencia con cierto juez, quien decidirá si el tenista puede jugar el Abierto de Australia, o si toma el primer vuelo de regreso a casa como dijo el primer ministro Scott Morrison.

Aun en el caso de que el juez le dé la razón —algo no del todo probable—, Novak Djokovic ya perdió días de entrenamiento y mucho dinero para defender su derecho antivacunas en tribunales. Eso sí, ganó pulgas y piojos y aun garrapatas, lo que podría llevarle a enfermar de tifo o de Lyme.

Todo eso se lo habría ahorrado si hubiera confiado en la ciencia y aplicado dos dosis de cualquier vacuna gratuita.