“El asco elevado a la condición de sentimiento moral”. Esto lo leí en un blog, el de José Antonio Marina, autor del libro Historia universal de las soluciones. Él dijo que su obra “emerge de una duda: ¿dónde aprenden los políticos a cumplir con su cometido, es decir, a solucionar los problemas de la sociedad?”. Responde el señor Marina: “Desgraciadamente lo hacen en la lucha por el poder, que no es una buena escuela”.
En el blog de José Antonio Marina encontré un interesante artículo sobre el asco, “una de las emociones básicas”. Asco, en efecto, “un sentimiento de aversión”.
El asco, dice el citado analista, es una “emoción muy pegada a la fisiología”. Es verdad, el mal aliento de algunas personas puede llevarnos al vómito. Entonces, el experto que trata la halitosis antes de empezar un tratamiento debe superar el asco. Las heces también producen nauseas, algo que no pueden permitirse especialistas en medicina que las encuentran a diario, como la gente que se dedica a la gastroenterología o la coprología.
José Antonio Marina cita a dos psicólogos, Paul Rozin y Jonathan Haidt, que consideran que hay tres grupos de emociones morales: (i) Vergüenza y culpa. (ii) Desprecio, furia y asco. (iii) Compasión.
Por lo demás, afirma el citado autor, “la palabra castellana asco tiene una etimología rara. Según Corominas, deriva del castellano antiguo usgo,’odio, temor’, pero María Moliner supone que se modificaría por influencia de asqueroso, que procede del latín escharosus,’cubierto de costras’)”.
Lo que sea, la gente dedicada a la política debe aprender a dominar el asco cuando, para solucionar un problema, debe juntarse con algún hombre caca con grave problema de halitosis (digamos Miguel Ángel Yunes). Todavía hace unos meses la presidenta electa Claudia Sheinbaum habría vomitado si alguien tan éticamente maloliente como Yunes hubiera pasado a 10 metros de distancia de ella. Ayer Claudia lo recibió sonriente. Así es el poder, así ha sido siempre y no cambiará. Tal vez la superación del asco sea la mejor manera de gobernar un país. Debió haber representado un gran esfuerzo para la presidenta aguantar la respiración para no oler a don Yunes.
Ebrard encumbrado, pero la cumbre verdadera es la de Río
Por lo demás, hablando no de asco, sino de otra emoción moral equiparable —el desprecio— me ataqué de la risa leyendo que a Marcelo Ebrard ya lo presentan sus amigos en los medios como el bombero que ha empezado a apagar los incendios que enfrenta la todavía no nacida administración Sheinbaum.
En El Financiero Enrique Quintana dijo: “El bombero Ebrard entra en acción. Lo que tiene que lograr es ni más ni menos que levantar la inversión privada, y especialmente, la inversión extranjera, que ya anda claramente de capa caída en México. Marcelo Ebrard ya comenzó a realizar el trabajo de bombero, para el que tiene muchas cualidades”.
Con todo respeto, señor Quintana, favor de no mamar. Es mala idea magnificar el evento que ha organizado Ebrard, “el CEO Dialogue (Diálogo Anual de Alto Nivel de empresas de EU y México), que contará con la asistencia de Claudia Sheinbaum”. En otros espacios periodísticos hasta le llaman cumbre en el sentido de la cuarta definición de esta palabra que da el Diccionario de la lengua española: “Dicho especialmente de una reunión: Compuesta por los máximos dignatarios nacionales o internacionales para tratar asuntos de especial importancia”.
Claudia sabrá, pero 15 días después de la minicumbre de Ebrard se realizará una cumbre verdadera en Río de Janeiro, Brasil, a la que asistirán, entre otros y otras líderes globales, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden (podría acompañarle quien gane las elecciones en ese país, Kamala Harris o Donald Trump); el de Francia, Emmanuel Macron; el de Rusia, Vladimir Putin; el de China, Xi Jinping; el canciller de Alemania, Olaf Scholz; el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; el de India, Narendra Modi; el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman; la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil.
Claudia Sheinbaum está invitada a esa reunión, pero ha expresado dudas acerca de si acudir o no. Si no lo hace el bombero Ebrard se va a colar al G20, como lo hizo durante el gobierno de AMLO. Supongo que los bomberazos de Marcelo de hace años le generaron, no asco, sino desprecio a la hoy presidenta electa. Lo supongo porque, sin duda, fueron acciones despreciables que en nada ayudaron al país, pero sí le sirvieron al apagafuegos favorito de la prensa para hacerse publicidad. De nada le sirvió a México la asistencia de Ebrard a los grandes eventos globales porque a quien se esperaba en los mismos era al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien tomó la decisión de no acudir a ninguno. Si Claudia se abstiene dará lo mismo si la representa Marcelo o quien será su canciller, Juan Ramón de la Fuente: nadie los va a pelar.
La cumbre de verdad, en la que sí puede Claudia Sheinbaum precisar lo que verdaderamente hace la 4T, es la de Río de Janeiro. Ojalá la presidenta esté ahí. Mucho ayudará la presencia de Lula en su toma de protesta porque, si el presidente de Brasil viene, será una descortesía impropia de una mujer de principios como Claudia no acudir al gran evento del histórico líder brasilero de izquierda.
Posdata: Asquito no sintió Claudia por Adán Augusto al lado de Miguel Yunes. Asquito no, pero pues algo de conmiseración sí: él que se sentía, como en la canción de Cuco Sánchez, el rey de todo el mundo, ahora apenas la hace como amaestrador de impresentables veracruzanos. Cruel y despiadado de todo se reía, pero hoy implora cariño aunque sea por piedad. Fallaste corazón.