Querido presidente, querida presidenta electa:

Saben que les aprecio, les respeto y les admiro. Claro está, no puedo estar en todo de acuerdo con ustedes. Así que con sinceridad y buena fe les digo que me preocupa la posibilidad de que detrás de la apresurada reforma del poder judicial —rechazada por la mayoría de quienes más saben de derecho— pudiera estar una frase cínica que alguna vez leí: “No basta con tener éxito, también es necesario disfrutar del placer de ver fracasar a los demás”.

Andrés Manuel, Claudia, son ustedes excelentes personas, honestas, de principios, extraordinariamente inteligentes. Les suplico reflexionar acerca de si no habrá habido asesores y asesoras a quienes no les dio suficiente alegría la victoria y manipularon para hacer de un simple proceso electoral algo que ya parece guerra de exterminio. Me disculpo si les ofendo, pero estoy preocupado por lo que está ocurriendo en mi país.

La defensa que ha hecho la 4T de la reforma del poder judicial se basa en la la etimología de democracia: viene del griego demos (pueblo) y krátos (gobierno), esto es, gobierno del pueblo. Solo por eso les parece buena idea que la gente elija en urnas de votación a todas las miles de personas juzgadoras que un país tan grande como México requiere, desde jueces y juezas de primera instancia hasta ministros y ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Veo cuatro problemas:

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Primer problema. Inventar el agua tibia. Esta puede ser muy mala idea. Porque, ni hablar, las mejores democracias del mundo no eligen de esa manera a quienes juzgan. Por algo será. Jugar a que somos en México infinitamente creativos puede ser un error grave. Recomiendo un artículo de Sergio Sarmiento en Reforma, “No es el voto”.

Segundo problema. Las prisas. Anoche, tres días después de haber llegado al poder legislativo, diputados y diputadas de Morena y sus partidos aliados aprobaron, en lo general, la reforma del poder judicial. ¿En serio tuvieron tiempo de analizar todas sus implicaciones? Me dirán que antes hubo foros para discutirla, y es verdad, pero evidentemente en los mismos se ignoró a los y las especialistas que más saben de derecho. No había ninguna necesidad de acelerar una modificación constitucional tan importante.

Tercer problema. El empacho de incertidumbre. Es un hecho: el solo anuncio de la reforma del poder judicial ha generado turbulencias financieras, que lamentablemente ya nos han llevado a recordar los cambios presidenciales de López Portillo a De la Madrid y de Salinas a Zedillo, dos transiciones mal manejadas que empobrecieron a la sociedad mexicana. Los mercados, guste o no, reaccionan mal ante la incertidumbre, y esta podría indigestar al gobierno de la presidenta Sheinbaum debido al cambio radical en la judicatura. Quizá por razones políticas convenga negar este hecho, pero por elemental objetividad en cualquier análisis debe ser aceptado como un riesgo mayor.

Cuarto problema. Son 18 reformas. Y una, la judicial, de complicada implementación. Después de años, no hemos podido asimilar un cambio en la judicatura bastante menor comparado con el que ahora se plantea, el de los juicios orales. Si en el Senado y en la Cámara de Diputados y Diputadas no se tiene cuidado extremo en los detalles, aparecerá otro riesgo enorme: que la presidenta Sheinbaum pase todo su sexenio implementando las reformas constitucionales que le heredará el presidente López Obrador. Como si no fuera Claudia a tener suficiente trabajo le caerá encima una montaña de cambios para ver cómo los lleva a la práctica sin generar atrasos en litigios que podrían enloquecer a mucha gente y, lo peor, evitando la llegada de jueces y juezas populares, sí, pero sin capacidad ni experiencia y, lo peor, ligados a grupos de poder real, entre muchos otros inconvenientes, como el costo, no solo de otro proceso electoral, sino el que necesariamente implica cualquier cambio de tal magnitud.

Dejo enseguida mi apunte para lo que hoy miércoles 4 de septiembre diré en El Heraldo Radio, en el noticiero de Sergio Sarmiento y Guadalupe Juárez en el contexto del tracking ClaudiaMetrics.

Viene al caso una frase cínica: “No basta con tener éxito, también es necesario disfrutar del placer de ver fracasar a los demás”.

Estamos en SDPNoticias pensando en futuras preguntas para el tracking ClaudiaMetrics. Tienen que ver con las reformas constitucionales que pronto se aprobarán, sobre todo la del poder judicial. Vale la pena buscar la opinión de toda la gente: no solo deben expresarse personas dedicadas a la política y a las leyes.

Son en total 18 reformas a la Constitución las que quiere el presidente Andrés Manuel López Obrador. Con las mismas, ademas del cambio total en la judicatura, desaparecerán los órganos autónomos que regulan la competencia en los mercados de productos y la telefonía móvil y dan acceso a información pública.

Si todas las 18 reformas a la Constitución se aprueban, el próximo gobierno, el de la presidenta Claudia Sheinbaum, enfrentará una indigestión de incertidumbre financiera difícil de curar.

Solo en implementar y asimilar las 18 reformas se puede ir todo el sexenio de la presidenta Sheinbaum, lo que se hará con el permanente riesgo de desaceleración de la economía. No puede haber nada peor que el empacho de incertidumbre, que necesariamente se traduce en ausencia de inversiones.

Y ello sin contar con el hecho de que cambiar, de un día para el otro, la cultura jurídica de un país es una tarea de lo más compleja. Seamos realistas. Un cambio de hace tiempo en la judicatura, bastante menor comparado con el que ahora se plantea, el de los juicios orales, después de años de haberse puesto en marcha, no hemos terminado de asimilarlo.

A partir del arranque del próximo sexenio, implementar una reforma tan profunda, que implica cambiar a todas las miles de personas juzgadoras para elegir en las urnas a quienes les reemplacen, se antoja una tarea de plano imposible.

Y la judicial es solo una de 18 reformas a la Constitución. Como nada había que exigiera tantas cambios, lo único que puede pensarse es que la 4T los está promoviendo solo porque sí, porque puede. Para aplastar a una oposición ya suficientemente apabullada.

Ojalá lo que anime a la izquierda en el poder no sea la frase citada al principio, la de “no basta con tener éxito, también es necesario disfrutar del placer de ver fracasar a los demás”.

No hay ninguna necesidad de patear al vencido. La gente buena no lo hace, los vándalos sí. Hay en la 4T personas con ética, como la presidenta Sheinbaum: ojalá se impongan a quienes suelen dar la impresión de actuar con salvajismo.

Aquí mi participación en el noticiero de Sergio Sarmiento y Guadalupe Juárez en El Heraldo Radio: