Conforme las horas pasaban, la gente llegaba. No cabía ni un alfiler en el Monumento a la Revolución ni en calles aledañas. Claudia movió multitudes que felices, contagiados de ese ánimo que da saber que continuará un gobierno humanista, acompañaron a quien encabeza las encuestas y que con seguridad, será la primera presidenta de México.

Tendrías que ser de plomo, sin sangre en las venas, para no sentir esa emoción. La cita que se dieron miles de personas es una de tantas muestras del porqué Claudia es líder. Su liderazgo no es producto del azar. Detrás de Claudia hay millones de personas comprometidas con el país, además de un equipo sólido, cuyos integrantes culminan, como ella lo dijo “fuertes y victoriosos”, impulsando el cambio verdadero que en unos meses hará realidad lo que no hace mucho parecía imposible: México tendrá una mujer en la presidencia.

La tarea de aquí al 2 de junio no es sencilla, ni tampoco lo será después de la elección. Claudia, la mujer, la presidenta, debe pisar suelo firme para que en cada rincón del país se acabe la desigualdad heredada de gobiernos anteriores que vivieron del saqueo y la traición. Hoy Morena gobierna 21 estados y está por conquistar aquellos que antes se negaban a dejar un régimen de privilegios. La ola guinda camina sin tropiezos y para seguir avanzando, durante los 60 días de precampaña Claudia no necesitó de la mentira ni de la descalificación. No mintió porque hay un gobierno que la respalda y que ha dado resultados. No descalificó porque no hace falta.

Aquellos, los otros, los que hicieron las cosas mal en el pasado, son los que cargan ahora con el fracaso no solo de su fallida candidata, cargan con el fracaso de su propia historia. Claudia ganó la precampaña y ganará la presidencia. Lo que sigue para Xóchitl y la oposición es un desastre, por decir lo menos. Ya veremos en seis años si aprendieron la lección.

Al derecho y al revés

De mal en peor vimos en días previos a Xóchilt Gálvez, exigiendo debatir solo por capricho con la virtual ganadora de la próxima elección. Debe ser muy duro aceptar el fracaso, más cuando te brillan espejitos y te sueñas en la cima. Al fracaso del teleprompter, de su discurso vulgar y de su poca empatía, le sumamos la necedad que esconde la frustración de saberse derrotada y su necesidad de llamar la atención. El camino por recorrer en los meses venideros será espinoso para Xóchitl, quien de no mejorar pasará a la historia como un mal chiste. Ni hablar.