Nadie ha puesto en duda las credenciales académicas de Claudia Sheinbaum. Quizá muchos han cuestionado abiertamente su filiación política, su pertenencia a un movimiento que ha promovido el autoritarismo y su lealtad a un caudillo que ha sembrado el pánico entre los partidarios de la democracia liberal. Sin embargo, su formación profesional es destacada.
Con motivo de la publicación de los resultados de PISA, AMLO y los suyos han buscando descalificar a la prueba como “neoliberal” intentando, a su paso, deshacerse de la responsabilidad de que la educación en México enfrenta una de las peores crisis de su historia. La realidad es una: el futuro de México está hipotecado ante los intereses gremiales representados por una camarilla de líderes sindicales.
Como bien ha apuntado Eduardo Backhoff Escudero, ex presidente de la Junta de Gobierno del extinto INEE, y especialista en materia educativa, los resultados arrojados por PISA son alarmantes, y ha recordado que la prueba es costosa, y que fue el propio gobierno de AMLO quien decidió participar en ella. Por tanto, está obligado a reconocer sus resultados y actuar en consecuencia.
Por su parte, Claudia Sheinbaum se perfila como la próxima presidente de México. Como he señalado, la ex jefa de gobierno ha sido reconocido por una destacada trayectoria académica. Uno podría intuir que la candidata conoce bien la importancia de la educación y de la investigación científica, y por tanto, encabezaría esfuerzos desde la presidencia para asegurar que los niños y jóvenes mexicanos que cursan la educación pública cuenten con los medios provistos por el Estado para su desarrollo.
La candidata se encuentra pues ante un dilema inquietante: ¿continuará las políticas de AMLO dirigidas a destruir la educación pública con su perversa alianza con el sindicato en detrimento de los estudiantes? ¿estará dispuesta a ratificar a un miembro del SNTE como secretario de Educación Pública? ¿seguirá la línea dictada por AMLO de reducir los presupuestos a centros de investigación?
¿Continuará afectando al CONACYT y a los investigadores con recortes a su financiamiento y con su desprestigio público promovido desde la presidencia de la República? ¿O por el contrario optará, de acuerdo a su propia experiencia académica, por la promoción de la calidad de la educación como pilar del desarrollo? ¿Cederá Claudia la política ante Claudia la científica que todos esperamos se convierta en propulsora de la calidad de la enseñanza, del enriquecimiento de la labor investigativa y defensora del pensamiento crítico? Veremos.