Medios de comunicación informaron la semana pasada que hubo un evento público organizado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con la participación de la actual jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo.

El sábado 5 de noviembre, 2022, el diario La Jornada publicó lo siguiente: “La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, tuvo una reunión con integrantes del SNTE, donde consideró que para garantizar el derecho a la educación en todo el país y en la ciudad es importante invertir en este sector y mejorar las condiciones laborales de los docentes.” (nota de Rocío González Alvarado)

Entiendo que su grupo de asesor@s políticos y de comunicación ha recomendado a la doctora por la UNAM caminar por el difícil trayecto de armar una política de alianzas con diversos grupos, organizaciones y sectores de la sociedad; sin embargo, me parece que es necesario plantear algunas preguntas tanto a la precandidata como a quienes la acompañan en su viaje-proyecto político rumbo a la contienda electoral de 2024.

¿Cuál es la razón política para pactar una alianza con la dirigencia antidemocrática, clientelar y corporativista del SNTE? ¿La escuela del pragmatismo de López Obrador, antes en campaña y durante su gobierno, está puesta en acción? ¿Hay una apuesta por la rentabilidad política y electoral que representa la dirigencia de este gremio, que en el pasado cohabitó políticamente tanto con el PRI como con el PAN? Recordemos que durante el sexenio de Calderón Hinojosa (2006-2012) prácticamente el gobierno entregó la rectoría de la educación pública al SNTE. ¿A cambio de qué el SNTE dará apoyo a la precandidatura y luego a la eventual candidatura de Sheinbaum Pardo?

La lucha por el poder político en México, hoy, obtuvo su banderazo de salida desde hace algunos meses, cuando el presidente López Obrador dijo que, rumbo al 2024, en este régimen de la “4T” no habría “destapes” ni “tapados”. El tabasqueño indicó que las épocas de la “cargada” a favor de un candidato del presidente o desde el partido en el gobierno quedaron en el pasado, y que el famoso “dedazo” es hoy historia política del país, pero no presente.

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Así, las precampañas rumbo a la contienda política y electoral de 2024, de manera no oficial, han iniciado en México. Las/los contendientes por el partido Morena y las fuerzas de oposición al régimen político de la “4T” circulan por la pasarela pública, en forma abierta o velada, es decir, a través de diversos frentes y por las plazas públicas o diferentes espacios del territorio nacional tanto en formato mediático como directo, presencial.

Para la ciudadanía es evidente que Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal son las fichas o “corcholatas” del presidente López Obrador y del partido Morena para contender por la silla presidencial en los comicios a realizarse en dos años. De entre ellas/ellos saldrá la/el candidat@ a la presidencia para 2024 del partido que encabeza la mayoría nacional en las urnas, hasta el momento.

Cabe recordar que Morena suma 22 de 32 gubernaturas ganadas en elecciones locales en cuatro años, mismas que están en ejercicio político en el país, y que es el partido que, en coalición electoral, obtuvo la mayoría simple en la Cámara de diputados federal durante los comicios de 2018 y 2021. Y aunque cuenta con mayoría simple en el Senado de la República y su margen de maniobra es más limitado, su capacidad de liderazgo y negociación parlamentaria es alta.

Por parte de la oposición aún no están claras ni siquiera las precandidaturas, sin embargo, suenan, poco, pero suenan los nombres de Luis Donaldo Colosio hijo (Movimiento Ciudadano), Beatriz Paredes (PRI) y Ricardo Anaya (PAN) o Margarita Zavala (independiente). Cada una o uno de ell@s tiene muy diferentes bases sociales de apoyo y niveles de arraigo diversos entre la población.

Claudia Sheinbaum Pardo, actual jefa de gobierno de la CDMX desde 2018, reúne altas expectativas sociales para ser elegible como candidata de Morena y dar continuidad a la transformación de la vida pública iniciada por López Obrador. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas: Hay registros de que, al calor de la contienda latente, de pronto se han dado desde tonos ríspidos de intercambios entre simpatizantes, hasta golpes por debajo de la mesa entre precandidat@s y sus respectivos adeptos, fuera y dentro de Morena.

Sheinbaum Pardo ha participado en movimientos estudiantiles y sociales desde su juventud (1985-1986). Fue integrante sobresaliente de la dirigencia del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), en la UNAM, movimiento que luchó contra el Plan Carpizo (mediante el cual se buscaba, entre otras cosas, aumentar a estudiantes las cuotas de pagos) y a favor de derechos universitarios ganados en la institución desde los años sesentas (como el pase automático del bachillerato a la licenciatura dentro de la misma casa de estudios).

En esa coyuntura, el CEU encabezó una importante movilización de protesta universitaria y estalló una huelga en la institución en 1986. Algunos de los puntos del acuerdo alcanzado entre la dirección estudiantil y las autoridades universitarias consistieron en llevar a cabo un diálogo público, realizado de inmediato, y la celebración de un congreso general universitario que finalmente se concretó en mayo-junio de 1990. El saldo de ese proceso de conflicto social fue “blanco” y se resolvió de manera pacífica, pues permitió avances importantes en la reorganización consensuada de la universidad.

Pero la fuerza de ese movimiento no recayó solamente en la lucidez de sus dirigentes, sino en la capacidad organizativa de las bases estudiantiles tanto de escuelas como de facultades (en los niveles profesionales y de posgrado); así como en el estudiantado de la escuela nacional preparatoria y del colegio de ciencia y humanidades (en el nivel de bachillerato).

Dos de las cualidades políticas de la precandidatura que representa Claudia Sheinbaum, en contraste con sus adversarios políticos y compañeros de partido, son su clara distancia del régimen autoritario priista, que gobernó México durante más de siete décadas (los demás precandidatos tienen historias priistas, aunque abandonaron a ese partido desde hace años); así como su abierta discrepancia con las políticas públicas neoliberales que se aplicaron durante los últimos 36 años en México.

Pero, cabe preguntar: ¿Claudia es una operadora política con resultados que la avalen? ¿Por qué el partido Morena perdió las alcaldías de Azcapotzalco, Coyoacán, Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Tlalpan (que antes gobernó Sheinbaum), Benito Juárez, Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo durante los comicios de 2021? Una lectura política que se puede sugerir al respecto, es que la doctora no ha operado políticamente de manera organizada y adecuada, es decir, no ha creado bases sociales consistentes en la gran ciudad de México, a partir de un programa y de una serie de acciones de gobierno a favor de las demandas y los derechos de la ciudadanía.

Morena, como movimiento y luego como partido en el gobierno, se ha pronunciado con especial énfasis en contra de las privatizaciones de los bienes públicos y ha dado una intensa lucha contra la corrupción y la impunidad. Lucha sin duda difícil. Procesos en los cuales tanto el gobierno como la sociedad habrán de trabajar de manera vinculada y coordinada durante los siguientes años para dar los resultados esperados, puesto que éstos no son problemas que se erradiquen de la noche a la mañana. ¿La ciudadanía y el sentido popular de los cambios o transformaciones configurados hasta el momento avalarán un eventual segundo sexenio (gobierno federal) al partido Morena?

Primero habría que definir bien con quién se va a recorrer ese difícil camino. Con quién se pactarán abiertamente las alianzas y en qué términos. A partir de qué principios y actitudes política y éticamente congruentes.

Mientras las políticas públicas educativas estén supeditadas a los arreglos en las alturas entre las élites políticas y sindicales, sin la participación amplia y organizada del magisterio, desde abajo. Mientras la pobreza y desigualdad social se extiendan en la mayoría de los territorios y poblaciones de la nación. Y toda vez que las estrategias aplicadas no den resultados significativos para combatir la pobreza y sus efectos, entre otros conflictos sociales, las políticas públicas sociales y educativas puestas en marcha, a través de programas y acciones encabezadas por el gobierno federal, estarán atravesadas por la desilusión y el desencanto.

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