Me emocionó la ceremonia de toma de posesión de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México. Dicha emoción nace de dos motivos: porque la conocí y conviví con ella en la lucha estudiantil del CEU, y porque considero que, por su origen, trayectoria y preparación, tiene la capacidad para conducir el destino de la nación durante los próximos seis años.

El mensaje desde el Congreso de la Unión fue poderoso: tres mujeres, tres momentos, tres ánimos, presidiendo los poderes del Estado. Me gustó el primer discurso de Claudia Sheinbaum como presidenta: se acabó la retórica, inician las acciones. Reconozco el esfuerzo de Ifigenia Martínez presidiendo la sesión de Congreso General, y la presencia silenciosa, seria, de Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

No repetiré lo que a estas alturas se ha dicho hasta el cansancio; simplemente, como millones de mexicanos, deseo que su gobierno sea bueno para México.

Me da risa que por meses algunos y algunas integrantes del equipo de transición de la nueva presidenta fueran tan quisquillosos en frivolidades, como el tipo de micrófono, el tamaño del atril y el terciopelo verde, la exigencia de una toma limpia, la depuración de los medios de información a los que negaron el acceso, para que ellos mismos ensuciaran la toma general convirtiendo al palacio legislativo de San Lázaro en un búnker de manera innecesaria e inútil.

Innecesaria, porque los opositores se manifestaron en la columna de la independencia; inútil, porque, a pesar de los registros biométricos que puso en práctica el ejército, un grupo de manifestantes se les coló. En fin, ojalá la presidenta instruya a sus colaboradores a fijarse más en el fondo que en las formas.

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Soy idealista; deseo que Sheinbaum ejerza el poder con justicia y coraje, con templanza y razón. Pero como los hombres y mujeres son de bronce, como de bronce es la política, simplemente aspiro a que la presidenta tenga las luces y el sentido común para no meter tanto la pata, o, si la mete, que no sea en asuntos importantes.

Terminada la ceremonia de Estado, las reuniones protocolarias y el mitin político, en su nuevo despacho del Palacio Nacional, a la presidenta la esperan tres montones de pendientes: el montón de los asuntos urgentes, el de lo importante y el de todo lo demás. ¿Qué atenderá primero Claudia Sheinbaum?

En lo urgente destacan Acapulco y Culiacán. Ya sabemos que mañana, después de su primera conferencia mañanera, Sheinbaum visitará Acapulco para encargarse directamente de la atención a los damnificados del huracán John. Su presencia está bien, pero ya lo dijo la propia presidenta municipal de Acapulco, Abelina López: para que el apoyo se note, se necesitan por lo menos 50 mil millones de pesos; algo menos que eso solo sería taparle el ojo al macho.

Es más, la presidenta tiene que tomar la decisión de reconstruir Acapulco o bien construir un nuevo Acapulco de manera integral.

En Culiacán, el horno no está para bollos: más de cien asesinatos en tres semanas de enfrentamientos entre “chapitos” y “mayitos”, un gobernador rebasado y una sociedad que oscila entre el miedo y la frustración. Obvio, la decisión no es mandar más elementos de las fuerzas armadas ni ordenar enfrentamientos. Esperamos que el “súper” policía Omar García Harfuch nos sorprenda. Ya veremos, dijo el ciego.

También es urgente que la presidenta se reúna con sus coordinadores legislativos, Ricardo Monreal y Adán Augusto López Hernández, para hacer viables las reformas constitucionales, porque la mejor de las reformas constitucionales no vuela si no hay leyes secundarias.

En lo importante está el paquete económico y el presupuesto de 2025; la renegociación del T-MEC con Estados Unidos y Canadá, con cuyos embajadores López Obrador declaró una pausa; así como recomponer la relación con España.

En el montón de todo lo demás, la lista es inmensa. Esperemos que, por lo menos, cada día la presidenta se dé unos minutos para la reflexión, que ella o alguien cercano a ella le recuerde, como a los emperadores romanos, memento mori, “recuerda que morirás”. Eso pienso yo, ¿usted qué opina? La política es de bronce.

X: @onelortiz