Adán Augusto ama el dinero, Ricardo Monreal ama el poder. Ambos son terrenos fangosos, espacios frágiles en los que fácilmente puede ensuciarse cualquiera. Transaccionar con dinero ajeno es tan delicado como empoderarse con voluntades distintas ansiosas de cambio.
Ambos lucros generan altos réditos. El poder implica la capacidad de influir en la suficiente cantidad de personas para lograr lo que uno desea. El dinero implica la alta capacidad para apropiarse de recursos por vías legales, sin el riesgo de los ilícitos ni las acusaciones propias del nepotismo o el favoritismo para construir rutas legales de asignación del presupuesto público.
Claudia Sheinbaum ha sobrepasado ambos. No ha necesitado el dinero porque su inteligencia y capacidad resolutiva compensa cualquier compra de voluntades. Nunca ha optado por las vías violentas ni por las del manejo de hilos para hacerse de poder político. En cambio, dos pilares fundamentales que representan el par de piernas que mueve al mastodóntico de la esperanza, son Ricardo Monreal y Adán Augusto.
Ambos ex gobernadores saben de artimañas pues se han encargado de manejar las peores incomodidades a las que se ha enfrentado la 4T. Son negociadores, diligentes, prudentes y algunos de ellos, conquistadores.
Son males pero necesarios. No está bien visto el dinero excesivo en la 4T, ni los viajes en helicóptero ni los derroches. Lo curioso es que el senador salte a la primera provocación. No espero ni a la explicación ni al fideicomiso millonario que acumula el Senado. Simplemente, estalló.
Tampoco es secreto que entre libros y servicios, simpatizantes de un zacatecano se han beneficiado. Ambos tienen bastante que tirarse, lo interesante es que lo que pudo ser un telefonazo reclamando el recorte presupuestal, para conocer la clave secreta de acceso millonario fue un desplante de proporciones republicanas en el que la presidenta tuvo que intervenir. ¿Intenciones de manchar su plumaje que vuela alto? ¿Inocencia o imprudencia?
Nunca lo sabremos.
X: @ifridaita