La idea de redactar este artículo surgió después de leer por enésima vez la duda de tantos analistas mexicanos y extranjeros sobre cómo será la nueva relación entre Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador. Empezaré por tratar de entender un prefijo fundamental: ex-.
Ex-, dice el Diccionario de la lengua española, significa “que fue y ha dejado de serlo. Expresidente, exmarido, ex primer ministro”. Sin separación la mayoría de los casos, que quede claro. Lo subrayo porque en México algunos diarios siguen escribiendo, en forma incorrecta, ex presidente en vez de expresidente. Cito dos ejemplos:
- 1. Reforma, 20 de febrero de 2023: “Mientras activistas ciudadanos aplaudieron la propuesta del ex Presidente Felipe Calderón de reconstruir a la Oposición y dar cabida a ciudadanos para el 2024, líderes de Morena lo cuestionaron”.
- 2. Milenio, 1 de junio de 2024: “El INE también ordenó al ex presidente Vicente Fox bajar una nueva publicación que viola la veda electoral.”
En el sitio de internet de la Real Academia Española hay un capítulo, Español al día, que sirve para aclarar dudas. Ahí encontré la siguiente información:
√ “¿Los prefijos se escriben pegados a la palabra?”. Respuesta: “Sí, los prefijos y elementos compositivos se escriben unidos sin guion a la base léxica a la que afectan cuando es una sola palabra: expresidente, superbién, ultraligero”.
√ “Normas de escritura de los prefijos”:
- “Se escriben siempre soldados a la base a la que afectan cuando esta es univerbal, es decir, cuando está constituida por una sola palabra: antiadherente, antirrobo, antitabaco, cuasidelito, cuasiautomático, exalcohólico, exjefe, exministro, exnovio, expresidente”.
- “Se escriben necesariamente separados de la base a la que afectan cuando esta es pluriverbal, es decir, cuando está constituida por varias palabras: ex relaciones públicas, anti pena de muerte, pro derechos humanos”.
Así que la primera —y formalmente más importante— regla en la nueva relación entre AMLO y Claudia será que él dejará de ser el presidente López Obrador para convertirse en el expresidente López Obrador, y ella será a partir del próximo mes de octubre la presidenta Sheinbaum. Presidente con minúsculas, lo mismo que expresidente y presidenta. Me parece de muy mal gusto lo que hace Reforma: no solo escribir ex presidente, sino mayusculizar en exceso: ex Presidente, Oposición.
Como dije al principio, he mencionado todo lo anterior para intentar responder a la pregunta que se hace toda la prensa local y global —la he visto publicada en diarios de Suiza, Argentina, Reino Unido, España, Alemania, Estados Unidos, Israel…, desde luego también en México—: “¿Qué tipo de relación van a tener el expresidente López Obrador y la presidenta Sheinbaum?”.
Tal interrogante inclusive aparece en el mejor artículo que he leído sobre la presidenta Sheinbaum, el de Pere Rusiñol, publicado en el más importante medio de comunicación español de izquierda —o abiertamente identificado con las causas progresistas—, elDiario.es, que dirige Ignacio Escolar, texto reproducido en SDPNoticias con autorización de ambos: “México: revolución al cubo”. Cito a Pere:
- “¿Emancipación de AMLO?”.
- “La principal incógnita ahora por despejar es hasta qué punto Sheinbaum podrá emanciparse de la tutela de su mentor, AMLO, algo que la oposición considera imposible y que sin embargo quienes conocen a ambos dan por seguro”.
- “Pese a que forman un fructífero tándem político desde hace dos décadas, el perfil de Sheinbaum tiene contornos propios muy nítidos, que le pueden ser muy propicios para abrir una nueva etapa menos crispada: ella misma académica con formación internacional… tiene más posibilidades de recoser los destrozos con la intelectualidad cosmopolita que ha dejado la etapa AMLO”.
- “Y por su propia formación científica… tiene mucha más sensibilidad hacia los asuntos ambientales y al nuevo marco global de emergencia climática que su mentor”.
¿Qué pasa cuando alguien pasa a ser jefa —o jefe— del exjefe?
Entre la gente especializada en administración pública o de empresas privadas no está muy explorado el tema de un tipo de relación muy especial: la que debe darse entre alguien que se convierte en jefe —en esta caso jefa— de su exjefe. Pueden presentarse los siguientes cuatro casos:
- 1. Habrá jefes o jefas que, por inseguridades psicológicas, rompan de inmediato con quien fue su jefe y ahora es un subordinado más.
- 2. Habrá jefes o jefas que, por deslealtades que aparecen con la enfermedad del poder, golpeen a quien fue su jefe y ahora es su subordinado.
- 3. Habrá jefes o jefas que, por complacer a gente externa a la organización —en el caso que nos ocupa, a columnistas de diarios y a dirigentes de oposición—, se lancen a castigar duramente a quien fue su jefe y ahora es su subordinado.
- 4. Habrá jefes o jefas que logren una relación absolutamente productiva y hasta amistosa con quien fue su jefe y ahora es su subordinado.
El ideal es el cuarto caso y creo esa es la relación que se dará entre Claudia y Andrés Manuel. Porque, para empezar, el exjefe convertido en subordinado no le ha hecho a ella nada malo, sino todo lo contrario; y en segundo lugar —y sobre todo— porque él ha sido el gran constructor del proyecto que ha pasado a encabezar la nueva jefe. No hay, entre el expresidente y la presidenta ninguna razón que justifique el rompimiento.
Claudia Sheinbaum es una científica de primer orden. También ha ido una política muy exitosa. Emancipada desde su juventud, ella, licenciada en física con doctorado en energía, recibió hace unos días más votos que nadie en la historia en una elección presidencial. Resulta evidente que, mujer independiente, no necesita liberarse de ningún tipo de patria potestad ni alejarse de una relación de dependencia.
¿Debería la presidenta Sheinbaum llevarse mal con el expresidente López Obrador solo porque así lo exige la comentocracia local y de otros lugares del mundo? De ninguna manera. Creo que él y ella, personas inteligentes y estudiosas, entenderán la nueva relación que tendrán y la usarán para beneficiar a México. Es verdad, la subordinada de tantos años ahora es la jefa, esto es, la que tomará las decisiones, pero el exjefe apoyará en la medida de sus posibilidades.
Claro está, con un exjefe como AMLO —quien será subordinado en cuanto entregue la banda presidencial,— Claudia no se equivocará si lo escucha cuando la tarea de gobernar a un país enorme como el nuestro se lo exija. Porque, la verdad de las cosas, Andrés Manuel López Obrador no es cualquier persona: es el fundador de un movimiento que ha transformado por completo al sistema político mexicano, en lo que ha sido una profunda revolución pacífica —”revolución al cubo”, ha dicho Pere Rusiñol—, que Claudia Sheinbaum tendrá que consolidar.
Para no equivocarse, Claudia deberá tomar las decisiones correctas en un proceso de deliberación complejísimo en el que necesitará la mejor asesoría, y la tendrá: de hecho, ya la apoyan algunas personas muy talentosas. Pero, sin restarle méritos a nadie, me pregunto si existe alguien que conozca mejor la lógica del poder que AMLO, quien, por vías democráticas, logró dominarlo absolutamente.
Sobra gente que desea un enfrentamiento entre el expresidente López Obrador y la presidenta Sheinbaum. Si ella y él hacen lo que le corresponde a cada quien —y sin duda lo harán— no se presentará tal confrontación. Claudia gobernará porque para eso la eligieron millones de mexicanos y mexicanas. Y, desde lejos, Andrés Manuel colaborará con asesoría si se le pide consejo en la edificación del segundo piso de la Cuarta Transformación. Por supuesto, si lo consultan, con responsabilidad opinará, pero nada más. Nadie como el histórico dirigente social tabasqueño entiende que exjefe es exjefe —”alguien que fue y ha dejado de serlo”— y que jefa es jefa: la que manda; por cierto, en esta historia Claudia recibió desde hace bastantes meses el bastón de mando que AMLO le entregó..