Puede ser el momento más exasperante del vuelo, pero también el más feliz. Depende de lo que siga para cada pasajero o pasajera. Hablo de los minutos que pasan a partir de la llegada del avión al lugar en el que apaga sus motores a un lado del pasillo telescópico utilizado para desembarcar.

Todo el mundo se para y toma sus pertenencias. En ocasiones es muy molesto el proceso de recoger el equipaje de mano guardado en los cajones ubicados en el techo: nunca falta la persona distraída o irresponsable que no tiene cuidado y golpea con su maleta a quien viajaba en el asiento vecino y ya está formado tranquilamente esperando bajar del aeroplano.

En los vuelos por escalas, quien lo haya experimentado lo sabe, para mucha gente son angustiantes los minutos que debe estar de pie, inmóvil, aguardando que la puerta abra para bajar y llegar rápido al siguiente avión, sobre todo si antes de iniciar la segunda parte del viaje se tiene que hacer fila en revisiones de seguridad o en módulos migratorios.

Claro está, nadie se desespera si se tiene la certeza de que el avión llegó a tiempo al aeropuerto en que se realizará la escala para el siguiente vuelo.

Desde hace semanas la política mexicana está en esa etapa de los vuelos en aviones comerciales: toda la nación de pie esperando que Andrés Manuel López Obrador ya abra la puerta que conduzca al gobierno de Claudia Sheinbaum.

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Sobra gente contenta porque la etapa de transición se ha alargado. Pero también hay personas —quizá la minoría, pero de ninguna manera son pocas— desesperadas porque les urge bajar de la aeronave de AMLO para correr y llegar a tiempo a abordar la de Claudia.

Lo cierto es que el viaje continúa. La travesía no ha terminado con el fin del primer gobierno de izquierda. Haya sido placentero el vuelo con AMLO, o haya sido una tortura, se acabó. A partir de mañana la ruta será la que fije Sheinbaum.

Aunque el nuevo avión se parezca tanto al anterior son lógicamente aeronaves distintas; conducidas por navegantes que tienen el mismo origen y la misma técnica, no hay duda, pero con estilos diferentes.

La hayamos disfrutado o sufrido, la larga transición concluyó. Lo sensato ahora es ser optimistas. Yo lo soy, claro que lo soy. Estoy convencido de que la continuidad con cambio será positiva.

Pronto empezaremos a conocer lo que Daniel Cosío Villegas llamó el estilo personal de gobernar de la presidenta Sheinbaum. Analizando ese concepto, el intelectual Lorenzo Meyer dijo que por estilo no hay que entender solo una manera peculiar de decir o hacer algo, sino que es el reflejo de las  prioridades valores de quien gobierna.

Ayer, a unas horas de empezar su periodo presidencial, Claudia Sheinbaum anunció su primera gran decisión que da pistas claras acerca de su estilo personal de gobernar: un día después de su toma de protesta acudirá a Acapulco con su gabinete.

La presidenta Sheinbaum de inmediato ha respondido al enorme desafío de la crisis de Acapulco, que no había salido del desastre causado por la tormenta Otis de 2023 cuando se presentó otra catástrofe natural, la del huracán John, que ha dejado daños gigantescos en la Perla del Pacífico.

No estaba en los planes un nuevo desastre en Acapulco. Pero en política siempre hay que estar preparado para lo inesperado. El presidente Petro de Colombia aplazó su viaje a México para acompañar a Claudia debido a un accidente en el que murieron 8 militares de su país. Ojalá el colombiano sí venga, pero si la tragedia se lo impide lo entenderemos.

Quien gobierna debe estar ahí, donde las cosas pasan. La presidenta Sheinbaum lo comprendió y se trasladará con todo su gobierno a Acapulco, que otra vez sufre una terrible crisis.

Ni duda cabe, el estilo personal de gobernar de Claudia Sheinbaum empieza a dibujarse como el de estar ahí, repito, donde los hechos suceden, sobre todo cuando se habla de situaciones tan lamentables como la crisis de Acapulco.

El sábado en la noche escuchaba en la radio de mi camioneta la estación de música clásica del gobierno. El presentador del programa, una persona culta cuyo nombre desconozco, explicó que iba a poner Toque, de Tania León, compositora cubana emigrada en 1967 a Estados Unidos.

Por haber dejado Cuba ella creció como artista, pero le dolió nunca volver a estar con su abuela, quien había sido fundamental en su desarrollo musical. Toque es una melodía de unos 7 minutos inspirada en el bello danzón Almendra compuesto en 1938 por Abelardito Valdés.

Recomiendo Toque para entretenernos durante los últimos minutos del desembarque del avión de AMLO para subirnos al de Claudia. Dejo aquí dos videos de YouTube, el primero con una explicación de Toque —ni hablar, en inglés— de parte de la propia Tania León y el otro con la melodía completa.