“La propuesta es dejar de sembrar guerras, sembremos paz y sembremos vida.”
Claudia Sheinbaum Pardo, Presidenta de México
Sembrar paz y vida en un mundo obsesionado con las guerras es, por sí mismo, aventurado. Este lunes, la presidenta de México ha sido la única mujer jefa de Estado que representa a un país en el bloque de naciones que integran el G20. El contraste es tan simbólico que un día después de la autorización a Ucrania, por parte de Joe Biden, para abrir fuego en contra de Rusia con sus misiles destructores, Claudia Sheinbaum eleva un mensaje de paz y de rescate medioambiental con la idea de transformar el destino de los presupuestos bélicos para reservar al menos el 1% a la atención para el cambio climático a través de reforestar. Para malestar de sus adversarios, también es viable.
El mensaje no es cosa menor. Entre las potencias se debaten cálculos económicos y geopolíticos ante una posible tercera guerra mundial. Para nuestro país, ambos escenarios parecen catastróficos: el presidente de Estados Unidos, desorientado, espera desatar una guerra mientras termina su periodo al tiempo que Donald Trump, su sucesor, anhela el pretexto perfecto para declarar como “terroristas” a los cárteles mexicanos y avanzar en una cacería que le promete más territorio.
Sheinbaum, ecuánime, se posiciona en favor de la vida. Ha dejado claro que México tiene una visión diferente y que la propuesta no solo busca mitigar el cambio climático mediante la reforestación de 15 millones de hectáreas, sino también restaurar el tejido social y ofrecer oportunidades a millones de personas atrapadas en la pobreza. Es en esos detalles en que se nota la mano de mujer. Rita Segato, antropóloga feminista, ha profundizado en que la violencia es el lenguaje de los hombres por tener una necesidad constante de reafirmas su masculinidad frente a otros hombres. A nivel macro, podríamos construir por analogía que los gobiernos encabezados por varones tienen una imperiosa necesidad de sobreponerse frente a otros gobiernos y frente a otros hombres, partiendo de su incapacidad de resolver los problemas mediante el diálogo.
En México, los resultados de este enfoque ya son palpables. Con el programa Sembrando Vida, más de un millón de hectáreas han sido reforestadas en los últimos seis años, beneficiando a 439 mil familias mexicanas y capturando 30 millones de toneladas de CO₂ anuales. Esta experiencia sirve como ejemplo de que es posible construir una economía basada en la solidaridad y el cuidado del medio ambiente, en lugar de la violencia y la destrucción.
Las prioridades de las potencias han sido claras: pueden gastar 2.4 billones de dólares en armamento mientras 700 millones de personas viven en la pobreza extrema.
Aunque podríamos pensar en que el sentido común se ha mudado de planeta, la realidad es que el poder, desde la visión masculina, no entiende entornos sostenibles, sino que prioriza la imposición de combates para los civiles y el atractivo necromercado de las guerras.
Su intervención en el G20 marca un momento histórico no solo porque es la primera mujer presidenta de México, la única mujer que brinda voz por Norteamérica y también porque llegó al máximo cargo acompañada de millones de mujeres mexicanas que, como ella misma señaló, han luchado contra la opresión, la desigualdad y la injusticia. “Llegamos todas las mujeres mexicanas: campesinas, obreras, profesionistas, nuestras abuelas y nuestras nietas”.
En un momento en que la humanidad parece estar al borde de un abismo, Claudia Sheinbaum ofrece una visión que recuerda que es posible combatir la necropolítica del miedo recordando las prioridades: salvar un planeta en vez de salvar orgullos supremacistas de algunas naciones. Es valiente y a su vez, contrastante. Ni López Obrador se atrevió a tanto.