Sorprende que el oficialismo haya jugado a perder en Coahuila y en el Estado de México; la selección de candidatos es su mayor dificultad; ambas elecciones son preámbulo a los comicios de 2024. Si prevaleciera la alianza opositora al régimen en ambas entidades crecería la idea de la alternancia en la Presidencia de la República y obligaría al presidente a revisar el proceso sucesorio al interior de Morena, además de sentirse obligado a involucrarse mayormente y de manera más perniciosa en los comicios al advertir que también los pobres, no sólo la clase media, están dando la espalda a su proceso de transformación.
En Coahuila las condiciones son singulares. En ninguna otra entidad del país el PRI tiene credibilidad. El gobernador Miguel Riquelme y el potencial candidato Manolo Jiménez son los últimos mohicanos de la república tricolor. Ninguna complicación para suscribir coalición con el PRD y el PAN; la incertidumbre no venía de Coahuila, sino desde adentro del CEN del PRI y de la coordinación de los diputados.
La historia en el Estado de México es diferente. PRI, PAN y Morena concurren con fuerza. Ya en 2021 prevaleció la alianza del PAN/PRI. El acuerdo y la declinación de Enrique Vargas del PAN amplía la expectativa de triunfo de Alejandra del Moral, aunque no es suficiente. La clave está en realizar una campaña -imagen y narrativa- que articule la inconformidad y el aliento de cambio de la mayoría de los electores urbanos, situación nada sencilla por el descrédito del PRI ante ese segmento electoral.
Ganar en Coahuila requería de unidad. PRI, PAN y PRD la alcanzaron. En el oficialismo, Morena se quedó solo y Armando Guadiana disminuido cuando el PT postula a Ricardo Mejía y el PVEM a Lenin Pérez, hijo de Evaristo Pérez Arreola. Desde las alturas se decidió que Guadiana fuera candidato, pero no gobernador. Una pena que Mejía se haya extraviado en sus legítimas pretensiones locales.
Riquelme asegura una elección sin accidente alguno y con un estado en concordia, contrario al ambiente de hace seis años derivado de la soberbia y el autoritarismo de su predecesor, y hereda el buen oficio y las buenas cuentas a Manolo Jiménez, quien será gobernador.
El gobernador Riquelme ha insistido que su único objetivo es asegurar una sucesión en armonía, sin embargo, el resultado positivo lo llevaría a ser la figura más eficaz de la oposición en cuanto a operación política y electoral se refiere. Su lugar no es disputar espacio partidista a la dupla que hoy domina al PRI, va más allá y, de darse los tiempos, debe ser una opción de convergencia al interior de la alianza opositora para que la unidad se acompañe de competitividad, como bien ha hecho para el PRI en Coahuila.
En el Estado de México es más compleja e incierta la situación por la vastedad de la entidad y la presencia de poderosos intereses legítimos, ilegítimos y francamente delictivos. De prevalecer Alejandra del Moral, los beneficiarios mayores serían el gobernador del Mazo y el declinante Enrique Vargas. El triunfo también impulsaría a los senadores Beatriz Paredes, Miguel Ángel Osorio y Eruviel Ávila. La mayor afectada sería Claudia Sheinbaum, lo que beneficiaría a Adán Augusto López y a Marcelo Ebrard. Consecuentemente, si Delfina prevaleciera por buen margen sería irreversible la ventaja que lleva Sheinbaum y, en el nivel local, Horacio Duarte adquiriría una significativa influencia y presencia, que podría llevarle a un primer plano en la campaña de Morena en 2024.
Los primeros diez días de 2023 dan cuenta de lo impredecible que es la política y su efecto en el cierre del gobierno y del proceso sucesorio. La elección de presidenta en la Corte, en cuanto a lo inesperado, que días después cobra relieve con la detención obligada de Ovidio Guzmán y luego el saldo de oportunidad perdida en la visita al país del presidente Joe Biden. El accidente en la Línea 3 del Metro y no la observancia de la ley impuso freno a la campaña anticipada de Sheinbaum. El escándalo del plagio de la ministra Esquivel afecta a tres instituciones fundamentales: la Corte, la UNAM y la Presidencia de la República. Los acontecimientos se suceden bajo guion disruptivo como expresión de la dinámica social y, también, por la falta de diseño político de quien cree que todo se resuelve en la prédica mediática mañanera.