Los griegos tenían dioses para todo. El panteón olímpico era amplio y diverso porque los dioses tenían poderes específicos; de modo que cubrían todo aquello que le es inherente al espíritu, actuación y conducta de los seres humanos. Los dioses, representaban, sí, pero también regían virtudes y defectos. No debe de extrañar, entonces, que en la cosmovisión griega existiera un dios que representara y que rigiera la insensatez, la imprudencia, la necedad y la estupidez. Ese dios se llamaba Coalemo.
Se podría discutir sobre la razón de ser de ese dios o daimon, pero es evidente que bajo determinadas circunstancias prevalece la ausencia de virtudes; perdiéndose, así, los valores que posibilitan la mejor convivencia humana. El mayor síntoma de la insensatez y la estupidez es la capacidad potenciada que ha adquirido el hombre para destruirse a sí mismo. También hay otros indicios: la egolatría que hace subestimar la inteligencia de los demás y que permite suponer que se puede engañar con mentiras y calumnias, o la consigna de considerar que la vida pública no se rige por la ética, como si pudiéramos convivir dañándonos los unos a los otros. No se puede, en consecuencia, desvirtuar lo que somos, seres sociales o animales políticos –según la definición de Aristóteles– capaces de entender que la vida pública sin virtudes y valores es destructiva, lo que irrumpe nuestra inteligencia y nos acerca a la bestialidad; es decir, a lo que rige Coalemo.
Preocupa mucho que nos alejemos de la sensatez y de la prudencia, que gente inteligente menosprecie la importancia de tener un proyecto de nación con objetivos y metas generales y específicas. ¿Cómo tener propuestas razonables y sustentables sin un proyecto de nación? Sin él, sólo se podrían tener posturas simplistas que terminan por ser ocurrencias, además el oficio político se desvirtúa porque ante la ausencia de propósitos encomiables, lo que queda es el uso de la diatriba. En política, reitero, el futuro es más importante que el presente, porque de lo que se trata es de superar los problemas actuales para avanzar hacia a un estadio superior de desarrollo con estrategias viables.
En ese afán de atacar al opositor político se puede llegar a lo absurdo o al ridículo. Se podrían citar varios ejemplos, pero nada más patético que el de Xóchitl Gálvez cuando acusó a Claudia Sheinbaum de ser una “narcocandidata” en el segundo debate. Tiempo después en el programa “Tercer Grado”, sustentó su acusación en el libro “La historia secreta” de Anabel Hernández. En el programa televisivo de manera incongruente confesó que no había leído el libro, de modo que -tal como le observó Sergio Sarmiento- su acusación se sustentaba en un libro que ni siquiera había leído. ¿Habrá algo más estúpido? Seguramente sí.
Por cierto, en el tercer debate Claudia Sheinbaum, ante la insistencia de Xóchitl de acusarla como narcotraficante con el contenido del susodicho libro, le aconsejó que leyera mejor ciencia ficción, recomendándole a Ray Bradbury. Como consejo es excelente, pero parte de los oyentes sentimos que estaba comparando la obra de Bradbury con la de Anabel y ahí si no estaríamos de acuerdo. Debe señalarse que la ciencia ficción se basa en el conocimiento de la ciencia y de la tecnología que permite describir un contexto imaginario que se puede presentar en el futuro, cuando con el paso de las décadas o de los siglos lo que se describe imaginariamente acontece, nuestra admiración hacia el autor no tiene límite. La obra del escritor estadounidense es muy superior y es ciencia ficción; en tanto que el contenido del libro “Historia secreta” de Anabel Hernández está sujeto a verificación, por lo que tal vez sea un simple texto de intriga con llana ficción.
Hay más cosas que parecen estultas que son dignas de comentarse. Algunas personas tenemos la costumbre -no sé si sea defecto o virtud- de darle un seguimiento puntual a las encuestas. La contienda en la Ciudad de México inició con dos dígitos de ventaja de Clara Brugada sobre Santiago Taboada, pues bien, cuando la diferencia se había reducido y algunas casas encuestadoras indicaban una diferencia menor a un dígito, sorpresivamente se publicó una propuesta tarifaria elaborada por el PAN para el Metro, del todo desproporcionada y con evidentes problemas operativos. El periódico “El País” ha hecho hincapié sobre el daño electoral de semejante propuesta y en su admirable síntesis la Rayuela de la Jornada señaló: “Lo del Metro no es una propuesta, es una barbaridad”.
Taboada ha desmentido esta propuesta, pero lo cierto es que la aplicación de una supuesta tarifa diferenciada forma parte de una iniciativa que el Partido Acción Nacional (PAN) presentó al Congreso de la CDMX para reformar la Ley del Sistema de Transporte Colectivo Metro. Así salió a flote algo que presumiblemente se ocultaba, el propósito de privatizar un sistema de transporte masivo que con tarifas diferenciadas podría traer enormes utilidades.
Las críticas no se hicieron esperar, entre ellas la afectación que tendrían millones de personas trabajadoras, la gran mayoría con bajos ingresos, que se trasladan desde las zonas más alejadas de la Ciudad de México y de los estados de México e Hidalgo. El Metro es un sistema masivo de transporte que cuenta con 195 estaciones y que al año moviliza a 1 mil 057 millones de personas. Líneas periféricas como Pantitlán (línea 1), Indios Verdes y Cuatro Caminos transportan a 48, 32 y 20 millones de personas al año, respectivamente. Otras líneas importantes son las que se ubican en el centro de la Ciudad de México; por ejemplo, la estación Zócalo registra una afluencia de 20 millones de usuarios, mientras que en la estación Hidalgo (Línea 2) transitan 12 millones de viajeros y en esa misma estación, pero en la Línea 3, alrededor de 4 millones de personas al año. Estos simples datos nos hacen suponer que un importante número de usuarios recorren más de 12 estaciones del Metro diariamente. Todos ellos tendrían que sufrir un aumento en la tarifa, de 5 pesos actuales a 25 pesos, es decir, padecerían un incremento de 400%.
Ya muchos han hablado de este despropósito, además de la dificultad del conteo del traslado de estación a estación, ya que actualmente los 3 millones de usuarios diarios tienen un sistema barato (subsidiado) que les permite trasladarse de una estación a otra y hacia la dirección que sea; teniendo como única restricción el horario de servicio del Metro que es de 05:00 a 00:00 horas entre semana. Si se toma en cuenta el salario mínimo se entiende el beneficio para el trabajador porque el costo actual del pasaje del Metro que suma 10 pesos al día (viaje de ida y de regreso, del hogar al trabajo y viceversa) sólo representa 4%; si se aplicara la tarifa de 25 pesos, la suma de 50 pesos representaría 20%.
En consecuencia, me interesa hablar del tabulador de tarifas publicado para indicar que me parece inconsistente. Sólo daré dos ejemplos: 1) la tarifa de hasta 8 estaciones es de 15 pesos, pues bien, un usuario inteligente e ingenioso se saldría en la cuarta estación con una tarifa de 5 pesos y volvería abordar el metro para avanzar cuatro estaciones más, pagando 10 pesos, en lugar de 15 pesos, es decir, se ahorraría la tercera parte de su pasaje; y 2) las millones de personas que se trasladan sólo 12 estaciones, no más, (por ejemplo, de las estaciones Cuatro Caminos al Zócalo o de Indios Verdes a Balderas) tendrían que pagar 25 pesos; pero siendo ingeniosos podrían entrar y salir tres veces para recorrer 12 estaciones con un costo de 15 pesos, lo que les permitiría ahorrar 40% del pasaje. Diría un inteligente amigo que todo tiene una solución tecnológica, pero estoy seguro de que el tabulador lo hicieron tan a la ligera que ni siquiera se dieron cuenta de la imperfección de las cuotas tarifarias por número de estaciones.
Habría más detalle que comentar sobre la propuesta tarifaria del PAN, pero no me puedo extender más. Sólo quiero reiterar que en política la sensatez, la prudencia y la ética son irremplazables; lo contrario, lo que acerca a lo que representa Coalemo termina en aniquilación política.