“De los ranchos no se puede salir, de las casas tampoco nos podemos asomar para afuera después de las ocho de la noche porque podríamos ser levantados. Si deseamos organizar alguna fiesta tenemos que pedir permiso e igual para eventos de los festejos patronales hay que pedir su autorización. La iglesia respeta lo que ellos piden. De Coita rumbo a Villaflores, vive un ingeniero a quien cobraban una cuota de cincuenta mil mensuales, pero el ingeniero ya no llega a su rancho porque no quiso pagar, se regresó a Tuxtla y hoy está amenazado. Si uno quiere poner negocito o tienda de lo que sea, ya se sabe que ellos exigirán derecho de piso para que pueda funcionar.”

Señor presidente: Urge uno o varios cuarteles más de la Guardia Nacional en Chiapas, pero de manera expedita se necesita uno en la zona mencionada en este título.

“Rumbo a Jiquipilas y a Cintalapa están los desvíos, se miran sus caminos, se huelen sus escondites, ruedan al anochecer por la terracería volados en sus camionetas. Reclutan a muchachos de la zona pues ya lo sabemos, les pagan bien y algunos sucumben a la necesidad. Cuando mató el ejército al mero narquito de acá, un gordo tatuado del Cártel de Jalisco Nueva Generación, ya se había construido su casona en un gran rancho, ya era dueño de una decena de vehículos hasta blindados. Se llevaron las camionetas y se confiscaron las propiedades, pero no se amedrentó al cártel con la muerte del jefe pues luego luego enviaron refuerzos de Guadalajara, de Culiacán, siempre sube al mando algún otro, pero lo que nos importa a nosotros es que no seamos la gente de aquí su motivo para hacer dinero, que no nos acosen, que no nos extorsionen, que nos dejen trabajar nuestro pequeño patrimonio, nuestra tierra, y nos dejen vivir en paz”.

Señor presidente: Urgen varios cuarteles más de la guardia nacional en Chiapas.