El año cierra con focos rojos en el panorama nacional en materia de seguridad. Hablo de los colgados en Zacatecas, la leva en Michoacán y las autodefensas de Chiapas. Tres fenómenos de violencia o de reacción a la violencia que no son nuevos, pero que han adquirido diferentes dimensiones y que merecen la atención inmediata del gobierno federal y de los gobiernos estatales. No minimizarlos, ni magnificarlos, simplemente atenderlos con los recursos de los cuales el Estado dispone.
Hace unos días, Facebook me recordó una publicación de hace once años. Pensé que era reciente, de la violencia en Michoacán; sin embargo, la publicación tenía más de una década. Narraba la intervención del narco en el proceso electoral de ese año. Los mismos fenómenos, las mismas causas, hasta los mismos protagonistas y la misma frustración.
Para legitimarse, Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico. Fracasó. La violencia se desató en Michoacán y se extendió al país entero. Enrique Peña Nieto ya no dijo que había guerra pero el mal siguió creciendo. A mitad del camino del gobierno de Andrés Manuel López Obrador hay esfuerzos considerables, pero aún no se logra contener, no digamos disminuir la terrible situación en la que viven miles de familias mexicanas, que provoca crisis económica, migración, muerte y mucho, mucho sufrimiento.
¿Qué falta por probar cuando se ha probado casi todo? La estrategia bélica falló. El no ver, no oír, no atender, no sirvió. La Guardia Nacional ha sido insuficiente. Que los militares son la solución, actuaron, se normalizó su intervención en la seguridad pública y no ha sido suficiente.
¿Qué ha fallado en el diagnóstico? ¿Qué falta en la receta para encontrar una medida eficaz en contra de la violencia y la inseguridad? ¿Ha faltado dinero o voluntad política? ¿Ha sido la corrupción o la incapacidad de las autoridades? En mi cabeza hay muchas más preguntas que respuestas. Ya no quiero escribir de desaparecidos, secuestrados y ejecutados; no deseo más crónicas de balaceras, de niñas convertidas en esclavas sexuales, de periodistas y defensores de derechos humanos asesinados. No queda de otra. Hay que seguir denunciando, exigiendo, criticando a las autoridades. Ese es el papel de los que escribimos y de la sociedad.
El macabro movimiento pendular de los colgados de Zacatecas representan un recordatorio de la realidad que vivimos. Cruda, descarnada, porque sólo así podrá buscarse alguna esperanza a la negra noche de la violencia.
Emile Zola es considerado el padre de la escuela naturalista de la novela, que daba una importancia central a los problemas sociales y ejercía la crítica a través de la ficción. Su novela Germinal es una dura y realista historia situada en el contexto de una huelga de mineros en el norte de Francia a mediados del Siglo XIX. Sin embargo, la realidad supera a la ficción, ni el mismo Zola podría imaginar las situaciones que enfrentan en la segunda mitad del Siglo XX familias de Zacatecas, Michoacán y por desgracia cada día más regiones del país. La política es de bronce.