Una mujer valiente me susurró al oído: “no es una ola de protestas, es la revolución de las mujeres que pondrá fin a 43 años de asesinatos diario, 43 años de fuerza islámica radical y forzando mujeres a usar hijab y cubrir hasta la curva o el color más insignificante de sus prendas. "
La sangre de Mahsa Amini fue semilla de la insurrección en la tierra sobre la que se ha derramado diariamente el autoritarismo de un grupo extremista que logró colocarse en el poder en 1979. Se reporta en algunos medios y redes que hay cerca de 41 fallecidos en los últimos 10 días de fuego, pero en realidad, fuentes que cubren su identidad por seguridad verifican que son muchos más.
Desfilan grupos de 5 o 6 hombres cargando cuerpos sobre telas a lo largo de las calles de Teherán. Esta revolución, como es descrita por las personas que se han alzado, fue comenzada por las mujeres, pero no se limita a la participación de ellas. Hombres, ancianos y ancianas que recuerdan su libertad, niños marchando, ocupando las calles por la caída del régimen extremista que dicta lo que debe suceder desde la calle hasta los hogares, las mentes, las creencias, los libros, los cuerpos, la política y hasta la determinación.
Cuentan las mujeres que, al crecer en el régimen, cualquiera puede detenerlas al mirarlas por la calle. Sean de la “policía moral”, que pertenece al Estado o sean hombres religiosos paramilitares que buscan reforzar al régimen, cualquiera puede detenerlas y revisarlas. Si se trata de kurdas, es peor. No es necesario llevar mal el velo o incumplir con las estrictas normativas de vestido: un mechón de pelo fuera, un abrigo por encima de las rodillas, pantalones de mezclilla ajustados o ropa colorida es suficiente para que las niñas desde los 7 años y todas las mujeres, poco más de 40 millones, reciban amonestaciones, bofetadas, golpes con palos y en los casos más extremos, como el de Amini en Teherán, detenciones, latigazos y penas de prisión. Las mujeres que no cumplen con cubrirse y pasar totalmente desapercibidas, son consideradas delincuentes por el Estado.
Las niñas en Irán no tienen una infancia garantizada. La ley permite que los padres o un juez autorice matrimonios desde antes de los 9 años y legalmente, una puede contraer nupcias a partir de los 13 años. La venta de niñas es muy común. Ancianos u hombres pedófilos pueden pagar para llevarse a las niñas, aunque ellas no quieran. Mahsa Amini creción en Aychi, un pueblo en el distrito rural del condado de Saqqez, provincia de Kurdistán. Según el censo de 2016, Saqqez tenía 165,258 habitantes. Creció con su familia y poco antes de ser asesinada, había recorrido 600 kilómetros hacia la capital Teherán, el último sitio que la vería con vida.
Si es que los iranís son vigilados y perseguidos, los kurdos son particularmente reprendidos.
Ser mujer en Irán implica recibir vigilancia por parte de todos, todo el tiempo. La sharía, ley islámica religiosa, impone pena de muerte para quienes sean reiteradamente infractoras, para quienes consuman alcohol o drogas, para quienes se nieguen a practicar la religión impuesta (apostasía) desde su nacimiento y para las que utilicen la legítima defensa en contra de sus maridos cuando ellos las agreden, peor si es que ellas los asesinan. Las únicas personas que pueden dar el perdón ante la muerte de un hombre es la familia de aquel, pero eso pocas veces sucede. De hecho, las cortes clericales forman parte del poder judicial y tienen la más amplia facultad para hacer de una víctima, solo con la interpretación de su ley religiosa, una delincuente. Sancionarla como tal. Sucede a menudo con aquellas mujeres que han sido víctimas de abuso sexual o violación, quienes, al intentar denunciar como víctimas, son acusadas de mantener relaciones sexuales fuera de un matrimonio y por tanto, fuera de la ley. Son asesinadas por sentencia.
El silencio de occidente
Las fronteras se han diluido gracias al acceso a Internet y a las redes sociales, pero a pesar de conocer extractos de las atrocidades que se viven al otro lado del mundo, occidente ha guardado silencio. Una revolución nace y se gestiona creciendo entre el riesgo de muerte, funerales de compañeras caídas y videos difundidos como un grito de ayuda que, al mismo tiempo, han servido de herramienta persecutora para el régimen totalitario y teocrático que domina en Irán.
A pesar de que los viejos extremistas que están al poder guardan un régimen de imposiciones absurdas como detener mujeres si usan demasiado maquillaje, matar perros por considerarlos impuros, multar a las personas con mascotas por contrariar la ley religiosa, así como otras prácticas que son perseguidas, los nietos y particularmente, las nietas mujeres de aquellos tiranos guardan vidas diametralmente opuestas. Y aunque cada mujer en libertad es bocanada de aire, no deja de ser una suerte de clase el haber podido salir de Irán sin ser perseguidas como la mayoría de quienes lo han intentado o logrado. Ellas además, se han dado el lujo de vivir vistiendo marcas, colores y tendencias con el presupuesto que se recauda de un país con extrema carencia.
La ola de indignación lleva el emblema de Mahsa Amini pero pide mucho más que dejar de hacer forzoso el hiyab, pide mucho más que terminar con la policía moral y desaparecerla. Pide el fin del régimen, el fin de la dictadura. Le revolución de las mujeres quiere terminar con el horroroso legado que la revolución islámica dejó para Irán. Mahsa Amini es la gota que se derrama tras el hartazgo de 43 años de opresión. Una dictadura teocrática que instrumentalizó el islam para doblegar a una sociedad lastimada, una primavera árida, una primavera iraní con “mariposas” agitando sus velos a modo de alas y padres aterrorizados de que sus hijas puedan ser las próximas asesinadas en manos del Estado, que por sentencia o por abuso, tiene todo el poder para imponer el silencio.
La próxima entrega de esta serie de textos será sobre viejo conflicto entre Irán y Kurdistán, que mantiene viva una persecución particularmente cruel en contra de kurdos por existir dos ramas del islam que, a pesar de identificarse con el mismo texto religioso, difieren profundamente en sus prácticas. Lo que es un hecho: el pueblo iraní, las mujeres jóvenes de Kurdistán, todas las que alzan la voz y los que están quemándolo todo no volverán a casa hasta no tener de vuelta la libertad que les robaron en 1979.