Ya es presidente, señor presidente. Pero aún no se lo cree. Pero aún no perdona no haberlo sido en épocas anteriores. Ya es presidente y tan lo es que ha podido vivir en un palacio con total libertad. Yo creo, intuyo, que usted decidió vivir ahí como para reafirmarse todos los días que sí, que ya es presidente. Sí lo es, señor presidente... sí lo es.
Sin embargo, necesitamos con urgencia que haga una autocrítica acerca de su comportamiento, una reflexión a solas y con sus amistades y asesores de niñas confianza. ¿No le parece que tanta referencia al pasado, más que apelar a la historia para no repetirla, pareciera una conducta obsesiva?
¿Sabía, presidente Andrés Manuel López Orador (AMLO), que tenía todo para ser el mejor presidente del mundo? No lo es, pero todavía podría dar la sorpresa y cerrar su sexenio brillantemente. Solo lo logrará con una profunda reflexión autocrítica.
Dígame, por favor, ¿cómo lo ayudamos, señor presidente?
Sus más cercanos, segura estoy, han intentado ayudarle una y mil veces, guiarle, aconsejarle, pero da la impresión de que usted no lo permite. Segura estoy se han rendido también una y mil veces.
Usted habla de pobreza, cuando en su mundo y al rededor de los suyos lo que menos hay es pobreza. Y ¡qué bueno! ¡Qué persona más ruin desearía la pobreza para otros! Me alegra que usted sea una persona de clase media sin muchos apuros económicos.
Pero entonces dígame, por favor, ¿cómo lo ayudamos? ¿Cómo pensar que va en serio eso de que vamos a entrar en una pobreza franciscana (recesión, por no decir la palabra exacta), pero vemos a sus familiares portando prendas de vestir de cierta calidad y precio —hasta su amada Liz Vilchis lo hace porque puede, porque tiene y porque le gusta lo caro—? Que nos guste lo caro no está mal señor presidente, a usted también le gusta… Sus trajes están bien hechos, no son baratos, qué bueno: es usted el presidente de México, Andrés Manuel, y debe arreglarse a la altura de la investidura. Entonces dígame, ¿cómo lo ayudamos, señor presidente?
¿Cómo lo ayudamos cuando dice que adora y ama a los niños y que habrá salud de primera para todos, pero su gobierno gasta millones de pesos en construir estadios de beisbol, por ejemplo? Entonces dígame, ¿cómo lo ayudamos, señor presidente?
¿Cómo lo ayudamos cuando señala que los medios de comunicación y columnistas están contra usted y que lo golpetean de manera orquestada y su gobierno no castiga que se use un helicóptero de la Secretaría de Marina para transportar a una botarga a un campo de béisbol.
¿Cómo lo ayudamos, señor presidente?
¿Qué podemos hacer para no nada más hacerlo sentir bien, porque de eso ya se ha encargado usted al contar con personas que sabe que lo adulan todas las mañanas? Usted tiene necesidad y hambre de que se hable muy bien de usted y de que todos, absolutamente todos, deliren por usted, entonces ¿cómo le ayudamos, señor presidente, para que este sueño se convierta en realidad? Y entonces sí no haya prensa ni periodistas ni columnistas que hagan críticas de su labor como presidente.
¿Cómo lo ayudamos, señor presidente, cuando dice que la prensa en México cuenta con absoluta libertad de expresión y que los periodistas cuentan con protección y ayer mataron a otro periodista más, 27 en lo que va del año?
¿Cómo lo ayudamos, señor presidente, cuando vemos que gastó millones en su última consulta y ya se gasta un dineral por debajo del agua en campañas políticas a destiempo para posicionar a sus corcholatas amadas, mientras que muchos niños enfermos no tienen acceso a sus tratamientos médicos porque les dicen que simplemente “no hay forma” de brindárselos y que lo busquen por fuera los padres?
Dígame ¿Cómo lo ayudamos si intento abrazar a aquel que me quiera agredir, pero este cuenta con un arma y acaba con mi vida o con la vida de algún ser querido?
Dígame, ¿cómo le ayudo, señor presidente? Porque escribiendo bien y bonito de usted no bastaría. Porque ya no pueden tapar el sol con un dedo, porque hay mineros atrapados desde hace 14 días y no se pidió ayuda internacional a tiempo —es que eso hablaría mal de su gobierno—, seguramente pensó y es hasta hoy cuando se convence de que mejor sí, que sí venga la ayuda internacional siendo quizá muy tarde ya y todo esto ante la vista de todos.
Ya no hay tantos ciegos como antes, señor presidente.
Y quizá por eso le urge un sistema de educación que adoctrine a los niños a no buscar otra cosa que no huela a su ideología…
Depende de mí como madre de familia informarle a mis hijos la realidad de las cosas para que no dejen de formarse un criterio propio y no instaurado a la fuerza, pero dígame ¿cómo le ayudamos, señor presidente?
¿Dejando de hablar de usted? ¿Ignorándolo?
¿Qué necesita para que yo, una simple y común ciudadana mexicana pueda desde donde estoy y con lo que tengo, ayudarle?
No… no me pida que le aviente porras y diga que es usted un galanazo y un súper presidente. Es que eso ya no funciona.
Necesita algo más. Necesita darnos resultados. Amo a mi país y por lo tanto quiero ayudarlo, nomás que dígame por favor, ¿cómo lo ayudamos, señor presidente?
Es cuanto.