La economía de México y del mundo llegaron a un punto de quiebre después de la pandemia de Covid-19 que paralizó la economía mundial.
Es un momento de lo más importante, porque, si algo dejó la pandemia, es ver hacia adelante, con nuevos modelos de desarrollo, fuentes de energía, formas de trabajo, sistemas de organización laboral y sistemas de comunicación. Los países que apuesten a una visión de futuros serán los que podrán salir más rápido de la crisis económica y mejorar las condiciones de vida.
Un panorama oscuro para México
Lamentablemente en México a corto plazo se advierte un escenario pesimista, a diferencia de nuestros socios comerciales y aliados, Estados Unidos y Canadá, que tienen una propuesta totalmente distinta y han generado las condiciones para un esquema novedoso de desarrollo y condiciones de competitividad suficientes.
Más allá de la retórica mañanera, es importante atender la competitividad y considerar las metodologías y las variables que la miden a nivel global. En los países donde se realizan estas mediciones, se enfocan a la capacidad para generar oportunidades de desarrollo económico, considerando los factores que impulsan la productividad y proporcionan las condiciones para el progreso social y la agenda de desarrollo sostenible, el cuidado al medio ambiente, las condiciones de gobernanza y de certeza jurídica.
En nuestro país estas condiciones no se dan y el país es muy mal evaluado. De acuerdo con información del Foro Económico Mundial y del Instituto Mexicano para la Competitividad, México ocupó la penúltima posición en el Índice de Competitividad Global 2020, estando solo por encima de Turquía.
En este índice se evaluaron las prioridades de los países para la reactivación postpandemia, así como su preparación para la transformación económica en los próximos cinco años.
Se incluyeron cuatro grandes áreas: Entorno propicio que consideran garantizando principios de gobernanza sólidos y una visión a largo plazo, así como una infraestructura para acelerar la transición energética.
En el tema de la transición energética tenemos dos problemas clave que afectarán la posición de México para 2021. El primero es la pretendida reforma constitucional eléctrica que pondera el uso de combustibles altamente contaminantes como el combustóleo y que pone freno al desarrollo de energías renovables y, que las que ya operan, queden en último lugar para su despacho.
El segundo punto de esta reforma, que impacta en la competitividad, es el diseño de gobernanza, lo que implica una reforma de gobierno, es decir, que el actual gobierno, no el Estado, adquiere todo el poder sobre las decisiones en materia energética, un túnel muy oscuro, que permitirá que el gobernante tome decisiones de manera discrecional y no sobre criterios democráticos.
Capital humano y T-MEC
Otro punto es el del capital humano, con nuevas formas de organización laboral, tema en el que México había avanzado y fue reconocido por el propio AMLO en el contexto del T-MEC; se trata de compromisos que se deben cumplir y que no se están cumpliendo, si se analizan, por ejemplo, los problemas laborales que se suscitaron en la construcción de Dos Bocas.
El último punto corresponde a los mercados, que se abran los espacios a una colaboración público-privado atendiendo lo que se considera la ésta sí bien llamada: “cuarta revolución industrial”.
El gobierno de AMLO lleva al país en sentido contrario, hacia un estatismo con fuertes controles gubernamentales y eliminación de mercados en sectores de trascendencia económica. Claramente, el Estado no puede llevarlos solos y cumplir con inversiones en infraestructura de muy corto plazo.
Por último, se trata de promover la innovación, incentivar a las empresas a que adopten la investigación, desarrollen nuevos esquemas de producción sustentables y la diversificación bajo una visión que contemple la diversidad, la equidad y la inclusión.
Esto tampoco se ve, ya que en la actual administración se desalentó por completo la innovación y se retiraron los incentivos para el desarrollo de la micro y pequeña empresa.
La política implementada por la 4T nos está regresando a las prácticas monopólicas, públicas y privadas.
En la medida en que el gobierno ponga freno a los apoyos para las pequeñas y medianas empresas y más trabas para su desarrollo, en esa misma medida, vemos como resurgen monopolios como el de Carlos Slim, el empresario consentido de AMLO, al que vemos construyendo el Tren Maya, administrando reclusorios, operando gaseoductos, construyendo refinerías mientras continúa connegocios en telefonía, inversiones en bolsa, restaurantes y constructoras. También vemos a otros, como Carlos Peralta con IUSA, con Raul Salinas de directivo, que con la 4T recuperó su monopolio como casi único proveedor de medidores y conectores a CFE.
Somos testigos de la necedad de este gobierno de retornar a CFE y Pemex el monopolio en energía a pesar de con ello lleve a la quiebra a estas empresas y de paso se dejen de ofertar energías limpias y accesibles.
Todo lo anterior afecta la competitividad y todo lo que viene con ella, tristemente, con cargo directo a la población y fomentando la economía informal, sin prestaciones para quienes se dediquen a ello, sin seguridad social y sin acceso a créditos para vivienda.
Este esquema queda inscrito en el marco de un populismo que condiciona a la población a estar a expensas de las dádivas del gobierno, desde un permiso para trabajar en la vía pública, hasta la entrega de dinero en efectivo, lo que genera aún mayor corrupción. Un círculo que no nos llevará hacia ninguna parte.