“Lo más hiriente de cualquier traición es que nunca es un enemigo quien la firma.”
ROBERTO MARTINEZ GUZMAN
La sentencia de seis años de prisión dictada a Cristina Fernández de Kirchner es un rayito de esperanza; los malos y populistas gobernantes deben terminar en prisión.
Con este tema se dio uno de los diálogos más diáfanos en el Senado. Por un lado, Gerardo Fernández Noroña, quien se lamentó de la noticia y anunció la “solidaridad del Senado Mexicano con la expresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner”; por el otro, Lilly Téllez respondiéndole: “habla usted a título personal; los mexicanos respaldan las acciones contra la corruptísima Cristina Fernández y esperamos que así ocurra con AMLO”.
Y sí… ¿Cómo es que el presidente del Senado mexicano defiende a una persona que —está probado— robó a la población argentina siendo la presidenta de esa nación? Por cierto, dicha exmandataria también dijo que los expresidentes no tenían derecho a pensión y guardias, solo para romper la norma con ella misma… Gozó de pensión, de guardias y de toda la sobrada no-austeridad exigida a su pueblo. ¿Suena conocido?
Se conoce de sobra: defender a Evo, a Maduro, a Díaz-Canel, a Ortega y a demás escoria latinoamericana es parte de la convicción de muchos de Morena y aliados. Esos son los cuates de los radicales que gobiernan a México… No los que producen, los que llevan a sus países y a sus poblaciones a mejores niveles de vida. ¡Qué va! A los más duros y demagógicos del cuatroteísmo le fascinan los destructores de las instituciones públicas, y en ese rubro entra Cristina, viuda de Kirchner.
Que quede claro: no hablo de ‘izquierdas’ o de ‘derechas’ porque aquí eso no tiene nada que ver. Gabriel Boric gobierna Chile y él ha señalado una y otra vez la farsa de las últimas elecciones en Venezuela. A Javier Milei, presidente de Argentina, no le falta pulso para pedir se juzgue a los políticos pasados y a quienes resulten culpables de corrupción y enriquecimiento ilícito. México necesita gobernantes así.
Por cierto, a nuestra nación también le urge una suerte de Corina Machado en la oposición. Una persona que —sin gritar— alce la voz para llamar a todas las naciones a denunciar el fraude electoral en Venezuela y la situación de pobreza en la que vive más del 90% de su población. Una ‘Corina’ mexicana que no se acobarde ante las amenazas oficiales.
Y lo más importante: necesitamos una solución y/o ruta crítica para Claudia Sheinbaum. Porque, más allá de si ella no se opuso a que repitiera Rosario Piedra al frente de la CNDH (lo que supondría que decidió sacrificar/quemar a su candidata, Nasheli Ramírez), esa vergonzosa votación dibuja mucho daño para la presidenta, para el régimen y, sobre todo, para México.
Es momento de que Sheinbaum (o alguien de su entorno inmediato) se haga de los legisladores morenistas no adictos a López Obrador. A los que no coinciden con los radicales en todo; a los que saben de sobra que lo de Piedra fue más allá que un simple atropello. También de hacerse del favor de la oposición. Entrados en gastos, de que deje pasar —incluso alimente la noción— que a López Obrador se le juzgará algún día. Si los estadounidenses ya apoyaron a Ken Salazar en sus dichos, es porque estos vendrán por Andrés Manuel. Momento de meter distancia.
A la presidenta Claudia se la pongo incluso “más fácil”: si todo esto no quiere considerarlo porque el ex mandatario es aún muy popular, que piense en la técnica de López Portillo cuando mandó a Echeverría de embajador de México en Australia.
Eso acompañado de una segunda opción: que investiguen y juzguen a Hugo López-Gatell por crímenes de lesa humanidad y en contra del sector salud por su actuar durante la pandemia y en general durante su gestión.
Insisto, la reelección de Piedra en la CNDH dejó entrever quién manda. Y como se sabe, en política no solo importa el fondo, sino también la forma. Claudia Sheinbaum no puede permitir exista la duda sobre su liderato pues, de hacerlo, la noción crecerá como una bola de nieve. Particularmente no siendo la primera vez que sus definiciones se cuestionan.
Y eso desgasta, erosiona mucho. Ella es quien debe detentar el poder; no los líderes cuatroteístas en el Senado o en la Cámara de Diputados. No los apéndices de López Obrador en la SCJN (Esquivel, Ortiz y Batres).
Lo dicho por la presidenta no minimiza los hechos. Revela, en cambio, el mencionado desgaste: “ahora resulta que AMLO va a estar dictando a senadores”. Muestra que el margen de acción que ella guarda está siendo vulnerado por diversos personajes y por el mismo tabasqueño. Y es en el estrecho margen que le queda que debe sacar adelante la agenda obradorista, atacar a la marginada oposición (¿para qué pierde el tiempo?; mejor sería analizar si alguno le puede ayudar) y cuidarle las espaldas a López Obrador de los nuevos halcones de Estados Unidos que ya le han señalado y buscan procesarlo.
Es irónico: a la primera que le convendría quitaran a López Obrador del camino (de su camino) sería a Sheinbaum. Ciertamente así radicales e interesados legisladores morenistas dejarían de sentirse protegidos por el expresidente.
Es el momento de que la primer mandataria se quite el yugo. Y lo formidable es que no lo tiene que hacer ella directamente, basta lograr que sean los grupos de la 4t más leales a ella quienes se acometan. Alimentar a los claudistas y a la oposición en lugar de atarlos de manos.
Advertida está. Si no enfila baterías a este propósito, la van a humillar, tumbar, quitar, aniquilar. Hay ‘corcholatas’ que se sienten con el derecho de hacerse de la silla presidencial. Llevo cuatro años diciéndolo; cuatro años de que el dueño de Morena ha dejado correr esa noción.
Con la sentencia de cárcel por corrupción girada en contra de Cristina Kirshner hay esperanza, sí.