Era tan sólo una niña. En el apacible pueblo de Teocaltiche, la vida solía fluir en un ritmo tranquilo. Las risas de los niños llenaban las calles y las familias se reunían para disfrutar de comidas y eventos comunitarios. Pero el día que Daleyni Jakeline, una niñita de tan solo tres años se hizo viral en un video diciendo que era la “novia de Peso Pluma”, el mundo de esta pequeña comunidad cambió para siempre. A los tres años nadie puede ser novia de nadie, mucho menos ser integrante de algún comando armado o estar relacionada con cualquier grupo de capos que disputan un territorio. Un video grabado probablemente por alguien que amaba a la nena fue el detonante de esta tragedia, que si bien, por un lado, puede identificarse un acto de “sharenting” por parte de sus familiares, aquello no justifica su asesinato.
Daleyni era un rayo de sol en medio de la cotidianidad, una niña llena de alegría, a quien le encantaba bailar y siempre tenía una sonrisa en el rostro. Su abuela, Maribel, la recuerda como cariñosa y juguetona, amada por todos. Pero ese radiante espíritu infantil fue abruptamente apagado en un acto de violencia que nos recuerda la importancia de la justicia.
El término sharenting se compone de share (compartir) y parenting (paternidad) y consiste en la acción de los padres o familiares de compartir en redes sociales contenido como imágenes, videos, audios o ediciones de imágenes en las que aparecen sus hijos menores de edad.
En un día que debería haber sido como cualquier otro, Daleyni y su familia regresaban de una comida, cuando fueron brutalmente atacados. La niña, su abuelo materno y un joven de 21 años perdieron la vida a manos de un ataque armado atribuido al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). La abuela de Daleyni lucha por su vida en medio de una situación que ha sacudido a Teocaltiche hasta lo más profundo.
El asesinato de Daleyni Jakeline y su familia es un recordatorio escalofriante de la necesidad de justicia. En un mundo donde los niños deberían estar protegidos y cuidados, su vida se ha convertido en una estadística espeluznante de la violencia desenfrenada que azota a muchas partes de nuestro país. Sin embargo, Jalisco parece tierra de nadie. Las desapariciones, asesinatos, rondines de camionetas monstruosas donde navegan hombres armados en total impunidad se han convertido en la regla cotidiana de una entidad donde el auto-toque de queda es la única medida para evitar ser parte de las cifras.
La tragedia no se limita a la historia de Daleyni. Teocaltiche, ubicado en la frontera entre Jalisco y Zacatecas, ha sido testigo de enfrentamientos continuos entre los brazos armados del CJNG y el Cártel de Sinaloa, ambos luchando por el dominio del municipio. Las autoridades han descubierto centros de monitoreo clandestinos utilizados por el crimen organizado para espiar a la población y a las fuerzas del orden. Esto refleja el temor constante que acecha a los habitantes, quienes viven con miedo y con la preocupación constante por la seguridad de sus seres queridos.
A pesar de la tragedia que ha golpeado a Daleyni y su familia, la comunidad no se rinde. Se han unido en una marcha por la paz, aunque con poca asistencia debido al temor que sienten. Pero esta marcha simboliza su valentía y determinación para luchar contra el miedo y la injusticia que los rodea.
Hoy, exigimos justicia para Daleyni y para todas las víctimas inocentes que han sido afectadas por la violencia desenfrenada en nuestro país. La historia de Daleyni nos recuerda la importancia de proteger a nuestros niños, de brindarles un futuro seguro y prometedor. Con el hashtag #ConLosNiñosNo, debemos unirnos para garantizar que ningún niño más se convierta en víctima de esta violencia despiadada, por la simple libertad más básica de tener gusto por un grupo o cantante y expresarlo.
Teocaltiche merece vivir en paz, y es responsabilidad de todos nosotros luchar por un futuro mejor para las generaciones venideras. La justicia para Daleyni es un paso en esa dirección, un grito de esperanza en medio de la oscuridad. En lo más profundo, es aterradora la idea de aquella normalización de violencia y pánico con el que crecerán las niñas y niños que sufren esta etapa. Sus hermanos y primos, las niñas que son levantadas, todos los menores que en redes sociales consumen estas noticias y contenidos… Los que continúan siendo exhibidos por sus propios padres que no se imaginan el mundo acechante que espera al otro lado del celular. La indolencia. La tragedia. Las infancias perdidas. La incapacidad para protegerlas. El dolor en cuatro mil quinientos caracteres. Y de nada sirve la defensa al poder judicial ni los debates sobre fideicomisos, ni un fideicomiso de nada evitó esta muerte, ni un trabajador de ningún lugar pudo cuidarle. El país de la barbarie que no puede cuidar a sus niños, eso somos.