Ya pasados los meses aciagos de la pandemia por la Covid-19, el gobierno federal concedió al personal del sector salud la presea al mérito ‘Miguel Hidalgo’, mayor condecoración al mérito cívico otorgada por el Poder Ejecutivo a los ciudadanos mexicanos.
Ello se hizo mediante un ejercicio de votación entre el mismo personal y se entregaron las medallas (físicas) en sus distintos grados desde los médicos especialistas hasta enfermeras. Más que merecido sin duda, ya que, como en las guerras, todos esos soldados blancos trabajaron sin descanso en la primera línea de fuego, arriesgando sus vidas y no en poco número teniendo muy dolorosas bajas, además del tremendo desgaste físico y psicológico que representó tal gesta heroica por México.
Bien, en el mismo sexenio lopezobradorista, el país experimentó una desgracia de proporciones casi bíblicas, en la ciudad de Acapulco, siendo la primera vez en la historia de que se tienen registros, que un monstruoso huracán categoría 5 toca tierra en una ciudad.
En ese contexto, los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tuvieron días de gloria: En tiempo récord colocaron alrededor de cinco mil postes, miles de kilómetros de cable y la reparación de casi 70 enormes torres de alta tensión.
Por tal motivo, el gobierno federal debiera considerar la presea a dicha empresa paraestatal y a su personal de clase mundial y, ojo, sin dejar fuera a su director, el licenciado Manuel Bartlett Díaz, baluarte de nuestra soberanía energética e incansable centinela de la Revolución Mexicana y sus conquistas, que por nada el dogma neoliberal las convierte en humo.