Todavía quedan los efectos colaterales que cobraron fuerza con el tema de salud de la pandemia derivada del Covid-19. En momentos se siente un equilibrio, no obstante, tal parece que es cuestión de tiempo para vivir nuevamente un repunte de acuerdo con los porcentajes al alza en el mundo.

Por esa razón es importante no bajar la guardia a pesar de la etapa de vacunación que vivimos.

En medio de todo ello, no dejamos de lado el tema de la política que tanto nos apasiona. Fuimos testigos de la consolidación de Morena como partido en 2021 en una maquinaría ganadora movida, eso sí, por la influencia de la imagen de Andrés Manuel López Obrador.

Asimismo, por otra parte, el poder que tomó auge y fortalecimiento fue, sin lugar a dudas, el legislativo Federal. Frente a los grandes retos que se presentaron supo canalizar el gran potencial de sus liderazgos.

A lo largo del 2021 la participación de ambas cámaras fue, en puntos de resultados positivos, una verdadera estructura, aunque, en términos políticos más eficientes, consideramos al Senado de la República como la columna vertebral de la llamada Cuarta Transformación.

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Hoy en día su gran referente es, por mucho, el Senador Ricardo Monreal. Quizá eso sumado a su trayectoria fueron razones suficientes e ideales para meterse, desde este instante, como uno de los favoritos de Morena en la sucesión presidencial adelantada.

Él, incluso, fue el personaje que más creció de acuerdo con la encuesta en El Financiero. En tan sólo un mes subió 11 puntos y, en esa dinámica, le pisa los talones a Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum.

Por ello es claro que se endureció una postura casi en términos políticos radical. En este sentido algunos grupos radicales cuidan sus intereses y echan andar, tradicionalmente, una estrategia de hostilidad con emisarios, personeros e, incluso, con figuras públicas del gobierno.

Desde esa perspectiva vivimos momentos de tensión en mi opinión, dirigida al personaje político en ascenso. Ricardo Monreal vivió en diciembre una ofensiva que se ha vuelto rutinaria cuando los actores van repuntando.

Lo dijo claramente que, lo que pasó en Veracruz, es evidentemente un golpe bajo o, simplemente, una estrategia de fabricación para intentar acotar o reducir el margen de posibilidades.

No obstante, seguramente seremos testigos de la mejor versión de Ricardo Monreal que siempre se sobrepone a cualquier obstáculo. En lugar de debilitarlo o tratar de desgastarlo, evidentemente tomará más fuerza y, en una de esa, sumará más adeptos a la causa.

Entonces, paradójicamente lo fortalecen. Pasó en 2018; la hostilidad ya no funciona ni es, políticamente hablando, útil cuando estamos presenciando un crecimiento acelerado y sobre todo consolidación de una figura que se impone a cualquier barrera.

Esa será la tónica del 2022. A pesar de los intentos habrá, sin lugar a dudas, un acomodo de fuerzas o, tal vez después de una sacudida su visualizará un mapa político con alianzas en el interior de Morena si fuese, como se anticipa en la designación de una encuesta simulada, una determinación unilateral.

En ese afán, se puede poner sobre la mesa una reestructuración de los mecanismos de designación en Morena. Hay muchos inconformes y, peor aún, sigue prevaleciendo la zozobra que se ha convertido en la manzana de la discordia con encuestas y reglas de participación inequitativas.

La elección primaria es, en este momento, una opción que abre más la transparencia y propicia mayormente la democracia en su toma de decisiones.

A raíz de eso, esperaremos a ver cómo se van dando las cosas. Mientras tanto, veremos un 2022 apasionante en términos políticos-legislativos.

Se encauza la Reforma Eléctrica; sobre la mesa está la propuesta de una reestructuración Electoral urgente que se adapte a la demanda popular y no a los caprichos de sus consejeros que dieron señas de flaquear o sucumbir ante la presión de los que optan por desequilibrar la gobernabilidad.

Y para tener un año más vibrante, habrá elecciones en seis entidades. Morena gana en Oaxaca, Hidalgo, Tamaulipas, Quintana Roo y Durango. Con ello, se hunde más la oposición y se corta una hegemonía dominante partidista en distintos territorios.