El reciente 108 aniversario de la Constitución de 1917 y el 168 de la Constitución de 1857 incitan a evocar la dialéctica de la sociedad mexicana que, como muchas otras, oscila entre libertad, igualdad y justicia.

La Constitución de 1857 representó el triunfo y la defensa de los valores liberales que define al individuo como objeto y fin de toda institución social y política.

La Constitución de 1917 es nuestro recuerdo vivo de que en un contexto de profundas desigualdades de todo tipo montar un sistema liberal individualista agudiza los desequilibrios y genera graves injusticias que alimentan rebeliones y revoluciones.

Volver a finales del siglo XX y la primera década del siglo XXI a inclinar la balanza del lado de la libertad ha probado otra vez las ventajas y desventajas de ese modelo o forma de representar y forzar la realidad en un contexto cargado de herencias y condiciones de desigualdad. El resultado está a la vista: un pueblo que desde hace décadas, en palabras del líder Luis Donaldo Colosio, está hambriento y sediento de Justicia.

El intento de reponer los balances, extraviados durante el periodo neoliberal que trajo algunos aciertos, embargados por sus intolerables errores y abusos, ha llevado a la mayoría popular a demandar cambios estructurales que están en marcha en todo el sistema institucional.

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La 4a Transformación (4T) su segundo piso –y su recimentación– ahora liderada por la primera mujer presidenta de México, la doctora Claudia Sheinbaum, es el proceso social y el proyecto político deliberado que sirven de impulso e instrumento para avanzar en la reconstrucción del frágil equilibrio entre libertad e igualdad con justicia.

Desde luego que el proceso y proyecto de la 4T no ha sido, es o será fácil. Y por supuesto que tampoco podrá cumplir con todos sus propósitos. Empero, continuará modificando o reconfigurando estructuras e instituciones para ponerlas al servicio de todas y todos, y no solo de unos cuantos, y eso pasa por aprobar e instrumentar las reformas constitucionales reconstituyentes en curso.

A las conmemoraciones de las dos constituciones referidas, de 1857 y 1917, hay que agregar las que corresponden a las constituciones locales.

En Oaxaca, por ejemplo, en 1857 el jurista y político, Benito Juárez, promovió e inspiró la Constitución de ese año, que reemplazó a la Carta de 1825, y que después fuera sustituida por el texto todavía vigente de 1922.

Es importante observar que, así como en el ámbito federal la Constitución de 1917 se encuentra en proceso de transformación, en Oaxaca la inteligencia académica crítica y progresista y el gobierno del estado estamos impulsando un proceso de renovación del marco constitucional de 1922 en sentido político, social e intercultural.

En este mes de febrero, los primeros encuentros regionales y diálogos que ayer comenzaron en la Heroica ciudad de Juchitán se extenderán por todo el territorio estatal para que “desde abajo y con mucha participación”, en palabras del gobernador, Salomón Jara, se reflexione, debata y modulen sus contenidos.

Las y los oaxaqueños esperamos llegar a Guelatao de Juárez, el 21 de marzo, a testimoniar la entrega de la primera propuesta que habrá de convertirse en iniciativa de nuevo texto que el Congreso local en su momento debatirá, consultará, compartirá y dictaminará.

En un país tan grande y potente, en un estado que ha dado tanto a la Patria, estamos empeñados en que se moderen la opulencia y la indigencia, según lo sintió y declaró José María Morelos; en que nadie sea excluido o discriminado; en que florezca la dignidad de todo ser sintiente; y se fortalezcan Integridad de pueblos y comunidades originarios y afro-mexicanos.

Lo que hemos aprendido con el tiempo y las experiencias es que es vital que nadie se quede afuera y nadie se quede atrás.

Estamos comprometidos con un constitucionalismo político, jurídico, social e intercultural para vivir mejor en el siglo XXI.