Morena, en este momento, no debe perder el rumbo del ejercicio de transformación, pero también de la declaración de principios. De hecho, ambas concepciones no deben ser ignoradas, pues una y otra deben estar entrelazadas para continuar profundizando las políticas públicas que el país necesita. Es verdad, se vive un proceso interno para la transición de jefe del ejecutivo federal y, con ello, un clima hasta cierto punto polarizado por la toma de decisiones. Como sabemos, Claudia Sheinbaum asumió la coordinación de los comités y, dada esa coyuntura, se están atendiendo las tareas de organización y planeación para los retos que vienen en puerta.
Lo ideal, ya lo dijimos, es que Marcelo Ebrard se sume al proyecto que encabeza el presidente. En ese sentido, Morena debe insistir para tender puentes de interlocución. Ya se ha hablado del poder político que representa y, de ninguna manera, hay que minimizarlo. Sin embargo, este clima no puede ser visto como un mecanismo de sometimiento. En Morena, por ejemplo, un elemento crucial es el derecho a disentir; no siempre hay puntos de vista igualitarios; debe prevalecer la tolerancia y el respeto a la libre manifestación, luego de que han surgido opiniones distintas desde el Congreso Federal.
Lo que sucede, claro está, es la manifestación libre de algunos diputados que han levantado la voz para expresar su opinión acerca del presupuesto de egresos que, dentro de muy poco, se analizará, discutirá y, posterior a ello, se aprobará cuando exista una mayoría calificada. En ese sentido, hay quienes perciben una resistencia para resolver las diferencias del proceso electoral. En mi opinión, el esquema de recursos que se ejercerá debe, de entrada, priorizar los rubros más fundamentales para el desarrollo del país. Si eso implica una revisión minuciosa, hay que escuchar a todas las voces y, de paso, poder construir puentes de comunicación y entendimiento.
Además de ello, no se debe comprimir ni mucho menos minimizar la voz de quienes integran el pleno. Hay que abrir el abanico al debate para alcanzar consensos. De igual forma, no es lo idóneo ir politizando el proceso legislativo, con la transición electoral que vivimos. Esto ha dado pie a que surjan las especulaciones que, dicho sea de paso, han sido aclaradas por los protagonistas. El mismo Ricardo Monreal ha dicho que no pertenece a bloques, ni mucho menos ha formado uno. O sea, no tiene ninguna injerencia e influencia por los diputados y por la opinión crítica de algunos.
De hecho, nos hemos dado cuenta de que, en medio de este clima, han nacido hipótesis sin fundamento. Ricardo Monreal no tiene ninguna influencia por quienes han levantado la mano en San Lázaro. Es más, salió a manifestarlo de manera pública. Él, en ese sentido, se ha enfocado en el ejercicio de organización y planeación para lo que se avecina. Como sabemos, Claudia Sheinbaum, coordinadora de los comités de la defensa del voto, lo nombró coordinador de campaña y, desde hace unas semanas, asumió ese rol que, nos comentan, vive un proceso de diseño a nivel nacional.
A Morena, en este momento, no le conviene llevar este proceso a otro terreno. En el mejor de los casos, hay que escuchar a todas las voces, especialmente si han brotado desde el seno morenista, máxime para cuidar el derecho a disentir. Lo que sucede, claro está, es una ponderación crítica para etiquetar el recurso del presupuesto de egreso de forma equitativa y, de paso, fortalecer los rubros más importantes del país. De igual manera, no han explicado que, este clima está ligado a la discusión por la eliminación de fideicomisos al poder judicial.
En ese sentido, Morena tiene la fuerza política para llevar a cabo cambios en esa materia, empero, hay que analizar bien y, sobre todo, dialogar para alcanzar acuerdos. Si es así, esto influirá de forma positiva y, de paso, puede abrir los canales de comunicación para lo que vendrá en un futuro inmediato. Lo que menos le conviene al movimiento son pugnas que ocasionan grietas en un momento coyuntural clave. En otras palabras, es necesario superar cualquier diferencia y articular el proyecto de transformación, ya que, para tomar decisiones, se requiere de una base de respaldo suficiente que, en términos políticos, es la mayoría.
Notas finales
En Zacatecas, nos cuentan, ha brotado el nombre de Santos González, joven que incursionó en la política a temprana edad. De hecho, ha asumido responsabilidades de gran nivel, como la coordinación de asesores en la Cámara de Senadores. Además de ello, es catedrático de la UNAM, y activista de temas trascendentales de la agenda pública. Dicho en otras palabras, está asumiendo un gran reto porque ha sabido ganarse el reconocimiento de todos los sectores sociales en aquel punto del país. Su nombre, por ejemplo, suena para un puesto de elección popular; se habla del legislativo federal al que, por cierto, Santos supo construir camino con personajes de peso.
Por ese motivo, no hay que perder de vista a Santos González, que, dicho sea de paso, es el prototipo perfecto del relevo generacional que tanto ha hecho énfasis el presidente López Obrador.