‘A fines de 1974 Orlando Barone tuvo la iniciativa de reunir a Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato para que intercambiaran sus ideas. Con el minucioso registro de los encuentros realizados entre ambos escritores, compaginó luego los Diálogos que integran este volumen’. Eso lo leí en un PDF de los Diálogos Borges/Sabato que encontré en internet. Cito el arranque de la conversación:

  • Borges: ¿Cuándo nos conocimos? A ver... Yo he perdido la cuenta de los años. Pero creo que fue en casa de Bioy Casares, en la época de Uno y el Universo.
  • Sábato: No, Borges. Ese libro salió en 1945. Nos conocimos en lo de Bioy, pero unos años antes, creo que hacia 1940.
  • Borges: (Pensativo) Sí, aquellas reuniones... Podíamos estar toda la noche hablando sobre literatura o filosofía... Era un mundo diferente... Ahora me dicen, sé, que se habla mucho de política. En mi opinión les interesan los políticos. La política abstracta, no.

¿Qué es la política abstracta? Definiciones sobran, pero creo que todas pueden sintetizarse con las siguientes palabras: “La política es el arte de construir entre todos y todas las reglas para vivir pacíficamente en sociedad”. Desde luego, una de tales reglas puede ser la guerra, cuando alguien —por ejemplo, un dictador enloquecido— amenace la paz.

El problema, como dijo Borges en el citado diálogo con Sabato, radica en que la política no nos interesa: nos interesan los hombres y las mujeres dedicados profesionalmente a la política. ¿Por qué? Porque podemos chismorrear sobre ellos y ellas. Y, ya se sabe, la murmuración sobre atributos personales es el pasatiempo favorito de la mayoría de la gente.

Ese es un grave problema, sin duda. Ayer, por ejemplo, Claudia Sheinbaum se reunió con Javier Corral para diseñar el plan contra la corrupción del próximo gobierno —que la candidata de izquierda, según todos los pronósticos, encabezará: su rival Xóchitl Gálvez, afirma la totalidad de las encuestas serias, no tiene ninguna posibilidad de triunfar las elecciones presidenciales—. El hecho es que si a Corral le gana el protagonismo, su apellido contaminará el proyecto. Porque muchas personas lo respetan, pero muchas otras no lo respetan.

Por ejemplo, hay demasiada evidencia para pensar que es pésima la opinión que tienen acerca de Corral quienes editan el diario más importante de izquierda, La Jornada. El 19 de diciembre de 2020 le dedicaron esta Rayuela: “El gobernador Javier Corral tuvo más de tres años para llevar a juicio a uno de los presuntos responsables del asesinato de Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada. Prefirió darle un cargo público…”. Poco menos de un año más tarde, el 11 de octubre de 2021, el colaborador de Sheinbaum mereció esta nota principal: “Creó Corral centro de acoso político para inculpar a opositores”. Y tuvo otra vez su Rayuela: “Buscó protagonizar la epopeya y terminó escenificando una farsa”. Notas como esas abundan en La Jornada.

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Es difícil, casi imposible que en un equipo electoral haya alguien con solo opiniones positivas. La rareza la encontró Claudia Sheinbaum en el doctor David Kershenobich. Ayer escribí sobre su plan de salud y la gente con la que me comunico unánimemente aplaudió al ex director del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

Comparé el trabajo de Kershenobich con el del ministro en retiro Arturo Zaldívar. Ambos participan, como Corral, en el grupo de quienes elaboran el programa de gobierno de la candidata presidencial de Morena.

En mi artículo fui crítico de Zaldívar, así que alguien podría decir que influí en las personas que lo leyeron, pero me parece que no es así. Entre los abogados y las abogadas que conozco, y que me hacen el favor de comentar lo que escribo —juristas de numerosos sectores y niveles—, nadie aprueba lo que ha hecho quien presidiera la SCJN. Se le considera inteligente y hasta brillante, pero le reprochan a Zaldívar que antes de tiempo, solo por no controlar sus ambiciones, haya abandonado la cúpula del poder judicial para intentar hacer una carrera en la política.

Así las cosas, se contaminará cualquier proyecto que lleve el apellido de Zaldívar. Así que mi recomendación, para no afectar a Sheinbaum, sigue siendo que sea muy discreto..., exactamente lo que no es.

Es la misma recomendación que le haría a Javier Corral, pero creo que este no la necesita. Experimentado y seguramente consciente de que no es monedita de oro —pesa bastante en la izquierda lo que La Jornada opine sobre él—, el exgobernador de Chihuahua ha mantenido un perfil más bien reservado desde que llegó a la campaña de Sheinbaum. Así debe seguir…, por el bien de Claudia.

La influencia sobre La Jornada en los sectores de izquierda la demuestra el cartón de hoy viernes 29 de marzo de El Fisgón: una broma muy dura para descalificar a Enrique Krauze, quien quizá sea el intelectual más importante de la derecha y, al mismo tiempo, para desacreditar al sitio de internet, Latinus, que más ha cuestionado —con materiales producto del espionaje— a la 4T:

En la misma edición de La Jornada, en su nota principal el periódico de izquierda aplica un contraveneno eficaz para que no baje la moral de quienes apoyan a Morena, a AMLO y a Sheinbaum: las críticas que reciben no son solo guerra sucia, sino que vienen del extranjero, de España, de la derecha de ese país. La fuente es un activista digital español, Julián Macías.

Es mucho lo que La Jornada hace a favor de Morena, aunque en la precampaña no fue un diario del todo generoso con la ahora candidata presidencial. Podrá Javier Corral arreglar, o no, cualquier problema con quienes dirigen ese diario. Mientras eso ocurre la prudencia será su mejor aliada.

En lo internacional, los políticos —dos presidentes—, no la política, están complicando la relación entre dos de las grandes naciones de América Latina, México y Argentina. ¿Era necesario que Javier Milei insultara a Andrés Manuel López Obrador? ¿Fue correcto que el mexicano respondiera con burlas al argentino? Creo que debieron haber evitado el enfrentamiento, pero por protagonistas no lo hicieron.

Las cosas se van a complicar porque una senadora de derecha —que llegó a su cargo invitada por el hoy presidente de izquierda—, Lilly Téllez, insiste en invitar al presidente Milei al Senado mexicano. La embajadora de Argentina, María Gabriela Quinteros, le respondió a Lilly que Milei está considerando “muy seriamente” aceptar la invitación, pero la reunión con senadores y senadoras del PAN y posiblemente del PRI solo se daría en el contexto de una visita oficial del presidente argentino a nuestro país.

Pero, un momento, no hay ahora condiciones para una visita oficial del presidente Milei a México. Ya las habrá cuando él y AMLO se tranquilicen. Hasta podrían hacerse amigos si la amistad les beneficiara —a ellos, no a sus naciones—.

No sé dónde dijo Borges otra cosa acerca de quienes tienen a la política como su profesión. Se refería a seguidores del peronismo argentino, pero convenientemente parafraseadas sus palabras aplican a los presidentes López Obrador y Milei y a todas las personas que tienen el mismo oficio que ellos: “Los políticos —y las políticas— no son buenos ni malos; son incorregibles”.

Según la Real Academia Española incorregibles son las mujeres y los hombres que “por su dureza y terquedad” no quieren enmendarse. Si no van a cambiar, al menos que sean inteligentes y se abstengan de hacer lo que perjudica a sus equipos electorales: como ponerle sus apellidos a los proyectos de la candidata Sheinbaum. Porque solo anormalidades como el doctor Kershenobich tienen en la política prestigio a prueba de balas. Aquí es adecuada una precisión: este médico tiene intacta su reputación porque no es político. Ojalá nunca lo sea, ni siquiera si llega a la titularidad de la Secretaría de Salud. Sería otra anomalía un secretario que siempre dijera la verdad, pero sería sin duda una anomalía de lo más positiva.