Desde que trascendió la carta que envió Mario Delgado a los gobernadores -emanados de Morena- las condiciones dieron un giro sustancial. Tenía que ser así, sobre todo en el caso de Ricardo Monreal que fue segregado durante 17 meses en los que recibió un trato desigual, incluso tuvo que resistir la hostilidad que fue calificada como un mecanismo para intentar descarrilarlo de la sucesión presidencial. De hecho, esos actos salieron del propio seno morenista a través de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, que se prestó al trabajo sucio usando recursos burdos y manipulados dirigidos al coordinador de los senadores de Morena en la Cámara de Senadores.
Pese a eso, el tiempo nos dio la razón: el líder de la fracción de los senadores de Morena paradójicamente creció y se posicionó. Ni la segregación de Palacio Nacional, ni mucho menos la guerra sucia de las redes sociales pudieron ponerlo contra las cuerdas. Esto es, para un número importante de seguidores del partido, la muestra más plausible de resistencia en una guerra declarada contra él. Incluso, muchos pensaron que difícilmente resistiría y hasta auguraban una intempestiva reacción en Morena.
Valió la pena seguir insistiendo y, hoy en día, las circunstancias son otras, al menos en el papel. Falta llevar a la práctica la narrativa de garantizar piso parejo. De hecho, por un momento pensamos que la situación no había cambiado para nada y que, el panorama, seguía siendo el mismo. Es decir, que tanto Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto, secretario de Gobierno, continuaban gozando del favoritismo de Palacio Nacional.
De hecho, la invitación que lanzó Ignacio Mier a los tres actores que mencionamos para que acudan a la plenaria de los diputados de San Lázaro primero, nos hizo confirmar, por un momento, que el piso parejo era un espejismo.
Y sí, el diputado Ignacio Mier solamente había invitado a Claudia, Marcelo y Adán Augusto. Con ello, prescindió de la asistencia de Ricardo Monreal. Dada esa situación, comenzó a transitar la narrativa en los fragmentos de varios columnistas, incluso el propio coordinador de los senadores de Morena fijó su posición sobre ello. Es decir, la presión se tornó fuerte al grado de generar una resonancia que no dudo, ni tantito, llegó hasta Palacio Nacional. De otra forma no comprendo la reacción de Ignacio Mier después de haberse disculpado con Monreal y tomarlo en cuenta para la plenaria.
Esa reacción fue inmediata. Mientras que se confirmaba la asistencia de Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto, el coordinador de los diputados de Morena, en San Lázaro, corrigió el camino. Hubiese sido un error político dejar fuera a Ricardo Monreal, incluso eso pudo significar un costo político muy alto en la percepción de la ciudadanía que no se hubiera tragado el cuento de que hay condiciones de igualdad cuando, en la práctica, llevan a cabo otro tipo de determinaciones.
Y fue esa misma presión la que hizo cambiar la decisión de Ignacio Mier. Quizá, recibió un mensaje de Palacio Nacional para que integrara a los cuatro presidenciables oficiales de Morena sin excepción alguna. Es decir, a donde acuda Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto, tiene que asistir Ricardo Monreal, al menos esa es mi lectura de la carta que envió Mario Delgado a los gobernadores que representan -en las entidades- al lopezobradorismo.
Hubiera sido más notable la ausencia de Ricardo Monreal a la plenaria de diputados de Morena, que la propia asistencia de las tres corcholatas preferidas del oficialismo. De por sí el propio Ignacio Mier no aguantó la presión que se le vino encima cuando omitió el nombre del zacatecano; menos lo hubiera hecho sí el Presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado no hubiese asistido por no haberlo tomado en cuenta. Esto queda claro después de la disculpa que ofreció Mier para considerar a todos, y dar marcha atrás a la segregación.
Será el primer acto “oficial” de Morena en el que acudan los cuatro presidenciables, sobre todo para evitar encono y confrontaciones internas pues la exclusión lo único que genera es desunión, sino se promueve una cohesión sensata y tolerante en aras de construir la democracia interna.
Y, con un reconocimiento al buen gestó de Ignacio Mier, el senador Ricardo Monreal aceptó la invitación y, con ello, se da un paso importante de voluntad política, especialmente para que las bases y militantes de Morena confíen en que sí, habrá equilibrio como desciframos la narrativa que -seguramente- se redactó en Palacio Nacional a través de la misiva que envió Mario Delgado.
A propósito de ello, más que una voluntad política he insistido que, la corrección del camino sucesorio, fue más bien producto de la lucha legítima que encabezó el líder de Morena en la Cámara de Senadores. El tiempo confirmó ese hecho ante una oportuna intervención del presidente López Obrador para equilibrar la balanza antes de que el principal punto de apoyo -que son los presidenciables de renombre- se llegara a fracturar en vísperas de la elección. Es decir, previo de la carta de Mario Delgado predominó la desconfianza por el favoritismo hacía Claudia Sheinbaum, al menos eso se notó en los meses que fueron transcurriendo.
Tratándose de una carta en la que se pide piso parejo, eso nos hace pensar que habrá, desde este momento, flexibilidad, apertura y pluralidad para todos. Un signo o señal de exclusión, lo mismo que una estrategia de hostilidad dirigida hacía un aspirante, sería la sospecha más clara de que, lo que aconteció, es una cortina de humo para calmar los ánimos que se estaban desbordando.
El tiempo nos dirá sí es un hecho que hay piso parejo o, en ese sentido, todo es parte de una simulación de las cúpulas del poder para allanar el camino, sí es que hay un favoritismo inclinado.