El extendido pensamiento único que pretende que todos los seres humanos mantengamos una serie de ideas comunes pero sobre todo, de límites bastante cuestionables, se caracteriza por postular generalidades que una vez llevadas a la práctica son de imposible realización; sin explicar cómo, supone que posiciones irreconciliables como el cristianismo y el ateísmo, o el islam y la homosexualidad coexistan dentro de los parámetros de corrección política que definen a su antojo los dictadores de “lo adecuado”. Obvio es que esta ilógica y antirracional forma de pensar no es aceptada -y menos compartida- por enormes mayorías que responden a tradiciones religiosas y políticas basadas en premisas incuestionables y aceptadas como verdades dogmáticas en el sentido clásico del término.
Para botón de muestra digamos que los postuladores de la corrección política son los primeros opresores del libre pensamiento y, a todo lo que no se ajusta a la plantilla ideológica dictada por la open society financiada por Soros, aplaudida por Bill Gates e instrumentada por los gobiernos liberales de occidente, lo tachan por lo menos, de reaccionario y facista.
Aquí cabe preguntarse qué pasa con la cultura occidental cristiana, con la democracia y el capitalismo; qué pasa si una mayoría decide no aceptar, por ejemplo, los postulados de la sexualización infantil o si se niega a abandonar posiciones de suyo excluyente de orden religioso como el paradigma crístico de: el que no está conmigo, está contra mí.
Como si se tratara del big brother orwelliano o de la distopía huxleyana, se ataca hasta destruir por todos los medios, a través de la prensa financiada y de la comentocracia influida, al disidente.
Así, se margina a las mayorías (católicos, protestantes, capitalistas, defensores del libre mercado en el sentido clásico) y se empodera a minorías prácticamente inexistentes a las que se usa como chivo expiatorio de una agenda de sustitución de valores. Se sustituye lo ortodoxo, tradicional, clásico, justo, espiritual y bueno, por lo que el big brother define como correcto, adecuado y socialmente aceptable.
Es de esta manera como se plantea la batalla en el occidente cristiano y capitalista por un lado, y amorfo y suicida por el otro. Bill Gates y los suyos quieren que los niños decidan su sexo, matar a las vacas, promocionar el aborto como si fueran galletas y reducir la población; otros muchos rescatando familias de padre y madre, empleo, libre mercado, orden social y comunidades con valores comunes. Unos importan musulmanes en edad militar a Europa aunque sus valores religiosos los hagan odiar a los homosexuales y someter a las mujeres. Paradojas que el big brother omite en aras de su modelo correcto.
CPAC, la conferencia conservadora, en sus inicios norteamericana, impulsada por el matrimonio Schlapp y encabezada en México por Eduardo Verástegui, claramente se alinea en la defensa de la lógica clásica y el orden, juntos promueven una reunión escaparate que da visibilidad y voz a figuras como Javier Milei, Jair Bolsonaro, Donald Trump y líderes del conservadurismo mexicano como René Bolio, Alice Galván, Ferdinand Recio o Carlos Leal.
Las críticas desde la comentocracia calificarán de facista lo lógico, de ultraderechista lo que para unos es sensato y, sin más argumentos que los dictados de Soros, dirán que los excluyentes y retardatarios quieren alzar la voz contra los correctos y ahora poseedores de la verdad. Difícil no tomar partido (cualquiera de los dos) en una batalla tan desigual si se tiene un espíritu de justicia; por un lado, un matrimonio y un joven actor que con sus recursos y medios se reunirán el próximo 24 de agosto en la CDMX para defender lo que les enseñaron sus padres, apoyados por el siempre polémico y no muy bien peinado presidente de la Argentina que vendrá a México sin reunirse con su gobierno. Del otro lado, los hombres más ricos del mundo, poderosos gobiernos, buena parte de la izquierda y los medios de comunicación masiva.
La narrativa de los medios en México es anticipable, la clase política opositora suicida del PAN y del PRI es incapaz de convocar figuras de la talla de Milei o Bolsonaro, menos aún de Donald Trump; están aislados en su perdida batalla contra el Estado omnímodo al cual pertenecen y obedecen sin darse cuenta, pero atacan con denuedo al puñado de libres que se refugian en CPAC.
De haber congruencia en los correctos, aplaudirían un espacio de disidencia o al menos se ahorrarían la enorme ofensiva mediática contra el foro, el supuesto que motiva a la open society es la expresión de lo diferente, este principio lo olvidan sus ejecutores para la CPAC dejando en estado de indefensión a la pluralidad y consolidando un nuevo pensamiento único.
Los Schlapp, una activa pareja y comprometida, ha llevado CPAC a muchos países del mundo, lo hacen pagando enormes costos personales frente a la corrección política por convicción y decisión; Verástegui, motivado por una fe férrea más allá de toda lógica política. Ellos convocando al último refugio de los libres.
Cuando la bandera de la libertad se alza, las hordas de lo monótono, con toda su furia buscan aplastarla. Aquí es fácil ver quién representa qué.