El imponente uniforme verde militar repleto de medallas, placas, cordones de especialidad, condecoraciones e insignias, que porta el general Luis Cresencio Sandoval, Secretario de la Defensa Nacional (SEDENA), le ha quedado muy grande. El hombre que se esconde bajo ese traje de gala luce acobardado, temeroso, y hasta indefenso frente al descomunal escándalo que lo envuelve por el caso denominado SEDENA Leaks, que ha desnudado millones de secretos del Ejército a su cargo pero también la clandestinidad en sus acciones y los pecados más reservados del Gabinete Federal y de la Cuarta Transformación. A tal grado se ha empequeñecido al jefe de las Fuerzas Armadas de México que ha debido esconderse tras las faldas del propio Presidente de la República, así como del Secretario de Gobernación que tuvo que salir en su defensa para evitar que rinda cuentas a los mexicanos.
A más de 20 días de que se conociera el hackeo perpetrado por el grupo Guacamaya a los sistemas digitales del ejército y que millones de documentos que habían sido celosamente guardados quedaran en manos de reporteros, periodistas, historiadores, investigadores y medios de comunicación, el presidente Andrés Manuel López Obrador continua -ya sin mucho éxito- tratando de minimizar y hasta ridiculizar el hecho, al tiempo que descaradamente ha obstaculizado que el general responda preguntas a los comunicadores.
Ocurre que al general le falta el valor para dar la cara; para explicar cómo ha sido posible que fuera transgredida la seguridad de, paradójicamente, la institución que debiere resguardar la seguridad del país.
Le falta valor para responder a los Jesuitas de México por qué no actuó el ejército para impedir el artero asesinato de dos de sus compañeros sacerdotes en la Tarahumara hace tres meses, siendo que de acuerdo a los documentos filtrados, los militares conocían -con dos años de anticipación- el modo de operar del capo criminal «El Chueco», a quien se responsabilizó del doble homicidio.
A Luis Cresencio Sandoval le falta valor para responder porqué permite que el grupo del crimen organizado “Los Viagras”, mate y extorsione prácticamente en sus narices cuando conocen dónde, cómo y cuándo los delincuentes cometen sus crímenes.
Y porqué el Ejército vigila a las feministas y las pone a la par de organizaciones subversivas.
Sandoval tiene que responder sobre los abusos sexuales al interior de la SEDENA cometidos por parte de cargos superiores a subalternas y a civiles, a veces en grupo, otras con prácticas de tortura. Y porqué las víctimas suelen ser ignoradas, dadas de baja de las Fuerzas Armadas o trasladadas a otro sitio.
Además, falta por conocer lo referente a la red de empresas de espionaje Pegasus que sigue vigente y se tiene más rastros de periodistas y activistas atacados con el programa de NSO Group.
Sandoval tendría que contestar porqué considera que hay autoridades estatales y municipales de Morena que podrían estar vinculadas con cárteles y grupos delictivos en el sureste del país.
Y entre muchas otras interrogantes, por qué no se actúa en el caso del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López, a quien en documentos del ejército lo relacionan con carteles del crimen organizado y con una red de huachicoleo que identifican como “caso Olmeca”.
El valor que le falta a Luis Cresencio Sandoval, es el que le sobró al senador del Grupo Plural de la Cámara Alta, Germán Martínez, quien durante la comparecencia de la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, le dirigió palabras al titular de la SEDENA -ahí presente- enmarcado en uno de los posicionamientos más memorables que se hayan escuchado en el Senado y por ello retomo aquí parte del discurso:
“Quienes hemos hecho señalamientos a las tareas castrenses en ejercicio de nuestra labor legislativa, no merecemos su reproche. No se lo acepto. No soy su tropa.
Ni debemos pensar igual.
Respeto el uniforme que usted porta, pero eso, no lo hace más ni mejor mexicano.
Soy o intento ser leal a México y no soy servil a nadie.
La dignidad no es asunto de estrellas en el hombro, sino de mexicanos estrellados contra la ineptitud de sus gobiernos.
Y si acaso usted valiera más que otros mexicanos por sus insignias, entonces México estaría cerca del autoritarismo militar.
Ninguna persona es más que otra en una República, como lo soñó Benito Juárez, a los tribunales militares Benito Juárez les cesó de conocer de negocios civiles.
Juárez tenía clara la frontera entre civilización y militarización.
Eso dije y lo sostengo: mi argumento entonces es tendenciosamente Juarista.
El Ejército es constitucionalista, no presidencialista. No tiene dueño.
Nació contra el vendepatria Santa Anna, el Emperador Maximiliano, el dictador Díaz o el chacal Victoriano Huerta.
Esta patria no es de un sólo hombre.
Su tarea en seguridad pública debe ser de “carácter civil”, no sólo mando civil.
Los tiempos del pensamiento único, y la confusión: Nación-Gobierno-Partido-Ejército, no deben volver.
El Ejército es pueblo uniformado, sí, pero por portar armas no los eleva por encima del pueblo, los compromete con el pueblo.
El general presidente de México Lázaro Cárdenas heredó un Reglamento de Deberes Militares, de 1937, donde prohibió a los militares intervenir en asuntos civiles. (Artículo 29).
También limitó la expresión de ideas en asuntos políticos y religiosos. (Artículo 31).
Y por si fuera poco, el artículo 92, dice que: “Más que a ningún de los miembros en servicio activo, a los Generales…corresponde abstenerse, en la forma más absoluta, de inmiscuirse en los asuntos políticos del país, directa o indirectamente…”.
¿Qué tratos y contratos hizo en la Secretaría de la Defensa con Alejandro Moreno, el presunto delincuente, según la Fiscalía de Campeche?
¿Por qué se metió en asuntos políticos, precisamente bajo el Castillo de Chapultepec?
¿Usted, sr. Sandoval, se siente autorizado para pisotear esas órdenes del General Cárdenas?
La milicia tiene límites y debe respetarlos.
El fuero militar no le alcanzará a nivel internacional si se violan nuestra Constitución y los Derechos Humanos.
Quiero a mi Ejército victorioso, derrotando a los criminales, feminicidas y asesinos de periodistas. Pero también lo quiero obedeciendo a la ley.
Le ordenaron hacer un aeropuerto, un tren, etcétera, Usted obedece.
Y si, acaso, le ordenaran liquidar a un adversario electoral, ¿también obedecería?
Del militarismo al fascismo sólo falta un toque de clarín… y dar el paso.
Su equipo castigó a un teniente por no darle las botas correctas.
Ya castigó a los responsables de custodiar todos los papeles del Ejército? Los Guacamayos son militares descontentos.
Los mexicanos que pensamos distinto a usted, también amamos a México. Aunque sólo seamos simples ciudadanos.
Luchamos en distinta trinchera, pero nos cobija la misma bandera”.
Germán Martínez
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