“Le paracétamol made in France, enjeu de souveraineté”

No hablo francés. Leo en internet diarios en esa lengua gracias a Google. Visité lemonde.fr después de la inauguración de los Juegos Olímpicos París 2024. Lo hice porque me encantó la broma relacionada con La última cena de Leonardo da Vinci, obra de arte convertida en símbolo religioso.

A muchas personas —la mayoría, lo admito— molestan las burlas dirigidas a la religión. A mí no. Me dirán: “Eres ateo y no te afectan”. Es verdad: uno de los privilegios de no creer en divinidades está en la imposibilidad del fanatismo y esto evita dolores de cabeza causados por el berrinche.

Lamenté las palabras de un brillante, académicamente preparadísimo amigo creyente: “Los católicos no somos violentos como los musulmanes, por lo tanto tienen suerte los organizadores de las Olimpiadas”. Sus palabras me entristecieron no por amenazantes, sino por la generalización: en el islamismo todas las personas son violentas.

Pensé después de escucharle: “El coraje le habrá provocado dolores de cabeza; tendrá paracetamol en su casa”. Este es un medicamento abundante en México.

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Mientras leía Le Monde me dije: “Tiene suerte mi amigo católico de no vivir en Francia por su escasez de paracetamol”.

En ese diario francés brincó una nota de su sección de economía, y la abrí: “Le paracétamol made in France, enjeu de souveraineté”. Traducción de Google: “El paracetamol hecho en Francia, cuestión de soberanía”. ¿Como el petróleo en México? Tal cual.

Allá hay mercado negro del medicamento. La gente cruza las fronteras con Italia y Suiza y contrabandea paracetamol. Ha florecido el huachicoleo del fármaco.

En México hay paracetamol en todas partes: farmacias Doctor Simi, Benavides, San Pablo, Guadalajara, Especializadas, Oxxos, Walmart, Soriana, puestos de periódicos, hasta en las gasolineras.

En fin, dejo aquí la historia de le paracétamol. La recordé para refutar a quienes, durante todos los años del sexenio de AMLO, han dicho tantas veces que solo en nuestro país —y solo en la 4T— hay escasez de medicamentos.

Gente estelar del obradorismo

Qué gran elogio, muy merecido, de un colaborador de Milenio, Ricardo Raphael, dirigido a Juan Luis González Alcántara Carrancá, ministro de la SCJN. Recomiendo su lectura.

El jurista González Alcántara Carrancá cumplió como integrante del llamado alto tribunal. No se equivocó el presidente López Obrador al proponerlo para llegar a la corte. Ahora Andrés Manuel lo llama traidor, pero el admirado presidente está equivocado. No es traición, sino independencia de criterio, ejercer el derecho de no estar de acuerdo con los proyectos presidenciales. Algún día AMLO lo reconocerá.

Tampoco traicionó al presidente otra jurista a quien injustamente también ha calificado de esa manera el histórico dirigente tabasqueño: Margarita Ríos Farjat. Esta joven ministra simple y sencillamente hizo lo correcto: votar muy a su pesar algunos proyectos de sentencias según sus convicciones constitucionalistas. Digo que muy a su pesar porque iban en contra de sus convicciones políticas: Margarita participó en la construcción de la presidencia obradorista.

Una tercera mujer de leyes, Loretta Ortiz Ahlf, tampoco puede ser acusada de nada indebido, sino todo lo contrario. A Loretta gente de oposición la ha ofendido injustamente al dudar de su independencia solo porque en las votaciones en la corte suprema tuvo más coincidencias que diferencias con el punto de vista presidencial. Se vale estar en desacuerdo, se vale estar de acuerdo.

He mencionado a tres personas estelares de la 4T en la SCJN. Utilizo tal palabra porque el presidente López Obrador suele usarla basado en un libro de Stefan ZweigMomentos estelares de la humanidad—. Tiene razón AMLO: el actual es un momento histórico maravilloso.

Andrés Manuel hizo posible la llegada a la corte suprema de personas estelares, sobresalientes, extraordinarias. Gente a la medida de un político fuera de serie como el actual presidente, quien también jugó un papel decisivo en el triunfo electoral de una mujer excepcional, Claudia Sheinbaum.

En su elogio a González Alcántara Carrancá, el articulista Raphael dice: “Con la reforma planteada será muy difícil que en el futuro el poder judicial cuente con personas tan honorables como este ministro”.

Sin duda será difícil que decida participar en elecciones gente sabia de 69 años —la edad a la que Alcántara Carrancá llegó a la SCJN—. Pero veamos también lo bueno del método de las urnas: la competencia democrática abierta a toda la población suele desnudar candidaturas. Otra propuesta de AMLO para la SCJN, Yasmín Esquivel, si hubiera ido a una campaña rápidamente habría sido encontrada culpable de plagio universitario por quienes juzgan en el tribunal de la opinión pública, y eso nos habría ahorrado la frustración de saber que no tenía ni licenciatura ya estando ella con el irrenunciable cargo bien amarrado.

No me convence la idea de que ministros y ministras pasen por las urnas, pero ventajas tendría, como la de investigar a fondo las biografías de los y las aspirantes, lo que se hace en todo proceso electoral que se respete.

Claudia y el G20

La profecía del desastre económico con la 4T no se cumplió. Ya no se habla de tragedias financieras terribles en México generadas por el gobierno de izquierda. Ahora, con moderación, se menciona nada más que estamos ante un freno en la actividad industrial, algo perfectamente normal en los ciclos económicos que desde siempre han acompañado al capitalismo.

En rueda de prensa Claudia Sheinbaum respondió a tal inquietud de economistas y habló de inversiones. Un reportero de SDPNoticias, Eduardo Esquivel, experto en el tema, tomó las palabras de Sheinbaum y las interpretó erróneamente. Al mejor cazador se le va la libre.

Esquivel, entonces, hizo al presidente López Obrador la pregunta incorrecta, ya que en su planteamiento confundió inversiones públicas con inversiones privadas.

Sheinbaum corrigió al reportero en redes sociales, lo que era su derecho. Quedó claro que la presidenta solo había dicho que el sector privado nacional y extranjero invertirá en el corto plazo, en México, 40 mil millones de dólares. Y que en 2025 el gobierno de Claudia invertirá recursos públicos en trenes, vivienda, agua, caminos, carreteras y energía.

En el gobierno de Claudia habrá inversión pública: siempre la ha habido. Pero el motor del crecimiento será la inversión privada, nacional y extranjera. Hay gobiernos de izquierda en América Latina que no lo entienden. No es el caso de las presidencias de López Obrador y Sheinbaum, a quienes no ciega la ideología y, por lo tanto, comprenden la importancia vital de los mercados.

La economía de México es mucho más grande que nuestra clase empresarial. Los empresarios mexicanos solo como excepción se enriquecen por ser innovadores. La gran mayoría de los más prósperos hombres de negocios de México son traficantes de influencias. Es nuestra realidad y pasarán generaciones antes de que cambie.

Así que para lograr las metas de crecimiento, aceptémoslo, la economía de México necesita mucha más inversión extranjera. Por tal motivo Claudia está obligada a asistir en noviembre a la cumbre del Grupo de los 20 en Brasil, el famoso G20 que reúne a 19 de los países más importantes del mundo y a la Unión Europea. Para entender su relevancia solo diré que el G20 representa el 90% de la economía global.

La cumbre del G20 de Río de Janeiro se celebrará cuando Claudia esté llegando a los primeros cincuenta días de su gobierno. Pero, se dice, hay posibilidades de que ella no asista para evitarle críticas a López Obrador, quien no participó en ninguna cumbre.

Sería un error la inasistencia de Sheinbaum, a quien nadie de su equipo económico o diplomático podría reemplazar con la fuerza que ella tendría en la reunión. Y es que Claudia sería la figura más importante del G20: (i) es una presidenta recién electa; (ii) milita en la izquierda sensata, es decir, nada de tonterías a la cubana o venezolana; (iii) es mujer en un grupo con solo otra gobernante, la italiana, pero con la diferencia de que Sheinbaum tiene un currículo universitario de primer orden, mientras que es muy pobre el de Giorgia Meloni, y (iv) Claudia es experta en energía y cambio climático, dos temas fundamentales para la humanidad.

En el G20 a Claudia la escucharían con gran interés el ruso Putin, el indio Modi, el chino Xi Jinping, el brasileño Lula, el francés Macron, el canadiense Trudeau, el alemán Scholz, el saudí Bin Salman, el británico Starmer, el estadounidense Biden, etcétera.

Por el bien de México la presidenta Claudia debe participar en la cumbre del Grupo de los 20 para vender, en el buen sentido de la palabra, a nuestro país. Pronto mediremos en el tracking ClaudiaMetrics la opinión de la gente mexicana sobre este asunto.