Hace prácticamente más de dos años que el proceso de sucesión presidencial arrancó. Fue un error haber dado el banderazo con tanto tiempo de antelación. Todo ello pudo haber esperado, sin embargo, el presidente López Obrador lo decidió así y, mientras eso benefició algunos, otros más sufrieron los daños colaterales no solamente de la exclusión, sino de la diatriba que, para efectos políticos inmediatos, cambió la dirección del ejercicio. Es decir, quienes aprovecharon al máximo la coyuntura que les brindó el poder institucional, son lo que ahora están en la perspectiva de la ciudadanía y, de paso, los que han gastado más en publicidad y propaganda.
Eso, ya lo dijimos, terminará provocando un efecto de influencia para quienes sacaron provecho de la situación. Siendo así, la carrera presidencial está para tres aspirantes que, durante más de dos años, mantuvieron una posición de impulso. Es complejo asimilarlo en un proceso democrático, sin embargo, es una realidad innegable que, de hecho, se ha ido superando para mantener intacta la unidad que ha pedido el presidente, que, como sabemos, garantiza un espacio importante a quienes no le beneficie la encuesta que aplicará.
Dado el acuerdo político que manufacturó el presidente López Obrador en un cónclave con los 4 aspirantes de Morena, hay certeza de que habrá unidad. No hubo reacciones internas; todos se apegan a la línea presidencial que, de hecho, la totalidad fueron testigos y avalaron lo que, a la postre, ratificó el Consejo Político Nacional del partido guinda hace unas semanas. Entonces, bajo esas condiciones, inició el ejercicio territorial que culminará el 27 de este mes.
De ese modo, ha comenzado a surgir mucha especulación de los espacios claves que se ocuparán para el proceso a posteriori. Marcelo Ebrard, por ejemplo, de no ganar la encuesta interna de Morena, es muy probable que llegue a la coordinación de los senadores de Morena. De hecho, eso se estaría definiendo con base en la posición de la ponderación que arroje la encuesta final. Esto ha sido corroborado por fuentes internas que, nos platican, es como una especie de plan B.
Justo en ese mismo efecto, se dice que Adán Augusto, de no ser favorecido, puede encabezar la dirigencia nacional de Morena, o la propia coordinación de los diputados en San Lázaro. Muchos apuestan que el destino estaría en la batuta del movimiento para apuntalar los procesos posteriores a la elección presidencial del 2024. Ese posible escenario, claro está, una vez que finalice la recolección de la información y que se procese en la encuesta o, en definitiva, que se alcance un consenso final, pues de eso dependerá, es muy probable, una negociación para las gubernaturas y espacios legislativos que se disputarán.
Donde se ha resuelto más rápido la incógnita, es con el propio Ricardo Monreal, exlíder de los senadores de Morena. Está claro que su destino apunta a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. En efecto, él mismo abrió la puerta y, de paso, ha esbozado circunstancias claves para descifrar el hecho. Los recorridos por las 16 alcaldías, por ejemplo, son la muestra más clara de la estrategia territorial del zacatecano que, a grandes rasgos, se concentrará todavía más después de haber recorrido las 31 entidades federativas en las que, por cierto, estuvo a la altura de las circunstancias pese a no tener la misma maquinaria de comunicación que otras corcholatas.
Y para fortalecer esa hipótesis, nos remontamos al tiempo del 2018, donde, dicen los que saben, hay una promesa del presidente Obrador para llevar a Monreal al Antiguo Palacio de Ayuntamiento de la CDMX. Con esa retrospectiva, crece esa idea que, con el paso de los días, ha ido alimentándose cada vez más. Además, en aquellos tiempos del proceso interno, Monreal tuvo que ser el abanderado de Morena, lo que sigue siendo -en términos políticos- una deuda que está en manos del mandatario saldarla, de modo que, lo que suponemos, se vuelve cada vez más lógico.
Si la lógica sigue ese curso, Monreal será el abanderado de Morena a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, y, posteriormente, gobernante de la capital del país. En 2018 le tocó apechugar, como coloquialmente dicen, sin embargo, esta vez el escenario es distinto porque, en ese orden de señales, los planetas se están alineando a favor de Monreal.
Finalmente, lo de Claudia Sheinbaum ha sido un enigma. Se dice, incluso, que de no ser electa como ganadora, las puertas de la Secretaría de Gobernación están abiertas para llegar a Bucareli. Eso dicen, ya veremos. Para aquellos que piensan lo contrario, hay que esperar hasta el resultado final. La solución, lo sabemos, saldrá de Palacio Nacional; el tema de las encuestas jugará un papel clave, pero la decisión final es de una sola persona: el mandatario federal.