En la pasada columna describí, a grandes rasgos, el trabajo de los tripulantes de cabina (sobrecargos), explicando que detrás del glamour y oropel que percibe la gran mayoría de los usuarios de las líneas aéreas existe un “lado obscuro de la luna”. Sin que fuera planeado, hoy quiero responder la pregunta ¿qué sucede cuando un tripulante se “accidenta durante un vuelo”?
Desde mi experiencia personal, forjada a lo largo de más de 10 años volando como sobrecargo de Mexicana de Aviación, sólo tuve dos “incidentes” graves. El primero fue regresando de pernocta, y todavía nos faltaba hacer un vuelo de ida y vuelta, a Acapulco. Si mi memoria no me falla, veníamos de Los Ángeles, y nos tocaba cambiar de equipo en el AICM; esto es, el avión en el que veníamos se quedaba y sobrecargos y pilotos tomaríamos otro.
A nuestra llegada, el personal de tráfico nos indicó la puerta en que se encontraba el nuevo equipo y lo abordamos. Me asignaron la parte delantera del avión, junto con el Supervisor A del vuelo; estaba preparando las bebidas de bienvenida para la primera clase (Clase Ejecutiva). El equipo era un A320 que había pertenecido a Spanair, y le decíamos “el equipo raro” porque en lugar de mesita de trabajo en el galley delantero (cocina), tenía cajas metálicas, y en un descuido me abrí la cabeza con el filo de una de ellas.
Al ver la abundante sangre de mi herida, el supervisor pidió mi bajada de vuelo y me trasladaron en silla de ruedas a otra puerta de embarque, (“posición”, le decimos nosotros); recuerdo bien que era la 15, porque ahí había siempre una transportación (vehículo) de la compañía que me llevó a la Base de Mantenimiento, donde había un médico de la empresa. En efecto, me partí la cabeza, pero sólo necesité dos días de incapacidad, ya que la herida era escandalosa, pero muy pequeña.
Mi segundo incidente fue volando de Morelia hacía la ciudad de Los Ángeles. Mi ginecóloga me acababa de colocar un DIU, pero con tanta presurización y despresurización, éste se movió y se estaba encajando en una de las paredes de la matriz, provocándome un sangrado incontrolable, a tal grado que durante el aterrizaje me sentaron en un asiento de clase ejecutiva, mientras me retorcía del dolor. Nada más aterrizar, los paramédicos subieron a la aeronave y me bajaron para llevarme en ambulancia a un hospital.
Mi supervisor de vuelo, Fernando Hurtado, bajó mi bolsa con mis papeles y se fue conmigo en la ambulancia. Él se comunicó en aquel entonces con personal del sindicato de sobrecargos (ASSA), quienes en todo momento estuvieron al pendiente. Gracias, Maura Saavedra, quien fuera delegada de sobrecargos de Mexicana y Julia Cabrera, Secretaria de Previsión Social. También gracias al personal de tráfico de Los Ángeles que en todo momento me atendió, y 24 horas después de mi accidente, se encargó de mis traslados (hospital-hotel; hotel-aeropuerto) y hasta de cargarme la maleta, pues yo no podía hacer esfuerzos. Al día siguiente llegué a México de miembro extra (D.H. o sea, Dead Head). Fue una experiencia por la que no querría pasar otra vez, y que evidentemente no le deseo a ningún sobrecargo.
Tristemente no estamos exentos. Y ahora le tocó a una compañera que fue sobrecargo de Mexicana, y ahora presta sus servicios para Aeroméxico. El pasado viernes 14 de enero ella sufrió un derrame cerebral. La compañera firmó a su servicio, un “radial” (vuelo de ida y vuelta en el mismo día) a la ciudad de Denver, Colorado. Durante el primer tramo (México-Denver) comenzó a sentirse mal, y antes de aterrizar, la compañera ya había sufrido el derrame, manifestándose con parálisis del lado derecho de su rostro y la incapacidad de mover la parte derecha del cuerpo.
Muy cerca del mediodía aterrizaron en Estados Unidos, y la compañera fue bajada del avión. Como pudo llegó al hospital, y entonces se comunicó con su hija, una joven de 24 años que tuvo que resolver la manera de salir de su lugar de residencia (Cancún) y llegar a Denver lo más pronto posible para hacerse cargo de la salud de su mamá, y comenzar a andar un largo y sinuoso camino.
El fin de semana, en redes sociales comenzó a viralizarse lo escrito por la hermana de la compañera enferma, que también es sobrecargo de Aeroméxico. Ella reclamó airadamente la falta de trabajo, labor y gestiones por parte del sindicato ante la contingencia por la que pasaba su hermana, por supuesto agremiada al sindicato. Sin medias tintas, acusó a Sandra Carrillo, actual Secretaria del Trabajo, de ser grosera y prepotente con su sobrina.
El problema comienza con la lentitud y parsimonia con la que se atendió la delicada situación de la compañera en Denver. Fue hasta el sábado (más de 24 horas después) que la Secretaria del Trabajo Sindical se puso en contacto con la hija de la compañera. Tal vez el desconocimiento de sus funciones estatutarias la llevó a arrogarse unas que no le corresponden, pero el desconocimiento del estatuto no exime de su cumplimiento, y menos siendo representante sindical.
El asunto es competencia de la Secretaria de Previsión Social de ASSA, a cargo de Adoración Gamiño, pero precisamente ese fin de semana que la compañera tuvo el accidente cerebrovascular, tres representantes sindicales se fueron a Los Ángeles, California, entre ellas Gamiño. Sabemos que las tres salieron de México y regresaron a la CDMX el domingo 16, en calidad de DH (Dead Head) en vuelos de Aeroméxico. Traduzco: viajaron como miembros extras de la tripulación, sin tener que pagar los boletos de avión correspondientes.
Esas ausencias en la representación sindical son las que provocaron la lentitud en la respuesta, en detrimento y poniendo en riesgo la salud de la compañera en Denver. Queda claro que la Secretaria de Trabajo no tuvo la asertividad exigida para atender el caso. Precisamente por ello es Previsión Social la secretaría que tiene un presupuesto de 34 mil pesos mensuales para pagarle a un asesor médico, que pueda responder en casos de emergencia como este, aunque sea orientando a distancia al enfermo y a su familiar.
La indolencia del sindicato fue tal, que se convirtió en el pastizal seco donde cayó el incendiario texto de la hermana de la compañera enferma. Muchos sobrecargos de Aeroméxico comenzaron a presionar a los representantes del sindicato, que en estos días (17 y 18 de enero) están en su adiestramiento periódico por parte de la aerolínea. Es decir, a la fecha Adoración Gamiño sigue sin atender el grave caso de la compañera.
Fuente cercanas me comentan que la compañera sigue hospitalizada en Denver, y sigue siendo una incertidumbre el momento de su regreso a México. Es una fortuna que su hija hable inglés y tenga visa vigente para entrar en los Estados Unidos, gracias a ello ahora puede estar al lado de su madre. Sin embargo, me informan que la gente de Tráfico de dicha estación no la auxilió en nada, y que ella ha tenido que moverse con sus propios recursos durante toda la tramitología. La incipiente asesoría por parte del sindicato ha sido de una persona que considera que le está haciendo el favor de ayudarla. Esto ha generado un gran malestar en la planta de sobrecargos con respecto al trabajo de la representación sindical.
El asunto va a escalar en las redes sociales. Ya están solicitando la intervención de otras instancias como la Secretaría de Relaciones Exteriores y miembros del Servicio Exterior Mexicano. Es lamentablemente que un asunto que debió atenderse de inmediato se encuentre en este estado por la impericia de una representante sindical (Carrillo), y por la indolencia de otra (Gamiño), que se preocupó más por “aprovechar” un viaje a Los Ángeles, antes de que se le acabe el hueso sindical, este 1º de Febrero.
Hago votos para que la compañera regrese al país, y se recupere completamente. Mando un abrazo fraterno a sus familiares, y abro mis canales de comunicación para el caso de que los consideren útiles. Pido a las autoridades competentes que tomen cartas en el asunto, y aplaudo a los sobrecargos agremiados que no se quedan de brazos cruzados y exigen que el sindicato haga su trabajo. Por supuesto que en estos casos el sindicato puede y debe hacer mucho más que llamadas telefónicas. Me consta.