Hay ocasiones en que Morena-partido decide divorciarse del Morena-movimiento que le hizo nacer. Entonces, el espacio que era faro de la moralidad política mexicana se olvida de sus principios para convertirse en la herramienta de impunidad para perpetuar el poder de los que pueden delinquir y abusar. El episodio de la Sección Instructora de la Cámara de Diputados en que delibera con tres votos a favor y uno en contra que la declaración de procedencia contra Cuauhtémoc Blanco es improcedente. El exgobernador de Morelos y flamante futbolista de los noventas ha sido acusado por intentar violar a su media hermana además de acumular una veintena de acusaciones sobre corrupción y desfalcos.

El argumento del diputado Hugo Eric Flores, compañero de su mismo partido, fue que la Fiscalía de Delitos Sexuales de la Zona Metropolitana de la Fiscalía General de Morelos no había hecho bien su trabajo, que no había testigos y no habían entrado al fondo del asunto. De paso, exhibió una incomprensión técnica del juicio político y de los crímenes sexual es contra las mujeres. El juicio político no es una declaración de culpabilidad y menos es una instancia judicial. Como su nombre lo dice es una herramienta para la deliberación política que permite retirar el fuero, o sea, quitar el manto de protección constitucional qué se erige sobre algunos con la finalidad de que las instituciones de procuración de justicia puedan hacer su trabajo en lo más básico, por ejemplo, citar al acusado a rendir comparecencia y declaración sobre los hechos que se le acusan.

Peor aun... La Comisión Jurisdiccional no es una instancia que pueda juzgar, únicamente es la etapa procesal necesaria para identificar si hay elementos suficientes qué permitan sugerir la comisión de un delito y la probable responsabilidad de alguien con fuero. O sea, que quienes toman la decisión final es el pleno de la Cámara de Diputados y lo hace, justamente, para que la Fiscalía y el Poder Judicial puedan investigar el delito y fincas responsabilidades.

Como el típico agente del Ministerio Público de los años 50 o de las filas del indolente Jefe Durazo, los diputados acusan a la víctima de no tener testigos y no llevar a nadie ante la Fiscalía a corroborar sus dichos. Como si los violadores pudieran reservar sus ansiosos impulsos a tener público espectador.

La sección Instructora ha ignorado que en los delitos de realización oculta, como los delitos sexuales, no hay testigos y menos hay forma de corroborar mediante terceros si hubo o no actos invasivos o un intento de asalto sexual.

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Entonces la confusión no es inocente pues además de la ignorancia sobre el juicio político este asunto demuestra la profunda misoginia. El desprecio a las millones de mujeres que marchando el 8 de marzo, gritaban “Yo sí te creo”. El desprecio a las funcionarias de la 4T que insisten creerle a las víctimas y que les garantizan que en todos los delitos contra las mujeres llegarán a las últimas instancias. El desprecio a la presidenta Sheinbaum que promete que no habrá impunidad... siempre que el agresor no sea político de Morena, claro.

El desprecio a la Constitución que brinda el juicio político para permitir que las instituciones que procuran justicia investiguen, no para que la Cámara de Diputados y menos una Sección Instructora de la Comisión Jurisdiccional pueda sentirse omnipotente y obstruir la justicia por razones políticas disfrazadas de jurídicas. El desprecio a los que anunciaban qué el fuero seria eliminado para demostrar una supuesta estatura moral de los buenos que gobiernan sin abusar o delinquir. Un abuso sistemático a las víctimas y uno que encima es muy hipócrita pues todo marzo y noviembre se insiste en que las mujeres que han sufrido abusos deben denunciar, pero cuando ellas denuncian y el implicado tiene curul la víctima no tiene voz ni posibilidad de que se le haga justicia pues de antemano, una grupo le ha cuestionado la veracidad y la verdad de la denuncia.

Ahí esta el morado de jacarandas floreadas qué en el Congreso se anuncia con rostro de impunidad para el delito, inmunidad para el agresor.