Dos temas importantísimos nos tuvieron atentos a las noticias y a las redes sociales durante la semana que acaba de concluir y nos mantendrán en alerta en las posteriores.

El primero fue el arranque de las campañas electorales para elegir a jueces, magistrados y ministros, hecho inédito en nuestro país y que sin duda marcará un antes y un después tanto en la impartición de justicia como en la división de poderes.

En estas elecciones se elegirán 881 cargos en el poder judicial. Mucha gente y esto causará confusión entre los mexicanos, que dudo conozcan todas y todos.

De hecho la confusión ya existe de meses atrás.

Se pretende, al menos en la teoría, acabar con un sistema judicial corrupto, putrefacto, que era urgente sanitizar para que todas y todos gocemos de un acceso a la justicia impecable, o por lo menos imparcial e incorruptible.

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Las campañas que ayer empezaron concluyen el 28 de mayo y la elección es el 1 de junio.

En este proceso los candidatos se quejan, y los ciudadanos también. Los primeros porque tendrán unas campañas con restricciones, sin actos masivos, sin entrevistas a medios de comunicación que no estén supervisadas por el INE, sin publicidad, sin dinero público. Los gastos van a correr por su cuenta y no podrán exceder el millón y medio (1,468,000 pesos para ser precisos) para quienes aspiren a ser ministros de la Suprema Corte y 220 mil pesos para los candidatos a jueces de distrito.

Esto representa un problema no solo para ellas y ellos, también para nosotros y nosotras, que deberíamos ir a las urnas con mayor información. Si queremos saber quiénes son, tendremos que consultar un micrositio dentro del portal del INE donde estarán a la vista sus perfiles profesionales y trayectorias. ¿Quién va a ir a conocerlos? Pocos, supongo.

No quiero ser ave de mal agüero, pero a poca gente le interesa saber quiénes van a participar en esta elección.

Según el mismo instituto electoral, se espera un 12% de participación ciudadana. Puede ser más, pero puede ser menos. En estados como Durango y Veracruz, donde habrá elecciones ese mismo día, es muy probable que con la efervescencia electoral la elección judicial les pase de noche, o de plano llenen la boleta con un “ave María, dame puntería”.

Es la primera vez, quizá con los años esto mejore.

El otro tema que nos mantuvo al filo de la silla fue el de Cuauhtémoc Blanco, quien fue denunciado por su media hermana por intento de violación, y a quien los y las morenistas no quisieron desaforar. Es un asunto delicado, sin duda, pero que, para variar, nos puso a pelear porque se quiso politizar, con argumentos como que las mujeres del partido al que pertenece el ex futbolista lo arroparon y le dieron la espalda a la víctima.

Todo este embrollo, bastante desagradable, nos recuerda que violentadores, con fuero o sin él, andan por la vida libres e impolutos por culpa de una justicia pestilente y lenta que revictimiza a las mujeres que tienen el valor de denunciar a su agresor.

Si la elección de los integrantes del poder judicial resulta un éxito y llegan a los cargos personajes capaces, incorruptibles, preparados y encima elegidos por el pueblo, estaremos ante un hecho histórico que nos pondrá a la vista del mundo como un país ejemplar. Pero si esta elección resulta un fiasco, agárrense. La justicia no es un experimento; de un buen o mal juez depende la vida y la libertad de todos y todas.

El caso de Blanco nos debe poner a pensar en lo mal que ha estado nuestro sistema judicial pero también debemos pensar que puede estar peor. Sí, aunque nos duela, puede estar peor.

No queremos presuntos violadores o pederastas o defraudadores libres. Y menos, cuando va de por medio la integridad física de una mujer o alguna infancia. No queda más que esperar que estas elecciones inéditas sean para bien. Confiemos.