Jamás me voy a cansar de ponderar el lado positivo de Sinaloa y tampoco los valores de su gente. Personalmente sostengo una cruzada contra el estigma que se nos endosa. A pesar de los hechos, sean los que sean, siempre pensaré que la mayoría de las y los sinaloenses, son personas de bien. La vida diaria en el estado de los once ríos es agradable y pacífica.
No puedo tampoco, sostener lo anterior, sin reconocer que lo que sucedió este lunes en Culiacán es producto de una serie de eventos desafortunados que han permeado en la psique social.
Culiacán en medio de lo que según la comentocracia llama una guerra entre dos grupos relevantes del crimen organizado. Estados Unidos tiene décadas con los ojos puestos en estas organizaciones delictivas.
Lo de este lunes, pudo ser solo un operativo o un enfrentamiento más si hubiese sido en otra ciudad. Pero el daño emocional que las secuelas del primer “culiacanazo” y algunos eventos posteriores, han provocado que hechos focalizados acaben por afectar a la comunidad en general.
Los momentos de zozobra no se comparan con aquellos enfrentamientos en plazas comerciales, estacionamientos, que mes tras mes dejaban víctimas inocentes por el descaro y la impunidad con que los grupos actuaban en sexenios como el de Felipe Calderón.
El gobernador Rubén Rocha Moya, de manera responsable, declaró temprano que la situación estaba siendo atendida. Dijo que las corporaciones de seguridad hacían lo propio. Sin embargo, lo impredecible del caso auspició que dijera que quien no tuviera que salir, no lo hiciera.
La incertidumbre generó temor y la gente decidió quedarse en casa. Hubo quienes no tuvieron más opción que salir a trabajar como lo hacen todos los días.
A pesar de los enfrentamientos y despojos de vehículos, la presencia de elementos de seguridad fue notoria. La información verificada es lenta, pero la desinformación y el “mitote” pueden generar psicosis. El “dicen” combinado con el “vale más no averiguar” traen consigo la ecuación perfecta para la desinformación.
No debemos emitir un juicio a la sociedad por resguardarse. Tampoco por buscar y atender información -aunque la información imprecisa resulte perniciosa- para tomar sus decisiones.
Siempre vamos a necesitar más seguridad. Mejores policías, reacciones más eficaces y como sociedad no podemos dejar de exigirle a gobierno que cumpla su tarea en ese sentido. Pienso también, que es necesario redoblar esfuerzos para comunicar oportunamente a la ciudadanía. Al mismo tiempo, honestamente, creo que no deberíamos señalar al gobierno tan injustamente. Los tres niveles respondieron con lo que tenían, y omisos tampoco han sido. Creo que como nunca, vimos patrullaje y presencia de las corporaciones de seguridad.
Los temas de seguridad son los más injustos. Una vez dijo alguien con relación a los funcionarios públicos involucrados en esos asuntos, que una vez dentro, se era parte del problema, pero jamás de la solución. Supongo que porque la violencia en cualquiera de sus formas es inherente a la condición humana y sociedad.
A ver, no se trata de normalizar la inseguridad. Pero hemos conocido historias de tiroteos, asesinos seriales, secuestradores, bombarderos, y etcéteras en diversos lugares del mundo. Crímenes de toda índole que no dejan de cimbrar a la sociedad. De normalizar eso, nada. Lo que necesitamos es construir una sociedad con cultura de la paz.
Al final, lo que quiero decir es que reconozco en el culichi, y en todos los sinaloenses, una notable resiliencia y capacidad para superar la adversidad.
Porque estos hechos no serán para siempre. Lo que prevalecerá, es la esperanza de un mejor día. La esperanza de labrar la tierra, de tirar la tarraya, de pastorear al ganado. Subsistirán las ganas de abrir el comercio, de vender un poco más que ayer, de servir con una sonrisa, de atender al turista. Perdurará el amor de los abuelos para leer un cuento a los nietos, la voluntad de salir adelante y de asistir a la escuela para construir un mejor porvenir, de apoyarnos mutuamente. Subsistirán la tambora, la banda, el aguachile, la machaca, las tortillas de harina, los camarones, el pescado zarandeado y nuestra cultura.
Todo eso que ha estado siempre y seguirá estando ahí, en el ADN del sinaloense. Eso es lo que hace que Sinaloa sea un lugar tan especial.
Vanessa Félix en X: @vanessafelixmx