En días recientes en materia de tecnologías, acceso a la información y protección de datos personales se han generado muchas y muy importantes noticias. Todo ello a partir de una informante que trabajaba en una de las denominadas Big Techs, entendidas como empresas de tecnología con un inmenso capital, generalmente públicas y, consecuentemente, con gran influencia y participación en los mercados de tecnología y en el espacio digital.
Y es que la informante en cuestión, hizo del conocimiento hasta el momento solamente de las autoridades norteamericanas y del Reino Unido, que la empresa en la que laboraba, una de las principales Big Techs del orbe, no solo no trata los datos de las personas con respeto a su intimidad, privacidad y autodeterminación informativa, sino que aprovechando el conocimiento que obtiene de ellas, a partir del análisis de macrodatos o Big Data, utilizándolo -por así decirlo- subyacente a lo que la gente comparte, le agrada y frecuenta para generar utilidades económicas y tráfico que, en muchas ocasiones, ha resultado en vulneraciones y afectaciones a las libertades y los derechos de las personas.
El problema no radica en la lógica de mercado, que es claro también es propia de toda corporación, máxime tratándose de empresas del tipo descrito y con los alcances que poseen en muchos niveles. El punto es que priorizan dichas utilidades, sin mayor consideración del interés o el bienestar público y, sobre todo, de las libertades y derechos de las personas, de la democracia e incluso de la seguridad y la vida de la gente. Porque de igual modo, se ha acreditado en las investigaciones respectivas, que este tipo de empresas maneja sus umbrales relativos al lenguaje discriminatorio o de confrontación, de modo no solo laxo en razón de lógicas monetarias, sino que carece del personal que sea capaz de analizar publicaciones de ese tipo en todos los idiomas; lo que necesariamente acarrea continuidad, perpetuación y prevalencia de esquemas no debidos de relaciones humanas.
Lo más preocupante ahora, es que las perspectivas de cambio parecieran venir y plantearse desde el mismo nicho desde el que la lesión se provocó en primera instancia. La empresa involucrada ha anunciado su cambio de nombre, alcances y tipo de plataformas que prometen ser más inmersivas.
Vestirse de novedad para continuar haciendo lo mismo en cuanto a la vulneración de la intimidad, privacidad y datos personales de la gente no debería ser una opción en forma alguna. El problema es que tal inmersividad la veremos en casa, con nuestras niñas y niños y desde ahí se abren las puertas para que se inobserven los derechos humanos.
Es preciso que en México visualicemos que las tecnologías, si bien tienen el potencial para facilitar a la sociedad una arena común y pública para el intercambio de ideas e información, el afianzamiento del pluralismo, la participación de las personas y así, servir al fortalecimiento de las condiciones democráticas y el ejercicio de los derechos y libertades, también son ciertos en la polarización que provocan de modo directo e indirecto en aras de la utilidad aquí descrita, habita la posibilidad y el riesgo de fracturas en las instituciones democráticas y un impacto negativo en la sociedad.