El fin de semana pasado vi la película “Mayor Pete”. Es un documental estadounidense, de 2021, dirigida y producida por Jesse Moss, que sigue a Pete Buttigieg, el alcalde de South Bend, Indiana, mientras se postulaba como precandidato del Partido Demócrata para presidente de los Estados Unidos. Esta película se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Chicago el 14 de octubre.

La historia inicia cuando la fábrica automotriz Studebaker cerró, a principios de la década de 1960, en South Bend. Fue una tragedia social. Desde entonces, la ciudad había estado en declive hasta que Buttigieg se convierte en su alcalde, a los 30 años de edad, en 2012, y la transformó durante sus ocho años de gestión.

Buttigieg se convirtió en el primer candidato abiertamente homosexual en participar en un debate presidencial de Estados Unidos y en ganar una elección primaria, en Iowa. No obstante, se vio obligado a abandonar la carrera por la nominación después de la aplastante victoria de Joe Biden en las primarias presidenciales Demócratas de Carolina del Sur de 2020.

En 2021, Biden nombró a Buttigieg como Secretario de Transporte. Desde entonces no han parado las especulaciones. A pesar de que Biden sólo lleva un año en la presidencia, los donantes, estrategas y expertos Demócratas ya están mirando a sus posibles sucesores en 2024. La estrella del secretario de Transporte, Pete Buttigieg, está en ascenso.

Hay una buena razón por la que Buttigieg está incluso mejor posicionado hoy que la vicepresidenta Kamala Harris: tiene un trabajo más sencillo, nada glamoroso, sin tantas complicaciones, lo que lo pone en mejor posición en el arranque de la carrera presidencial. Por su parte, Biden le encargó a la vicepresidenta los asuntos complicados de la política de inmigración, la reforma policial y los derechos de voto. Y los republicanos están felices porque pueden destruir políticamente a Kamala Harris con esos temas.

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Además, el Departamento de Transporte está en el corazón de la agenda legislativa de Biden. No olvidemos que la implementación de los proyectos de la ley de infraestructura es clave. El presupuesto es enorme. Esto pone al Secretario de Transporte y a sus 50 mil empleados en el reflector. Los proyectos de carreteras, puentes y líneas ferroviarias son muy relevantes y muy nobles. No hay polarización sobre ellos. Siempre hay apoyo bipartidista.

La infraestructura es todavía relativamente apolítica. Buttigieg inicia obras, corta listones, aparece en los programas de entrevistas de los domingos, siempre con un mensaje de logros tangibles. Incluso esto le permite avanzar en su agenda antirracista.

Mientras que la responsabilidad del secretario Buttigieg lo hace un político que puede trascender las divisiones en Washington, la tarea de la vicepresidenta Harris la lleva a ser percibida como la política polarizadora. Si Biden quiere tener un impacto en la trayectoria de ambos políticos, tendrá que asignarles tareas adicionales. Buttigieg debería atender las cadenas de suministro. Harris debería hacer más trabajo legislativo.

Es muy pronto para hablar de las próximas elecciones presidenciales, es cierto, pero parecería que el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, se ha ubicado en los corazones y las mentes de algunos estrategas Demócratas como el sucesor favorito. Buttigieg es inteligente. Es el mejor ejemplo del personaje que encarna los retos de los Demócratas en el entorno político post-Trump.

¿Qué está pasando en la política estadounidense? Muchos conservadores perciben al Demócrata como un partido de intelectuales y tecnócratas, lejano del pueblo, con apoyo de muchos ciudadanos con alto nivel de educación. Muchos creen que los demócratas están perdiendo el apoyo, a pasos agigantados, de su antigua base de votantes de clase trabajadora de todos los orígenes raciales y étnicos.

Buttigieg es diferente, porque tuvo la experiencia como alcalde de su ciudad. Con su campaña ilustró las cualidades que tiene y de lo que es capaz. Sabía que no podía depender de profesionales ricos como base de su electorado. Siempre luchó por obtener el apoyo de los votantes no blancos y de cuello azul que normalmente deciden la nominación de su partido.

Mientras otros se sentían que eran los más inteligentes de la contienda, el alcalde Pete sabía lo que tenía que hacer: convertirse en el Pete común y corriente. Conoce bien que el problema ideológico de su partido está relacionado con su desconexión de los intereses y valores de la clase trabajadora. En ese sentido, Pete es buen comunicador, cercano a la gente.

Hay un viejo dicho de la política estadounidense que enfatiza que los votantes suelen recompensar a los hacedores, y no a los pensadores. Es por eso que es más probable que la próxima ola de talento demócrata provenga de las filas de gobernadores y alcaldes de las grandes ciudades que construyen un historial de logros en sus comunidades.

Buttigieg simboliza la realidad fundamental de que no hay muchos alcaldes de pequeñas ciudades entre la lista de candidatos presidenciales. Para ser exitoso tendrá que captar las preocupaciones de los votantes menos privilegiados que constituyen la mayoría del electorado demócrata.

Buttigieg es claramente muy ambicioso, realizó una impresionante campaña presidencial en 2020 y ha fortalecido sus habilidades políticas desde entonces. Harris, como vicepresidenta, es la aspirante a ser el rostro del Partido Demócrata posterior a Joe Biden.

Hay quienes piensan que si el presidente Biden no se postula para la reelección, se postularán juntos, en 2024, Harris como candidata a presidenta y Buttigieg como vicepresidente. Esto podría poner fin a cualquier disputa que exista entre ellos ahora, al tiempo que le da al Partido Demócrata una fórmula muy fuerte en 2024 que parecería una continuación natural del primer mandato de Biden.

Cuando Biden eligió a Kamala Harris como su compañera de fórmula, indicó que ella era el futuro del Partido Demócrata. Una fórmula Harris-Buttigieg mostraría a dos políticos dinámicos y representaría la amplitud y diversidad del Partido Demócrata, y de hecho todo el país, sin desviarse demasiado a la izquierda y sin alejar a los votantes clave que Biden ganó en 2020.

Harris tendría 60 años el día de las elecciones de 2024, mientras que Buttigieg tendría 42. Una forma de ver esto es que si Harris y Buttigieg fueran elegidos en 2024 y reelegidos en 2028, Buttigieg todavía tendría 50 años si eligiera postularse en 2032.

Ambos políticos son esencialmente moderados, por lo que sería difícil para el Partido Republicano tacharlos de radicales, socialistas. Ambos tienen extraordinarias habilidades mediáticas, ingenio rápido e intelecto agudo. El equipo Harris-Buttigieg podría convertirse en la fórmula de ensueño para los demócratas y al mismo tiempo evitar una dinámica potencialmente dañina tanto dentro de la administración como en una posible elección primaria destructiva.

La realidad es que Pete Buttigieg ya hizo historia con su apuesta arriesgada por la nominación presidencial Demócrata de 2020. Es lo más cerca que ha estado un estadounidense LGBTQ de una nominación de un partido importante. En la película “Mayor Pete”, el ex alcalde de South Bend, Indiana, relata que postularse para presidente como hombre gay no fue nada fácil.

Buttigieg, de 39 años, graduado de Harvard, académico Rhodes y veterano de la guerra de Afganistán, enfatiza la dificultad que tuvo para presentar su sexualidad a un país que no conocía en gran medida a los políticos abiertamente LGBTQ.

Faltan tres años para las próximas elecciones presidenciales. Durante una entrevista sobre su experiencia de 2020, el alcalde Pete dijo: “Entonces, no sé lo que eso significa para mi futuro, aparte de seguir tomando las cosas seriamente y creciendo”. Y agregó: “Pero el tiempo está de mi lado, espero”.

Javier Treviño en Twitter: @javier_trevino