Sonora Power
Lo dije aquí más de 1 vez, afirmé que no sucedería nada con Donald Trump y la realidad acabó por imponerse, no pasó nada, ni pasará nada.
Al menos nada que trastoque de fondo el sistema muy exitoso de desarrollo económico que se ha establecido entre nuestro país y el vecino del norte.
Trump como presidente es lo que usted guste y mande e incluso va a los extremos de la grosería, la arrogancia, el mal gusto, pero nadie lo conoce por ser un tonto. A Trump lo que le gusta son los negocios, y si las cosas van bien para Estados Unidos, él va a defender el estado actual del las cosas.
Luego de que el presidente 47 de los Estados Unidos anunciara que implementaría de manera unilateral aranceles contra México, su principal socio comercial, surgió en su país una ola crítica, que le respondió que esa estrategia no es correcta, que causaría más afectaciones y crearía más problemas que los que pretendía resolver.
Donald siguió adelante, anuncio el arancel y dijo que se impondría contra viento y marea de ser necesario a partir de hoy martes 4 de febrero.
La realidad es que no se hizo nada, por la simple y sencilla razón de que la visión trumpiana era irracional, representaba dar un paso hacia atrás en el desarrollo de procesos muy importantes para justamente “hacer grande a América otra vez”, el detalle es que esa esa estrategia necesariamente pasa por sus socios mexicanos, sin embargo, estaba urgido de victorias en su retórica antimigrante, sabiendo que México no es actualmente el problema.
Trump presentó un análisis totalmente fuera de cualquier sustento económico para afirmar que los aranceles eran necesarios porque México saca provecho de la relación su país, aunque todos sabemos (en Estados Unidos lo saben mejor) que México es indispensable para reconstruir la capacidad industrial de ese país.
Ese es el sustento de la relocalización de inversiones, que fortalece a las grandes corporaciones de Estados Unidos que crean tecnología de avanzada, la diseñan y desarrollan, pero construir lo que diseñan a costos de Estados Unidos es impensable y como ya se decidió que China, Taiwán, Corea, Singapur, Vietnam y otros países del sudeste asiático no le convienen al gran capital, México es la opción.
Los costos en México son más bajos, aunque el factor de mano de obra sea más alto, por el simple hecho de que el esfuerzo logístico de trasladar componentes o bienes de consumo terminados a su mercado resulta infinitamente más barato y rápido.
Trump lo sabe, los dueños del gran capital en Estados Unidos lo saben y aunque muchos le compren al presidente sus dichos y agresividad, la verdad es que él obedece a intereses económicos. Trump no se manda solo.
Los Estados Unidos son un gran país, mantiene actualmente el lugar como la economía más grande y fuerte del mundo, sin embargo el reto de otros países que buscan quitarle esa posición es fuerte, por eso no se pueden dar el lujo de dar pasos en falso, o dar saltos al vacío.
Donald Trump por momentos pareció estar hablando en serio, no deportaría a cientos de miles, sino a millones, impondría aranceles e iría por todos los enemigos, reales o imaginarios de su país.
No creo que siga adelante, pero las palabras de Trump son más propaganda que realidad.
En el caso de México se topó con una presidenta, en este caso Claudia Sheinbaum Pardo, mucho más inteligente, racional y preparada que él, ella entendiendo el proceso que se vive, le dio una salida, la que Trump necesitaba para salir del problema que él mismo creó.
La negociación fue buena, los acuerdos están en curso, pero de buenas a primeras poner en pausa la aplicación de aranceles a México es el mejor término. Lo demás son asuntos lógicos.
Los acuerdos entre Trump y Sheinbaum no son solo para un mes, la posibilidad de que a México se le apliquen aranceles cada vez resulta más remota.
El triunfo de Claudia Sheinbaum es rotundo y en su gobierno se sabe.
Correspondencia a demiandu1@me.com | X: @Demiandu
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