Fumando espero a la mujer que quiero,
Tras los cristales de alegres ventanales.
Mientras fumo, mi vida no consumo
Porque flotando el humo me suelo adormecer...
Fumando espero Cuplé-Tango de Juan Viladomar Masanas de 1922
Antes de empezar a hablar sobre el tema, mi generación es la generación del hombre Marlboro, de fumar en antros, aviones y hasta en las oficinas de trabajo. Soy de la generación donde las mamás tenían un elegante cenicero de cristal cortado para las visitas y los coches con marcas de cigarro. Me toco salir de “antro” y volver a casa apestoso a humo de cigarro, tanto que era ritual bañarme antes de acostarme. Entre mis amigos era un reto fumar y claro que conseguíamos “cigarros sueltos” desde la primaria.
Todo esto ha cambiado con el tiempo. Cero anuncios de cigarros, menos fumar de “segunda mano”, antros, bares y restaurantes sin humo, y ahora muchos más lugares.
Desde el 15 de enero de este año, México se pone más estricto con las reglas para poder consumir tabaco. De un lado, la Organización Mundial de la Salud celebra las medidas tomadas por el gobierno de nuestro país; del otro, la industria del tabaco cree que estas medidas son excesivas.
Las medidas que causan más problema a las cigarreras son las que reducen la visibilidad de las marcas, es decir, en las tiendas donde se venda tabaco ya no habrá exhibidores a la vista de cigarros. Con esta medida se busca bajar la idea de la venta por impulso a nuevos fumadores, pues al no ver dónde están los cigarros debería de bajar la intención de compra. No veremos más marcas de cigarrillos en las tiendas de conveniencia, en vehículos con promociones, en eventos deportivos o en cualquier promocional. Esto quiere decir que, si tiene su gorra o su llaverito de Raleigh o Delicados, guárdelos porque ya no serán producidos.
Otra de las medidas, que va contra los fumadores actuales, es la reducción de lugares públicos donde se puede consumir tabaco. La lista de lugares prohibidos para fumar incluye patios, terrazas, balcones, parques de diversiones, canchas de juegos deportivos, hoteles, playas, estadios, arenas, centros comerciales, centros de entretenimiento, mercados, hospitales, clínicas, iglesias, restaurantes, bares, lugares de trabajo, escuelas, transporte público y hasta en la parada del camión. En los restaurantes y bares donde se tenían las terrazas exclusivas para fumadores podrán seguir existiendo, pero en esas zonas no se podrá ofrecer ni bebida ni comida ni nada. En otras palabras, cigarrito, pero sin chevecita. Además, las zonas donde sí se puede fumar deberán de estar separadas al menos diez metros del lugar donde se reúne la gente y no puede ser paso obligado para las personas o encontrarse en los accesos o salidas de los inmuebles. Eso significa que, si fuma, solo lo podrá hacer con otros fumadores lejos del lugar de la pachanga.
Los castigos son bastante fuertes: multas desde cien hasta cuatro mil veces el salario mínimo, si hay reincidencia, se duplica la multa; clausura temporal o definitiva del local; arresto hasta por treinta y seis horas.
Seguramente habrá amparos por todos lados, la industria del tabaco es poderosa y seguramente encontraran resquicios para evitar una gran parte de lo que está estipulado en la nueva ley.
En entrevista con El Financiero, Hiram Vera dice que la sobrerregulación del negocio puede alimentar un mercado negro, que solo beneficiará a ciertos grupos, mercado que representa una evasión fiscal de 13 mil 500 millones de pesos, lo que equivale a 20 por ciento del mercado legal.
Del otro lado, Gady Zabicky, titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones aseguró que la ley antitabaco en México evitará más de 49 mil muertes prematuras y 292 mil nuevos casos de enfermedades asociadas al consumo de tabaco.
Lo curioso de todo el asunto es que el tabaco seguirá vendiéndose como siempre, sin exhibirse, pero pudiéndose comprar de manera legal. La base de fumadores seguirá fumando en otros lugares, pero lo seguirán haciendo. Los nuevos fumadores estarán menos animados a hacerlo pues ya no habrá tanta promoción. Los fumadores sociales podrían dejar de serlo pues ya no se podrá fumar el cigarrito tomando la cubita.
Mi opinión al ser no fumador tal vez sea invalidada por los fumadores, pero ahí les va. El cigarro, a diferencia de otros “vicios” es un “vicio” invasivo. Alguien se puede echar 5 cubas o 10 cervezas y los que están con esta persona no sufren por algún efecto secundario. Fumar en los restaurantes es molesto para los que no fumamos pues nos tenemos que “fumar” el humo, aunque no queramos. Por fin voy a poder usar los espacios abiertos en restaurantes con terrazas con mis hijos, esta prohibición por procurar a los fumadores me parecía molesta, sobre todo en los lugares con terrazas bonitas al aire libre. Muchos fumadores suelen tirar las colillas por todos lados y eso me parece de mal gusto y bastante asqueroso. Los fumadores saben que las colillas apestan, pero no recuerdo a alguno que lleve bolsitas para guardarlas y tirarlas después, si lo hacen con las heces de los perros, ¿por qué no con las colillas?
Igual, hay lugares donde me parece que la ley está un poco exagerada. Un bar con servicio completo en el área de fumadores, si debiera de existir, es un lugar de relajamiento. La parada del camión, lugar tradicional donde los fumadores se echan un cigarrito después de una ardua jornada de trabajo.
Después de 100 años del Cuple-Tango de “Fumando espero” inmortalizado por la española Sara Montiel en 1957, en México ya no se podrá fumar mientras se espera a menos que la espera sea en casa o en una zona aprobada para fumar de las cuales habrá pocas. Así las cosas…