La inteligencia artificial (IA) es el hito de nuestra época. Está definiendo el modelo de vida de nuestra civilización y cambiando la forma de interacción social a un ritmo aparentemente incontrolable, donde ni las recientes reglas establecidas por la Unión Europea (Reglamento de Inteligencia Artificial) parecen ser capaces de establecer adecuadas “barreras de protección” que definan los límites para la instrumentación de los avances de este tipo de inteligencia, que en nombre de lo artificial, ya rebasa a lo natural, y real, sobre todo con el auge de los “deepfakes”.
Surgen entonces dudas válidas sobre su uso en campañas políticas en el ámbito electoral. En particular, cabe analizar el caso de la campaña de Xóchitl Gálvez que está recurriendo a imágenes y voz suplantadas por medio de la IA en varios de sus spots publicitarios: ¿Es ético valerse de la IA como medio para enmascarar rasgos lingüísticos, físicos y de imagen general para suplantar a los de la candidata? ¿Se está confundiendo (por no decir, engañando) al electorado? ¿Se usa la IA para simular?
En Estados Unidos, donde también habrá elecciones presidenciales y locales en 2024, hay una gran discusión en torno al tema del uso de la IA como recurso de campaña. Expertos en la implementación de IA, como Sinclair Schuller, advierten sobre los riesgos del uso de ésta en el espacio electoral: “Veremos mucha ficción creada a favor y en contra de candidatos, y surgirá una gran confusión, como consecuencia, entre el electorado”. Schuller se refiere a los deepfakes, videos, imágenes y audio que no suceden genuinamente en la realidad, bajo el principio de que “hay que crear algo pegajoso, sin importar si es falso o no”. Por su parte, según Eric Schmidt, ex director general de Google, las elecciones en EU serán “muy desordenadas porque las redes sociales no ofrecen ninguna protección sobre material generado con IA; habrá muchos engaños”. (CNBC, diciembre 17,2023).
Y es que hay un río revuelto en torno a la inteligencia artificial. En medio de la feroz competencia entre las principales empresas tecnológicas (Google, Apple, Microsoft, Amazon, Meta y Tesla) actualmente todo parece girar alrededor de la IA. En la lucha por el liderazgo, estamos presenciando una carrera sin normatividad en las que se están cometiendo muchos errores, que dejan ver que ni en esas ligas se están valorando aún bien los costos y beneficios del uso de los algoritmos y sus aplicaciones.
Uno de esos casos es el de Google que apenas la semana pasada presentó su producto Gemini IA, que resultó en un fracaso mediático con cargo al prestigio de la compañía, por exagerar las características de su plataforma, valiéndose de la propia inteligencia artificial. Javier Murillo en su artículo de El Financiero, “El triste espectáculo de Google Gemini”, hace aseveraciones puntuales sobre la presentación fallida que hizo esa empresa, que considero pueden extrapolarse a la controversia sobre la actual campaña mediática con IA de Xóchitl:
- “Hay una delicada línea entre la innovación y la fabricación de la realidad”.
- Hacer una “representación estilizada” de la realidad nos lleva a varios cuestionamientos, entre ellos éticos, si se exponen “ilusiones”.
- “La transparencia y la honestidad no son sólo expectativas, son requisitos esenciales para fomentar un futuro tecnológico sostenible y ético… La integridad no debe ser sacrificada por el espectáculo”.
En el ámbito electoral, donde de por sí es difícil distinguir la realidad de la ficción, coincido con Ian Bremmer (destacado analista internacional) que señala que el uso y abuso de la IA en campañas políticas puede acabar por erosionar “la confianza y la credibilidad” entre los votantes. Debe haber un uso responsable de la inteligencia artificial para no minar la veracidad. Temas centrales que los encargados de definir la campaña de Xóchitl deberían considerar si es que en serio buscan repuntar hacia junio de 2024.