Durante noviembre de 2024, en pleno apogeo de discusiones sobre el presupuesto de este año, un inocente error provocador disminuyó el presupuesto de la UNAM de 5 mil millones de pesos. En aquellos tiempos, se saboreaban resquicios de confrontaciones en las que el entonces presidente López Obrador había acusado a la máxima casa de estudios de haberse “derechizado”. La polémica sobre el plagio de la ministra Yasmín Esquivel así como las acusaciones por el militarismo fueron parte de varios agravios. Fue la indignación nacional y la fragilidad casi siempre dispuesta a encenderse con la mínima chispa de los estudiantes la que permitió corregir el pequeño detalle que después fue lamentando por Hacienda y otras autoridades.
La UNAM hizo un papel digno y las voces de académicos que disintieron con la reforma judicial así como las voces de los que señalaron la política militar fueron exhibidas. Evidenciadas como “herencia del neoliberalismo”. Fue el pulso incandescente de un pueblo que evoca las revueltas estudiantiles lo que hizo de la UNAM un espacio de resistencia al libre pensamiento, algo provocador para quienes buscan unificar las narrativas. Hoy la noticia es que Harvard eligió una postura similar ante las amenazas de Donald Trump, que a pesar de ser un polo opuesto de la izquierda mexicana, pareciera que el espectro es curvilineo casi circular y existen extremos en que los antagonistas se tocan.
Harvard decidió rechazar las políticas de inclusión a minorías y el Departamento de Educación de Estados Unidos está congelando aproximadamente 2,300 millones de dólares en fondos federales destinados a la Universidad.
El anuncio se da mientras la universidad de la Ivy League ha decidido enfrentarse a las exigencias de la Casa Blanca de tomar medidas contra el antisemitismo y presuntas violaciones a los derechos civiles, incluidas la eliminación de los programas de diversidad, equidad e inclusión.
El grupo especial sobre antisemitismo adscrito al Departamento de Educación emitió en un comunicado en que anuncia que está congelando 2,200 millones de dólares en subvenciones y 60 millones en contratos de valor plurianual destinados a Harvard.
Fue en una carta enviada a Harvard el viernes, la administración exigió reformas amplias en el gobierno y liderazgo de la universidad, que se establezcan políticas de admisión y contratación “basadas en el mérito” y que se realice una auditoría al alumnado, cuerpo docente y directivos respecto a sus opiniones sobre la diversidad. Prácticamente, una solicitud de cacería para limpiar ideológicamente a quienes no encajan en el perfil de pensamiento trumpiano.
Las exigencias se suman a una carta previa que establecen una prohibición del uso de capuchas o telas en el rostro, como burkas o velos alusivos a manifestantes pro-palestina; además de pedir el cierre de los programas de diversidad, equidad e inclusión, que, según la administración de Trump, enseñan a estudiantes y personal “a emitir juicios apresurados entre sí basados en estereotipos burdos de raza e identidad”; y presionan a la universidad a dejar de reconocer o financiar a “cualquier grupo o club estudiantil que respalde o promueva actividades delictivas, violencia ilegal o acoso ilegal”.
México fue de los primeros países en sentar los principios de autonomía universitaria, los derechos auto gestivos de las universidades y el combate a formas fascistas de pensamiento, cultivando desde los setenta y ochentas, pensamientos contra las hegemonias, dictaduras y todo tipo de dominación. Aquellos derechos colectivos a la autonomía universitaria ha hecho de la UNAM así como de otras universidades públicas, un faro de luz ejemplar para las universidades del mundo. Las universidades norteamericanas siempre parecieron lejanas por su esquema asimétrico de existencia, eminentemente privadas y poco accesibles. Algunas becas se convirtieron en la esperanza para estudiantes del sur global para lograr acceder a estudios de elite norteamericana al tiempo que esas mismas becas fueron estrategia norteamericana para formar liderazgos basados en su propio benéfico económico, manera de entender el mundo y expansiones económicas pintadas de progreso, aunque en sí mismas , fuesen formas modernas de dominación. Ejemplo de ello fue la generación de Carlos Salinas de Gortari y la tecnocracia gobernante, Ernesto Zedillo y todos los que volvieron a gobernar después de ser formados estricta y rigurosamente en Estados Unidos. Hoy Trump exige que Harvard coopere con las autoridades federales de inmigración. No hay certidumbre sobre las visas para estudiantes y tal parece que los recursos dejaran de invertirse en migrantes.
El presidente de Harvard, que equivaldría a un rector universitario de México, respondió en una carta que la universidad no acatará las exigencias de la administración Trump de desmantelar sus programas de diversidad ni de limitar las protestas estudiantiles a cambio de financiamiento federal.
Dijo:
“Ningún gobierno –sin importar qué partido esté en el poder– debe dictar qué pueden enseñar las universidades privadas, a quién pueden admitir o contratar, ni qué áreas de estudio o investigación pueden seguir”, escribió Alan Garber, presidente de la universidad, añadiendo que Harvard ya ha realizado reformas sustanciales para abordar el antisemitismo.
Ojalá que Harvard y el pueblo norteamericano se apropie de sus universidades tanto hasta el punto de aprender que la autonomía universitaria va más allá de ser una institución privada. Se trata de la libertad de pensamiento y todas las otras tantas libertades inherentes a ello.
Este lunes, Barack Obama expresó su apoyo a la universidad: “Harvard ha dado el ejemplo a otras instituciones de educación superior, rechazando un intento ilegal y torpe de sofocar la libertad académica, al mismo tiempo que toma medidas concretas para asegurar que todos los estudiantes puedan beneficiarse de un entorno de investigación intelectual, debate riguroso y respeto mutuo. Esperemos que otras instituciones sigan su ejemplo”.
Las exigencias de la administración Trump llevaron a un grupo de exalumnos a enviar una carta a los líderes universitarios, exhortándolos a “impugnar legalmente y negarse a cumplir exigencias ilegales que amenazan la libertad académica y la autonomía universitaria”. Deben salir a protestar masivamente, hacer del momento un movimiento estudiantil que defienda el derecho a disentir junto con el derecho a fondos y diversidades.
El fin de semana hubo una protesta en la que participaron miembros de la comunidad de Harvard y residentes de Cambridge, así como una demanda presentada el viernes por la Asociación Estadounidense de Profesores Universitarios en contra de los recortes.
Ojalá que los mexicanos egresados de Harvard alcen la voz y ojalá también que esos mínimos espacios de resistencia sobrevivan, con todas las diferencias y asimetrías. Al menos, México tiene a una presidenta egresada de la UNAM y de un movimiento estudiantil. Donald Trump será un gran magnate y gigantesco empresario, pero de valores universitarios e intelectuales tiene poco. Al tiempo.