La Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) aprobó por unanimidad, el miércoles 14 de agosto, el dictamen de validez de la elección presidencial.
Al día siguiente, el jueves 15 otorgó la constancia de presidenta electa a la primera mujer en ocupar el cargo en la historia de México, desde los emperadores aztecas a los virreyes novohispanos o presidentes del país independiente, a la doctora y universitaria Claudia Sheinbaum Pardo. De esa magnitud es el hecho consumado.
En la historia de éxito de la transición democrática mexicana, hay que acreditar al TEPJF un papel igualmente histórico y muy relevante, pues ha calificado y validado tres elecciones presidenciales (2000, 2006 y 2012) y la del año 2024 en el contexto semantizado de la Cuarta Transformación de la vida pública del país.
El pasaje me provoca, si se me permite la inflexión, la siguiente evocación personal.
En el año 2000 tuve la oportunidad, en el carácter de jefe de la unidad de asuntos internacionales del TEPJF, de explorar y recabar ejemplos de dictámenes de validez emitidos por otros países, y recuerdo que las experiencias peruana y chilena, de las más antiguas en América Latina, sirvieron de referencia.
En ese año, el de la primera alternancia presidencial en el México del sistema de partido hegemónico priista, nos sentimos muy satisfechos por haber realizado tal gesta institucional en un entorno pacifico, aunque no sin vicisitudes.
La diferencia de la votación con la que ganó Vicente Fox fue de más de dos millones de votos y el dictamen fue aprobado por unanimidad.
Al año siguiente, lamento recordarlo, el inicio de los casos “Amigos de Fox” y “Pemex” empañaron ese momento estelar de nuestra historia reciente.
A partir de allí, los lemas lopezobradoristas “Honestidad valiente” y “Por el bien de México, primero los pobres” comenzaron a proyectar la figura de nuestro actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, como una opción vigorosa para llegar a Palacio Nacional.
Otro pasaje inolvidable fue el de 2006, año en el que el segundo dictamen de validez fue aprobado también por unanimidad, sólo que en un contexto muy crispado por la controversia que suscitó el que Felipe Calderón remontara en los últimos dos meses de la campaña y, bajo una aviesa estrategia mediática y logística, ganará apenas por un margen de 246 mil votos a Andrés Manuel López Obrador.
Entonces tuve la ocasión de participar en Washington, en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, poco tiempo antes de la emisión del dictamen, como académico independiente, en una mesa en la que con Sergio Sarmiento y Jeffry Weldon coincidimos en la complejidad del caso a juzgar y sus posibles implicaciones.
Seis años después, en 2012, una nueva composición de la Sala Superior volvió a aprobar por unanimidad la elección presidencial que declaró presidente electo a Enrique Peña Nieto con una diferencia de casi cuatro millones de votos sobre su retador, si, Andrés Manuel López Obrador.
Otra vez, las pruebas de su demanda de nulidad de la elección fueron declaradas débiles e insuficientes, según la sentencia y el dictamen respectivos.
El triunfo abrumador de López Obrador en 2018 dio lugar al cuarto dictamen de validez emitido por el TEPJF sobre una diferencia de más de 16 millones de votos.
El reciente dictamen de 2024 fue aprobado, igual que los anteriores, por unanimidad de las magistraturas integrantes de la Sala Superior, aunque con dos opiniones concurrentes. Ahora la diferencia de la votación en favor de la Dra. Sheinbaum fue aún mayor.
En el dictamen, lo mismo que en 2006, se deslizan observaciones críticas sobre la vulneración de normas del proceso electoral, ya sea mediante actos anticipados de precampaña y campaña, injerencia gubernamental o violencia criminal, ninguna de ellas fue acreditada y mucho menos contuvo hipotéticos efectos determinantes frente a una diferencia abismal de más de casi 20 millones de votos entre el primero y el segundo lugar.
Con todas las expresiones críticas que merezca el TEPJF y aun en el escenario de que la reforma judicial propuesta por el propio presidente López Obrador transforme su estructura o composición, hay que reafirmar que hasta ahora el mecanismo de garantía de la regularidad constitucional y pro-derechos humanos que la institución encarna es virtuoso y debe ser preservado.
He escrito en la obra “Epistemología Jurídica aplicada a la Justicia Electoral” (TEPJF, 2021, en línea) las razones por las cuales habría que mejorar la normatividad procesal en la materia, en particular para calificar la elección presidencial, pero siempre manteniendo el esquema mexicano que deposita la confianza en el poder judicial, en el TEPJF para consumar ese acto de confirmación de la supremacía y la integridad constitucional en relación con los comicios.
Felicitaciones a la doctora, Claudia Sheinbaum Pardo, primera mujer presidenta de México, de la UNAM a Palacio Nacional, y a las magistraturas y personas servidoras publicas ejemplares del TEPJF.
Reconocimiento, en particular, a las y los mexicanos que decidimos seguir haciendo historia y trabajamos para que, a la vez, la historia que viene nos haga a nosotros, a México, lo que nos merecemos ser: uno de los 10 mejores países del planeta, más justo y por ello más libre.