Se navega por la vida a partir de razones y emociones. Con razón dicen los sicoanalistas desde los ya algo lejanos tiempos de Freud, que el consciente, territorio de la conciencia, de las razones, es sumamente estrecho respecto al tamaño abrumador del inconsciente, lugar de las pulsiones, instintos y, en cierta forma, emociones; las mismas razones en su profundidad remiten al inconsciente. Octavio Paz decía que para entender al mexicano había que hurgar en las creencias más que en las ideas, porque aquellas duermen en las capas profundas del alma nacional. Sin, duda buen lector de Freud.

El país no pudo interiorizar la democracia. Fueron muchas las traiciones, principalmente de sus élites formadas y avenidas en el autoritarismo. No solamente el mercado y la competencia les asustaba, también las libertades. Mejor una autoridad fuerte que resuelva y actúe a partir del trato privilegiado siempre dispensado. Lo más pernicioso de esta querencia antiliberal no viene de las cúpulas empresariales y sus obsequiosos representantes, viene de los medios. No todos, pero sí casi todos los de mayor influencia nacional. Afortunadamente no se pueden soslayar los espacios de libertad, sobre todo por quien escribe, ciertamente cada vez más reducidos por la autocensura.

Son momentos de inflexión del proyecto en curso. Lo que había ya no podrá continuar. Quizá sí las formas, la intolerante retórica, la sumisión de los de siempre y la grandilocuencia de los abonados en los privilegios del poder político y económico. El entorno internacional, el agotamiento de los recursos económicos por la falta de crecimiento (herida autoinfligida del régimen) y la violencia exacerbada (también provocada por el presidente de los abrazos) significan el fin del paraíso en la tierra decretado por el obradorismo.

La tragedia de Teuchitlán es referencia. El régimen calculó mal. No entendió que el cruel descubrimiento era metáfora del país y realidad que se agravó en el pasado reciente. El tema de los desaparecidos alude a casi todo el país y a más de cincuenta mil personas que se sabe están muertas, pero ni siquiera dan ocasión a la resignación de la cristiana sepultura. Y los que se siguen acumulando, ya que han aumentado los desaparecidos en este gobierno que le dio por reducir los recursos y las acciones para atender esta herida profunda en el cuerpo nacional.

La razón de Estado fue hecha valer por el comandante Jesús Ramírez Cuevas. Teuchitlán semejante a otros eventos que han representado puntos de quiebre, casos del 68 y el fraude patriótico en 86 en Chihuahua. A toda costa acreditar que no hubo hornos crematorios ni exterminio. A la presidenta le llevaron a participar de la tesis de una “campañitaopositora, promovida por una siniestra voluntad del exterior con la aviesa intención de derrocar al gobierno. La victimización revisitada; cobra vida la paranoia de Díaz Ordaz y vigencia la de Manuel Bartlett. Se explica la urgencia y, efectivamente, el asunto es devastador para la narrativa triunfalista del régimen.

Las columnas más leídas de hoy

Allí no acaban las complicaciones para el sistema. En breve se confirmará que la soberanía nacional, con tanta vehemencia invocada, desde hace tiempo quedó atrás. No sólo por enviar mexicanos criminales al margen de la legalidad que implica la extradición para dejar en libertad al presidente norteamericano en su predecible intención de decretar pena de muerte a los inculpados. La soberanía se perdió en el momento que la suerte del país se decide en un gobierno presidido por un racista, clasista, machista, corrupto y todo lo que la 4T agrega al referirse a sus enemigos internos, nunca a Trump.

Las emociones de los mexicanos cobran relieve por la tragedia que significa la incompetencia o la venalidad gubernamental para cumplir su responsabilidad básica de proveer seguridad y conceder justicia. La impunidad aumenta; en mala hora el inculpado gobernador de Morelos, al igual que el de Sinaloa, no son investigados a pesar de la abrumadora evidencia en su contra. Para el gobierno merecen condena anticipada Enrique Alfaro, exgobernador de Jalisco y Silvano Aureoles, de Michoacán, también de la acera de enfrente.

La indignación socializada llevó al poder al obradorismo; esa misma amenaza con echarlo. En el fondo, lo que se vive y padece es la impunidad que ni el presidencialismo autoritario, ni el cambio democrático y mucho menos el régimen actual ha podido superar.