El tema de si España debe pedir perdón a México por los abusos cometidos durante la Conquista ha sido objeto de debate en los últimos años, especialmente a raíz de la solicitud formal hecha por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Este reclamo ha generado respuestas mixtas, tanto en México como en España, donde la indignación ha sido palpable. Para muchos en México, sin embargo, la petición de disculpa parece estar alineada con un deseo de sanar heridas históricas, mientras que para otros, esta mirada al pasado parece irrelevante ante los desafíos actuales.
Personalmente, creo que este tema no debería ser prioritario en el contexto actual. Aunque la historia tiene un valor indiscutible en la construcción de la identidad de una nación, resulta más urgente para México abordar los problemas que afectan a su población hoy en día. Temas como la inseguridad, la educación deficiente, la pobreza y el desempleo son desafíos que requieren una atención inmediata y constante. Volver la mirada al pasado para exigir una disculpa por hechos ocurridos hace más de 500 años puede resultar simbólico, pero no soluciona los problemas presentes.
Si bien es cierto que la colonización española dejó una marca indeleble en la cultura, el lenguaje y las estructuras sociales de México, no podemos ignorar que los tiempos han cambiado. En el siglo XXI, España y México son dos naciones soberanas con relaciones diplomáticas, comerciales y culturales complejas. En este contexto, una disculpa pública no cambiará las realidades cotidianas de los mexicanos, ni mejorará las condiciones de vida de quienes enfrentan violencia, corrupción o pobreza extrema.
El gobierno mexicano haría mejor en concentrarse en generar políticas públicas que realmente beneficien a su población en lugar de promover gestos simbólicos que, aunque importantes para algunos sectores, no representan soluciones prácticas a los problemas actuales. El reclamo de disculpa, por más legítimo que pueda parecer desde una perspectiva histórica, se queda corto cuando se compara con las necesidades urgentes del país en términos de infraestructura, desarrollo económico y justicia social.
Además, mantener relaciones diplomáticas constructivas con España puede ser mucho más beneficioso para México que avivar tensiones históricas. España sigue siendo un socio clave en términos de comercio, turismo e inversión extranjera. En lugar de avivar una narrativa de confrontación, sería más prudente fortalecer los lazos con miras al futuro, aprovechando las oportunidades que esta relación puede ofrecer en beneficio del país.
En última instancia, el progreso de México no depende de una disculpa oficial por parte de España. El futuro de la nación está en manos de sus gobernantes y ciudadanos, quienes deben concentrarse en construir una sociedad más justa y equitativa, enfocada en el bienestar colectivo. Mirar hacia atrás para buscar culpables puede ser reconfortante para algunos, pero no debería ser la prioridad de un gobierno que enfrenta retos tan grandes en el presente.
Si bien la historia no debe olvidarse, tampoco debe ser utilizada como una distracción de los temas que realmente afectan la vida de las y los mexicanos en la actualidad. El verdadero avance del país se logrará cuando se enfoquen en soluciones tangibles para los problemas reales, dejando de lado gestos simbólicos que, aunque importantes para la memoria histórica, no contribuyen de manera directa al bienestar del pueblo.
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