Sí, hablo de Adam Smith. Pero no lo afirmo yo, sino un erudito en el tema, Joseph A. Schumpeter. Lo leí hace rato en internet buscando referencias acerca de la obsesión por el orden espontáneo que nos caracteriza a no pocas personas que pasamos por alguna escuela de economía. Obsesión, en efecto, por no llamar fanatismo a la forma tan apasionada en la que a veces defendemos el clásico laissez faire, laissez passer.
En esa búsqueda andaba y encontré un ensayo del profesor León Gómez Rivas de la Universidad Europea de Madrid. Muy buen análisis, pero deprimente para quienes tanto hemos admirado a Adam Smith.
Yo pensaba que la idea del laissez faire había sido una original aportación de Smith al pensamiento humano. Resulta que no. El profesor Gómez Rivas dice que el considerado padre de la economía fue solo “un exitoso publicista en su tiempo” que ha logrado mantener hasta hoy “esa fama de los grandes creadores”.
El académico español en el texto que leí no se centra en la originalidad de la legendaria obra La riqueza de las naciones, pero sí puso de manifiesto que “una gran parte de la doctrina que hizo famoso a Smith ya estaba escrita desde bastantes años antes, y era suficientemente bien conocida en su entorno académico”.
León Gómez Rivas admite que esa no es una tesis suya, sino de Schumpeter, quien la expresó “con su acostumbrada claridad en la Historia del análisis económico. Enseguida reproduzco las palabras de Joseph A. Schumpeter tal como las cita el profesor de la Universidad Europea de Madrid: “El hecho es que el Wealth of Nations no contiene una sola idea, un solo principio o un solo método analítico que fuera completamente nuevo en 1776″.
Ni Gómez Rivas ni Schumpeter pretenden minimizar la importancia —sin duda, histórica— del libro de Smith, pero el español lo presenta como un “aviso para tratar con cautela la difusión de las ideas científicas”. Porque hasta los grandes autores plagian y, para lograrlo con eficacia, “se ocupan de ocultar hábilmente sus fuentes de inspiración”. Claro está, quizá Smith ignoraba los antecedentes de sus ideas y por eso no reconoció que no eran de él… o quizá sí lo sabía y no le dio la gana admitirlo. Como dice el bolero de Álvaro Carrillo, sabrá Dios, uno no sabe nunca nada.
Lo que sea, decepciona saber que no es original de Adam Smith la idea de que, si se deja a las economías regularse a sí mismas, serán más eficientes —y justas— que si alguien trata de regularlas.
No es una idea original del gran héroe de quienes estudiamos economía, y quizá tampoco sea verdad que la mano invisible conduce a un orden superior a cualquiera que pueda diseñar la mente humana… y es que, supongo, ello ha sido refutado por la fracasada primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, quien seguramente quiso dejar el desarrollo de su nación solo a las fuerzas del mercado, lo que condujo a un desastre. En México, cuando los gobiernos han sido excesivamente neoliberales, el modelo no ha funcionado. Ya veremos si nos va mejor haciendo lo contrario —es el proyecto del presidente AMLO para al menos dos sexenios, el suyo y el de la corcholata que ganará en 2024—.