Decía Milton Friedman que el negocio de los negocios es hacer negocios. No pudo estar más equivocado. El objetivo de las empresas no es sólo ganar dinero. Igualmente equivocados están los líderes gubernamentales que creen que la política de la política es hacer política. El objetivo de los gobiernos no es sólo acumular poder. Tanto empresas como gobiernos deberían dejar de mirarse el ombligo, colaborar y enfocarse en crear valor público. Empresas y política son inseparables.

Con una amplia experiencia tanto en el mundo empresarial como en el político, Joe Zammit-Lucia es un experto que ha escrito sobre la interrelación entre negocios y política. Su último libro es “El nuevo capitalismo político: cómo las empresas y las sociedades pueden prosperar en un mundo profundamente politizado” (“The New Political Capitalism: How Businesses and Societies Can Thrive in a Deeply Politicized World” - Bloomsbury Business, 2022). El autor ha escrito antes también sobre la democracia liberal y la globalización. Zammit-Lucia es uno de los fundadores de RADIX, un grupo de expertos en gobierno, negocios, política y sociedad. Actualmente es miembro del Consejo Asesor del Foro de Singapur y miembro del Consejo Asesor Externo de la revista CEO World.

Zammity-Lucia argumenta que las empresas necesitan ajustar sus antenas políticas. ¡No podría estar más de acuerdo con esa visión! Sugiere que la forma en que los directores ejecutivos de las empresas definan la relación entre la política y los negocios dará forma a nuestro mundo en el futuro. ¡De ese tamaño es el reto! Las empresas de hoy deben estar más conscientes del impacto político en sus operaciones y cadenas de suministro.

Ahora estamos experimentando lo que Joe Zammit-Lucia llama, en su nuevo libro, la era del nuevo capitalismo político: un mundo donde la política y los negocios chocan o colaboran en tiempo real y donde en realidad no existen las empresas apolíticas. La guerra en Ucrania, que inició después de que se había publicado el libro, ilustra preocupantemente la tesis del autor. El mensaje es claro: las empresas prosperarán cuando entiendan y actúen sobre la dimensión política de sus operaciones. Y comportarse de esta manera también puede ayudar a resolver los desafíos existenciales del presente y, en última instancia, brindar un futuro mejor para todos.

En siete capítulos, Zammit-Lucia nos guía a través de una evolución de décadas de “capitalismo industrial”, a “capitalismo de accionistas” y “capitalismo de partes interesadas”. El “capitalismo político” es fundamental para el éxito de la democracia liberal y de la globalización. Las empresas prosperarán cuando entiendan y actúen sobre la dimensión política de sus operaciones. Y comportarse de esta manera también puede ayudar a resolver los desafíos existenciales del presente y, en última instancia, brindar un futuro mejor para todos.

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La energía innovadora de la empresa privada, que opera en mercados competitivos, bien estructurados y bien regulados, es vital para el progreso. Pero para que eso suceda, la empresa debe tener una comprensión profunda de cómo funcionan la política y la constante impugnación de las ideas políticas. Los ejecutivos de las empresas necesitan pensar políticamente.

A lo largo de los años, avanzamos rápidamente a través de los mundos desregulados creados por el reaganismo y el thatcherismo, desde el “consenso de Washington” hasta la era del capitalismo financiero. Ese enfoque es hoy anacrónico. Las amenazas globales son muy diferentes: terminó la Guerra Fría, encaramos el populismo y la polarización; nos amenazan el cambio climático, un conflicto armado en Europa y tensión geopolítica en el este de Asia. Hay todo tipo de partes interesadas que tienen impacto en las operaciones de las empresas. Los directores ejecutivos tienen que enfrentar, todos los días, decisiones políticas reales y complejas.

Siempre resulta más fácil esbozar la receta para el cambio que encontrar una verdadera solución al “conundrum” en que vivimos. Zammit-Lucia sugiere que hay tres componentes para tener éxito en el mundo politizado:

  1. Aceptar que las empresas también son instituciones políticas y tienen un rol importante que va más allá del desempeño financiero.
  2. Observar de afuera hacia adentro, para comprender el efecto de la empresa en el mundo.
  3. Los ejecutivos deben pensar más como ciudadanos, no sólo sobre sí mismos, sino también sobre sus clientes y todos los demás con los que hacen negocios.

Y aquí entra la magia del concepto ESG (Environmental, Social and Governance), que nos abre una ventana al futuro. Cuando nos adentramos en la vida de las empresas y las organizaciones empresariales tenemos que aprender una nueva lengua, llena de acrónimos. ESG es uno de ellos. Los datos ESG de los informes anuales de las empresas (ambientales, sociales y de gobierno corporativo) reflejan las externalidades negativas (costos para otros) causadas por una organización en el medio ambiente, la sociedad y el gobierno corporativo. Los inversionistas pueden utilizar los datos ESG para evaluar el riesgo material que la organización está asumiendo. La empresa usa los datos ESG como métrica para fines estratégicos y de gestión. Desde 2020, se ha acelerado el interés en superponer los datos ESG con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), desarrollados por las Naciones Unidas.

Al final del día, ESG, RSE, ODS, sustentabilidad, emisiones de carbono, “negocios con propósito”, “capitalismo de partes interesadas”, son algunos de los exhortos, bien intencionados, a las empresas para que hagan mejor su trabajo. Luego también hay cierta frustración. Algunos ejecutivos tienen razón cuando se preguntan cómo se espera que hagan frente a todo esto y sigan gestionando bien su negocio. Me preocupa que la consecuencia es que, en ocasiones, ESG se está degradando a un mero sistema de medición y cumplimiento.

Zammit-Lucia argumenta en su libro que lo que muchos no se dan cuenta es que ESG ilustra el hecho de que el clima sociocultural-político ha cambiado drásticamente en las últimas dos décadas. La naturaleza y el tono del debate político se han vuelto más acalorados. Las posiciones políticas se han vuelto más polarizadas. Las certezas anteriores se han ido por la ventana: nuestras opiniones sobre la globalización; la primacía de la ideología neoliberal del laissez faire; la supuesta eficacia de la economía del goteo; nuestra tolerancia a las externalidades generadas por la actividad empresarial; la aceptación de la idea de que el papel de las empresas es exclusivamente maximizar el valor para los accionistas; los peligros de la financiarización; y muchas otras cuestiones políticas, eran certezas previamente acordadas que ahora son impugnadas.

Por lo tanto, la pregunta fundamental que se hacen los líderes empresariales es simple: ¿cómo evoluciono y adapto mis prácticas de negocio para tener éxito en este entorno político altamente polarizado en donde se han derrumbado las “verdades” que antes sosteníamos?

Nada de esto puede reducirse a métricas ESG. Tampoco a concentrarse únicamente en las emisiones de carbono e ignorar todo lo demás. Eso sería sencillo y claro, pero equivocado. Todo está impulsado por el clima político imperante y la forma de pensar la política. Nuestra sociedad es un sistema adaptativo complejo donde todo está interconectado y desordenado. Seleccionar un elemento del sistema e ignorar todo lo demás con lo que interactúa es una receta segura para el fracaso. No podemos aislar problemas individuales y abordarlos sin comprender sus interconexiones.

El libro de Zammit-Lucia explora cómo y por qué los negocios y la política no sólo están relacionados, sino que son partes vitales, inextricablemente vinculadas e interdependientes de nuestros complejos sistemas sociales. El nuevo capitalismo político es una relación dinámica moderna entre la política y los negocios, con objetivos y consideraciones políticos claros y definidos, se encuentra en el centro de la toma de decisiones informadas. Las empresas pueden aceptarlo y prosperar, o pueden ignorarlo y pagar el precio de quedarse atrás. El capitalismo político es imparable. Lo importante es saber cómo responderán los líderes empresariales.

Por su parte, lo que los líderes gubernamentales deberían comprender es que hacer política en un sistema democrático y abierto es toda una tarea pedagógica: dar argumentos, plantear debates y sostenerlos, transmitir mensajes y posiciones a la sociedad, contraponer ideas y posiciones a las de los adversarios, y, por consiguiente, disputar el espacio social y político, como paso imprescindible para ganar, legítimamente, espacio electoral.

Para empresas y gobierno, es fundamental que el estado de derecho sea una prioridad. Pero no basta con hacer cumplir la ley. Hace falta llegar a las mentes y a los sentimientos de los ciudadanos. Se requiere fortalecer un proceso de construcción nacional con las palancas del sistema educativo y de los medios de comunicación. Las batallas que no se dan, siempre se pierden. Y en la tarea de crear valor público, hay mucho por hacer. Cuando empresarios y políticos colaboren y levanten la vista de su ombligo verán que no son el centro del universo.