En el cuento El Sur, de Jorge Luis Borges, un nieto —uno de tantos nietos— tuvo que elegir una entre dos imágenes de sus dos abuelos. Prefirió el daguerrotipo de uno en particular, el de “un hombre inexpresivo y barbado”. El atractivo no era la barba, sino el rostro hierático de su antepasado.
Nada hechiza más que una poker face, es decir, un semblante que no exhibe ninguna emoción, ni siquiera en las situaciones más difíciles.
Gran parte de la fascinación de la recién fallecida Isabel II era su inexpresividad. He leído muchas veces que la gente del Reino Unido se caracteriza por ser flemática. No creo que sea así. Me parece que una característica personal de quien fue su soberana durante más de 70 años la atribuimos a todo un pueblo. La impasible era ella, no la mayoría de quienes habitan esa nación.
El mejor Andrés Manuel López Obrador es el dirigente social que no enseña sus emociones; él es un maestro en ese arte, aunque a veces no lo practique.
Al ciclista Primož Roglič se le admira por sus victorias, pero sobre todo por sus derrotas, casi todas atribuibles a caídas que lo han lesionado. Dos veces, siendo favorito, abandonó el Tour de Francia por accidentes. Y hace unos días, presionando con todo a Remco Evenepoel, el líder de la Vuelta a España, volvió a caer.
En todos sus percances se ganó la admiración de quienes seguimos el ciclismo. Cito a un periodista especializado, Guillermo Ortiz, un hombre que estudió filosofía “para poder entender mejor el deporte”, y que se vuelvca en el deporte “para poder entender mejor el mundo” que le rodea.
El señor Ortiz dijo, después de la más reciente caída del esloveno Roglič: “El atractivo de Roglic está en sus derrotas, o, más bien, en su manera de gestionar sus derrotas. Ese punto hierático, estoico, sin quejas ni excusas”.
Admirable Primož Roglič. No sé si tenía con qué vencer al joven Remco Evenepoel, pero lo atacaba con furia cuando el ciclista de Eslovenia se vino abajo a unos cuantos pasos de la meta en una llegada en terreno plano.
Fue tan duro el daño que su cuerpo sufrió, que Roglič ya no pudo continuar en la competencia. Se repitió la historia del Tour de Francia de este año y, también, de 2021.¡
Sí, cuánto admirábamos a Roglič por haber aceptado con gesto “hierático, estoico” los accidentes. Pero…
Un par de días después de su repentina caída, salió en las redes sociales a justificarse. Culpó a otro ciclista, el británico Fred Wright, pero… el señor Wright ni siquiera vio a Primož Roglič en el sprint a toda velocidad. De hecho, fue Roglič quien se le atravesó al otro y ahí se acabó todo.
El competidor hierático y estoico, de pronto dejó de serlo y responsabilizó de su accidente a un deportista que nada hizo para derribarlo. Insisto, ni siquiera lo vio.
El gran atractivo de Roglic estaba en la inexpresividad con la que admitía sus derrotas, causadas casi todas por accidentes de carrera. Ese atractivo ya lo perdió, qué pena.
La oposición en México debe dejar de culpar a la 4T de su falta de votos. Debe, con serenidad y sin quejarse, reconocer lo que ha hecho mal —inclusive lo que no ha hecho— y sin histerias de ningún tipo seguir adelante.
Por eso me gustó la forma tan tranquila en la que el gobernador de Queretaro, Maurici Kuri, ha rechazada la alianza con el PRI, para invitar al panismo a competir sin malas compañías.
Por eso, porque se le nota desesperada y temerosa de romper con el dirigente priista Alejandro Alito Moreno, la señora Beatriz Paredes, que quiere ser la candidata presidencial del priismo, no irá a ningún lado. Es decir, sin expresar más emociones, ella debería mandar al carajo al tal Alito y al otro mañoso de la dirigencia del PRI, Rubén Moreira. Si ella no lo hace, si insiste en fingir un entusiasmo que no se justifica, mejor que se olvide, se retire y se deje de estorbar.