De acuerdo a todas las encuestas, Delfina Gómez será la próxima gobernadora del Estado de México. En medio de la polémica sobre eventuales – y actuales- actos anticipados de campaña, lo que resulta violatorio de la ley electoral, la ex alcaldesa de Texcoco está firmemente posicionada para regir el destino de los mexiquenses.

Se antoja sobremanera complicado que la oposición, sea liderada por Alejandra del Moral, o esté coaligada con el PRI o vayan todos los partidos en solitario, sea capaz de detener el avance de Morena en el Estado de México.

Bien vale recordar que en 2017, aún con Enrique Peña en la presidencia, Del Mazo derrotó a la propia Delfina con menos del 2 por ciento de los sufragios, con todo el apoyo de Peña (su pariente) y de la maquinaria priista mexiquense en manos de Eruviel Ávila. Ahora, con Morena en la presidencia y con un clima político favorable al partido de AMLO, la victoria de Delfina en 2023 está cantada. A esta coyuntura debemos agregar un elemento más: la pasividad de Alfredo del Mazo ante el avance de Morena.

Alfredo del Mazo pertenece a un viejo linaje mexiquense que gobernó el Estado de México durante el siglo XX. Como hijo y nieto de gobernadores (Alfredo del Mazo González y Alfredo del Mazo Vélez) Del Mazo representa por sí mismo la continuidad de una élite priista que ha regido los destinos de la entidad.

En sus cinco años de gobierno Alfredo Del Mazo ha actuado como un gobernador conciliador que ha buscado alejarse de las polémicas mediáticas. Estas “blanduras” del gobernador mexiquense han dado espacio a especulaciones en torno a las simpatías del mexiquense con AMLO y con su proyecto.

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En el tema de los aeropuertos, tanto sobre la cancelación del NAIM y la inauguración del AIFA (ambos situados en el Estado de México) el gobernador mexiquense decidió guardar silencio; primero ante el gran error de AMLO de cancelar Texcoco, y luego, ante la construcción de un aeropuerto poco rentable, sin vuelos, escasamente pertinente y que no es capaz de resolver los problemas que aquejan al AICM.

Del Mazo ha ido más allá del silencio. No ha escatimado en loas y alabanzas a AMLO, comparándole con Juárez, es decir, con el presidente insigne ( en la interpretación propia de AMLO y de los suyos, desde luego) de los simpatizantes de la autoproclamada cuarta transformación.

Esta pasividad de Del Mazo culminará en dos cosas. Por un lado, en la traición al PRI (el partido de su familia que llevó al gobierno estatal a su abuelo, a su padre y a su primo ) y por el otro, en la cesión de la plaza a una mujer surgida de lo más rancio de Morena y que representará un retroceso brutal para el Estado de México, a la vez que perpetuará las prácticas de corrupción que tanto han dañado a la entidad. Alfredo Del Mazo será recordado, pero no como un buen gobernador, sino como el mexiquense que cedió la plaza a lo peor en la historia reciente del Estado.