Después de estudiar el arte de Toña La Negra, resultó un reto encontrar el caso de otra cantante semejante en capacidades y cualidades en México. Estuve a punto de desistir para esta ocasión, mas afortunadamente en la búsqueda aparecieron las Hermanas Águila, llamadas promocionalmente (y con verdad también) el primer o el mejor dueto de América. Primer, en el sentido inaugural, pues al parecer no existió (al menos no popularmente) un dúo de voces femeninas semejante al de ellas, que serviría de ejemplo para la formación posterior de asociaciones artísticas similares: Hermanas Landín, Hernández, Huerta, Núñez… Y mejor, por su calidad vocal e interpretativa. Antes que ellas, hay que señalarlo, alcanzó popularidad el trío Garnica-Ascencio, compuesto por tres mujeres pioneras en los tríos románticos.

Siempre ha sido tiempo de mujeres, porque siempre ha habido mujeres con valor y talento que sobresalen a pesar de la predominancia del hombre en el poder, el poder que dicta en su propio beneficio. Es sorprendente que María Esperanza y María Paz, nacidas en Guadalajara, Jalisco, de ejercer la taquimecanografía, oficio o profesión en extinción, combinación de la antigua taquigrafía –transcripción por signos del lenguaje oral de manera simultánea al habla; se le registra desde 1788 en Francia– y la mecanografía (1832, al menos) que hace uso del teclado para la escritura, terminaran debutando como cantantes en 1932 en el Teatro Degollado de Guadalajara y en la estación de radio local XED. Y en 1933 lo harían en la Ciudad de México, en la célebre XEW, en cine de variedades y en diversos teatros en revistas musicales creadas nada menos que ¿por quién? Pues, por “El flaco de oro” indispensable en la vida de tantos artistas mexicanos de su tiempo.

[Del primer disco grabado, “Ven”, del jalisciense Gonzalo Curiel, su impulsor artístico inicial]:

Las Hermanas Águila cumplen con el criterio que hemos venido observando de cantantes mexicanos con entrenamiento vocal y estudios musicales clásicos que decidieron interpretar canciones populares que hoy en día suelen cantarse en conservatorios o escuelas de música como parte del repertorio mexicano y latinoamericano; con la variante de que se formaron no en la capital sino en la “provincia” y llegaron a conquistar la ciudad y el país. También se cumple con el espíritu de época que he venido argumentando, pues como ellas mismas revelaron, mientras trabajaban de taquimecanógrafas “nos aprendíamos todas las canciones de moda que escuchábamos en el radio” (en Agustín Lara. Reencuentro con lo sentimental; excepto de señalarse lo contrario, las citas subsecuentes vienen de este libro homenaje a Lara).

[“Escarcha”, otra bella pieza de Agustín Lara]:

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Pero no bastó ese espíritu de época homogeneizado por el disco, la radio, el teatro y el cine (más adelante se agregaría la televisión), las hermanas también estudiaron desde muy jóvenes y de ahí derivaría la facilidad de aprender las canciones de moda, “iniciaron su formación musical bajo la dirección del pianista Antonio Moreto, en cuya compañía hicieron sus primeras actuaciones públicas en 1928″ (Gabriel Pareyón, Diccionario Enciclopédico de Música en México).

En 1932 viajaron a la Ciudad de México y conocieron de manera fortuita a Agustín Lara, quien se encontraba en medio de un “lío de faldas”. Cantaron para él una suerte de audición con dos o tres canciones del propio compositor quien les dijo “efectivamente, muchachas, cantan ustedes muy bonito”. Pero nada sucedió, se fue sin agregar nada más, de seguro a tratar de resolver su problema sentimental y escapar del político que andaba buscándolo para castigarlo por meterse con una de sus amantes.

[”Morenita mía”, del neolonés Armando Villarreal]:

En realidad fue el compositor Gonzalo Curiel quien las ayudaría a dar el salto de Guadalajara a México. Hay variantes en las versiones de cómo se dio ese encuentro, pero lo que ellas cuentan en su testimonio es lo que debe tomarse como formal, no los inventos aunque provengan de las conferencias de la Fonoteca Nacional. Algunos comentan que habían conocido y aun actuado con Curiel, su paisano, en Guadalajara. Lo cierto es que lo trataron por vez primera cuando fueron a conocer lo que ellas llaman “la Catedral de la Radio en América Latina, la XEW… Aquello era sencillamente precioso: primorosas cortinas, elegantes alfombras, pianos de cola elegantísimos, en fin, aquello era más bello y suntuoso que todo lo que habíamos imaginado. Veíamos entrar y salir infinidad de personas: artistas, músicos, empleados, telefonistas y mozos atareados en mil menesteres que hacían de aquel recinto una verdadera colmena de actividad. De pronto, entre un grupo de personas, descubrimos un rostro conocido: nuestro paisano el compositor Gonzalo Curiel, a quien habíamos visto en una fotografía en los estudios de la XED en Guadalajara”.

[”Quiéreme mucho”, del cubano Gonzalo Roig Lobo]:

Curiel mismo las acompañó al piano para escucharlas. Le agradaron las interpretaciones del dúo y las invitó a debutar con él en su estelar programa radiofónico. Pronto extendieron su encanto a clubes nocturnos, a las variedades de los bailes. Y ya siendo conocidas, Lara las contrató para las variedades musicales ofrecidas por los cines que alternaban con las películas (cines Regis y Máximo; Teatro Virginia Fábregas); también participaron en las revistas musicales, entre ellas, Rival, donde estrenaron la canción con el mismo título.

Conocer y actuar junto a Curiel fue la clave, entonces. Con él grabaron su disco primigenio obteniendo sus primeros éxitos con canciones del compositor como “Ven”, “Nada espero” y “Sorpresa”. Comenzaron giras por México y posteriormente viajaron a varios países: Argentina, Uruguay, Venezuela, Brasil, Chile, Cuba, República Dominicana, y en Estados Unidos, Nueva York, Chicago, Los Ángeles, San Antonio y San Francisco. También realizaron algunas películas; grabaron más de 100 discos, increíble cantidad que habla (como en otros artistas del período) del nivel productivo y el éxito de esa industria; y alternaron con los más conocidos artistas y compositores de la época.

[Un potpurrí, “Frenesí”, “Humanidad” y “Perfidia”, del chiapaneco Alberto Domínguez]:

El dueto se caracterizó físicamente por diferenciarse como “la morena” y “la rubia” (o “la güera”), por el color de sus cabellos, y musicalmente por ser una la primera y otra la segunda voz del dúo. Estuve a punto de caer en la trampa de varios sitios del internet (incluidos algunos formales) que confunden la mezcla de color de cabello con el registro vocal y así dicen que la rubia es la primera y la morena la segunda pero no; es al revés. La escucha atenta de los videos existentes lo revela: La primera voz, la soprano, la morena del dueto se llama María Esperanza (1910-1991). La segunda voz, la mezzosoprano (o contralto), la rubia, es María Paz (1913-2004). Ambas, apellidadas Águila Villalobos, lograron un acoplamiento vocal muy grato, raramente cantan líneas como solistas, por lo general interpretan toda la canción a dos voces. Pero sus registros son muy distinguibles en sus alcances con las notas altas y los graves; muy buenas voces ambas, homogéneas en su canto.

[”Capullito de Alhelí”, del puertorriqueño Rafael Hernández]:

En esta aproximación descubrí algo apenas conocido, que Esperanza grabó como solista durante varios años utilizando el seudónimo de Gaby Daltas. Iba a agregar un comentario sobre ella en ese papel de solista en esta ocasión, pero es tan buena su calidad que amerita una nota aparte.

[Una canción escasamente conocida de Lara, “Tan solo un beso”]:

En el libro homenaje a Lara que he citado arriba, las hermanas comentan algo muy puntual sobre el tiempo en que comenzaron a cantar y el significado del Flaco en una época musicalmente dominada en lo popular por ritmos y estilos extranjeros: “El maestro Lara tiene el gran mérito de haber acabado con la invasión de música extranjera que predominaba en los años vente, época en que se empezaron a oír las melodías de Agustín Lara; estábamos plagados de tangos argentinos, de cuplés y tonadillas españolas, de foxtrots y hasta de danzones cubanos, cuando apareció la música de Agustín Lara y, como por encanto, fue dejándose de oír tanto ritmo extranjero”. El bolero romántico de bellas melodías de Lara seguramente no terminó con esos estilos foráneos ni intentó hacerlo sino que enriqueció el medio de la música popular mexicana teniendo tal éxito arrollador que influyó marcadamente en intérpretes y en los compositores de bolero mexicano que empezaron a multiplicarse.

Aunque tuvieron una muy prolongada carrera y actuaron incluso hasta la muerte de Esperanza (poco más de 60 años de trayectoria), la época de brillo y calidad vocal indudable de las Hermanas Águila corresponde al período de cuatro décadas que hemos venido analizando, de los 30′s a los 60′s. Fueron prolíficas en la industria del disco e influyeron en innumerables intérpretes femeninas que comenzaron a cantar a dúo (incluso a imitar los colores del cabello). Lo impensable sucedió con ellas: que un par de hermanas taquimecanógrafas devinieran en cantantes estelares de su tiempo, y en pioneras e influyentes en su estilo. Por eso fueron el primer y el mejor dueto femenino de América Latina.

[Y para concluir, una canción que habla del amor que no es tan conocida como otras con el mismo tema y mismo título, “Amor”, del yucateco Enrique Novelo Navarro]

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo