De manera estridente apareció Ricardo Anaya, el ex candidato presidencial del PAN, ex dirigente de ese partido y ex legislador, acusando al presidente Andrés Manuel López Obrador de persecución política en su contra, aceptando que se va del país por temor a ser arrestado y procesado por los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito.

Es interesante y aleccionador, porque el panista se tira al piso y asegura que hay represión, que sus videos y su activismo y su aspiración de volver a competir como candidato a la Presidencia de la República de nuevo en el 2024 mueven al autoritarismo del presidente, y lo señala de quererlo eliminar, anulando sus derechos políticos, al meterlo a prisión.

Sin embargo lo que no cuenta Anaya, es que son sus mismos correligionarios panistas, encabezados por Ernesto Cordero quienes lo acusaron en un principio por supuestamente haber aceptado sobornos del gobierno de Enrique Peña Nieto al calor de la fiebre reformadora del “Pacto por México”, acusaciones que son ratificadas además por el ex director de Pemex, Emilio Lozoya, quien en su declaración ha dicho haberlo sobornado.

Todo este drama se revivió el fin de semana, con un video del excandidato presidencial, culpando a López Obrador y quejándose de esa persecución y con una respuesta de AMLO a través de sus redes sociales, pidiéndole a su otrora adversario que sí es verdad que la Fiscalía General de la República lo acusa de corrupción y es inocente que no se ampare ni huya, que se defienda con pruebas y “con la fuerza de la verdad”, porque ya no es el tiempo de antes: “puede haber políticos presos pero no presos políticos”, le dijo.

Este lunes muy temprano Ricardo Anaya respondió con otro video, aceptando que en efecto recibió un citatorio para presentarse a declarar en un juzgado adscrito al reclusorio oriente y reiteró lo ya dicho antes, se va o se fue ya del país, se refugiará en Estados Unidos y no atenderá la cita con la justicia, pues tiene causas penales que podría llevarlo a tener una condena de 30 años de prisión.

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“Se le hizo fácil decir me está persiguiendo Andrés Manuel, pero yo no tengo nada que ver… Y yo por qué” le lanzó en respuesta López Obrador y le reiteró la invitación a comparecer ante la Fiscalía y demostrar su inocencia.

El caso es inquietante porque ilustra la fuerte descomposición que vive el Partido Acción Nacional, cuyas figuras dirigentes están tan desacreditadas que simplemente no completan un buen cuadro de aspirantes a ser candidatos a la presidencia de la República.

Con independencia de lo que pueda ocurrir con Ricardo Anaya y las denuncias en su contra, observo a una oposición que debería de tener su expresión más sólida en el panismo, al encarnar este partido la posición ideológicamente antagónica al proyecto transformador de Morena y López Obrador, y que está totalmente desarticulada, sin rumbo, ni programa, pero si en un afán de negarse a todo lo que tenga que ver con el gobierno, oponerse a situaciones que deberían ser normales como el regreso a clases y que cuestiona todo lo que tiene que ver con la actuación del gobierno.

El presidente puso sobre la mesa un asunto muy claro, y es el hecho de que en las elecciones intermedias ni juntos el PRI-PAN-PRD lograron el propósito de arrebatarle a Morena y sus aliados del PVEM y el PT el control de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, mucho menos lograron hacerle frente en la pelea por las gubernaturas, de las que ganó como es sabido 12 de 15 en disputa.

Justamente el viernes pasado apareció una encuesta de Arias Consultores, que juega a la futurología, como lo hacen muchos otros, pero en este caso buscando definir quién sería el candidato ideal del PAN a la Presidencia de la República y es curioso, pero la opción de “ninguno” arrasa con el cuadro cuando el 54.9% de los consultados se va por esa opción.

Claro en segundo lugar aparece Ricardo Anaya con el 14.3% y en tercero la senadora por Sonora Lilly Téllez (quien ahora es del PAN) con el 6.5%; con porciones mucho menores están Francisco Javier Cabeza de Vaca (que también tiene serias acusaciones en su contra), Javier Corral (que tiene un pie fuera del partido), el dirigente Mario Cortez (2.4%) y el diputado Juan Carlos Romero Hicks, lo que deja claro que en el PAN no hay ni precandidatos fuertes, ni liderazgos, ni credibilidad, ni nada.

El asunto es muy similar cuando se revisa el caso del PRI y mucho más radical cuando se observa al PRD y por supuesto podríamos leer e interpretar que falta un mundo de tiempo para el proceso electoral del 2024 y que incluso se puede aplicar en este caso la máxima de que en “política ningún muerto es para siempre”.

Sin embargo ante la realidad política que vive el país, con un congreso dominado en mayoría simple por el régimen de la 4T y con una fuerza en crecimiento en los estados, resultará muy difícil que una oposición, sin rumbo, programa o proyecto como la que encabezan Marko Cortez (PAN), Alejandro “Alito” Moreno (PRI) y Jesús Zambrano (PRD), tenga oportunidad alguna de resurgir.

De hecho en el proceso electoral del 2018 la falla central de todos ellos al enfrentarse al partido del presidente fue no entender que los ciudadanos comunes, no los del círculo azul o el rojo como ellos los clasifican, sino la raza, el pueblo, no los quieren, y aún más los rechazan y desprecian, por años y décadas de gobiernos fallidos, que solo han llevado inseguridad, desigualdad, atrasos y corrupción a sus comunidades, pueblos y ciudades.

La gente, por si no lo han notado no quiere votar al PAN, no quiere votar al PRI, mucho menos quiere al PRD y en cambio si está por concederle el beneficio de la duda y esperar al cambio que representan los gobiernos emanados de Morena y la 4T.

La triste historia de Ricardo Anaya y su expediente judicial no hace más que confirmar la hipótesis de que mucho en la política de esos 3 partidos está podrido y no hay modo de recatarlos.

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